sábado, 30 de septiembre de 2017

Entrevista: Pablo Moíño, traductor de 'Asesinato', de Danielle Collobert

Pablo Moíño Sánchez (Madrid, 1980) ha traducido, entre otros autores, a Georges Perec, Raymond Queneau, Julien Green, Albert Londres o Michèle Audin. Licenciado en Filología Hispánica, ha publicado el libro un verso en una casa enana (2011) y diversos artículos y cuentos; también es coautor de un Manual de métrica española (2005) y de una edición del Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández (2004). Escribe en la revista de traducción El Trujamán.


P: ¿Qué nos puedes decir de Asesinato?

R: Como traductor y como lector yo diría que Asesinato es un libro con pocas asas. Lo he leído muchas veces y si tuviera que definirlo diría que es más un diario o un libro de poemas cuyo objetivo no fuera narrar, sino transmitir una angustia más o menos informe. Collobert no hace concesiones, pero tampoco oscurece innecesariamente el pensamiento o retuerce la forma. En ese sentido me parece una voz original, madura e inteligente.


P: ¿Con qué otros escritores vincularías a esta autora?

R: Hace bastantes años leí que Italo Calvino había definido a Georges Perec como «un autor radicalmente distinto a cualquier otro». Me acuerdo de las palabras exactas porque aparecen en la contracubierta del primer libro que traduje. Tiempo después, leyendo un prólogo de Italo Calvino a las Novelas y cuentos de Felisberto Hernández, leí: «Felisberto Hernández es un autor que no se parece a nadie».

Mi primera reacción fue pensar que nos habíamos equivocado: alguien le había calzado a Perec la cita sobre Hernández y nosotros la habíamos reproducido tal cual, sin comprobar la fuente. Mi segunda reacción fue imaginarme a Calvino regalando esa misma cita con variaciones en todos sus prólogos y ensayos. Mi tercera reacción, hace unos meses, fue pensar en pedirles a los editores de La Navaja Suiza que escribieran en la contracubierta de Asesinato algo como «Danielle Collobert: una autora que, en palabras de Italo Calvino, no se parece absolutamente a nadie». En el fondo, quizá tampoco habría sido mentir…

Aparte de eso, aparte de que cada autor es único y radicalmente distinto a los demás, el caso es que se me hace difícil reconocer la voz de Collobert en las voces de otros escritores. De los tres que se citan en la contracubierta (Pavese, Beckett, Duras) me he acordado al traducir el libro, sí, pero en el fondo sé que decir eso tiene algo de trampa: no puedo borrar los datos biográficos que conozco de unos y de otros, y sé que esas coordenadas están orientando mi respuesta. Por ejemplo, en Asesinato veo cosas que relaciono con mi lectura de El oficio de vivir o los Diálogos con Leucó, pero, aparte de ciertas cuestiones estilísticas menores ―un empleo peculiar de las rayas, por ejemplo―, lo que me hace vincular a Collobert con Pavese es el motivo literario del gesto, que en el fondo es el motivo vital del gesto, el suicidio. Por eso digo que hay trampa.

Del mismo modo, me he imaginado el mundo de Collobert a partir de mi conocimiento del mundo, incluyendo mis lecturas, mis viajes y mis traducciones previas; supongo que es relativamente normal, teniendo en cuenta que la autora no te da muchas cuerdas a las que agarrarte.


P: ¿Con qué retos te has encontrado durante la traducción de Asesinato?

R: En algún sitio leí una entrevista en la que una traductora recomendaba a los que empiezan algo parecido a esto: «Si no entiendes lo que estás diciendo, no lo pongas». Al traducir a Collobert me he acordado todo el tiempo de esa frase. Entendía las palabras, sí, pero muchas veces no entendía qué estaba pasando y eso tenía sus implicaciones en la traducción. Sin duda, el mayor reto ha sido tratar de reproducir esa oscuridad con la misma oscuridad, pero teniendo las ideas claras.

También me costó tomar una decisión que tal vez era muy sencilla: mantener la puntuación del original, reproducir todas esas comas incorrectas o ese empleo tan peculiar de las rayas, longitud incluida. Pero no, en realidad no creo que fuera una decisión fácil. He trabajado con una edición muy cuidada, la de las obras completas publicadas en dos volúmenes por P.O.L, y allí se conserva, según se indica al comienzo, la puntuación de la autora. Pero ¿cómo estar seguros de que lo que se publica responde única y exclusivamente a una voluntad de estilo del autor? Es imposible asegurarlo. Hay erratas, correcciones, criterios editoriales ajenos al escritor, quien, por otro lado, es humano y también se equivoca. En cierto momento del libro, poner una coma puede solucionarte una frase que tal y como está no se entiende en el original. Bueno, sí, a lo mejor te la soluciona. Pero ¿seguro que puedes ponerla? Depende… Hay despistes muy claros que debes corregir, pero siempre tienes que andar con pies de plomo por si acaso. A mí me da la sensación de que la puntuación de Collobert es muchas veces un jadeo; un jadeo coherente, en todo caso, que tengo que tratar de reproducir tal cual. Pero ¿cómo estar seguro? Otro traductor me dijo una vez hace años, a propósito de una solución complicada en la que intervenían factores de este tipo, lo siguiente: «Tú sabrás; a lo mejor tienes razón, pero piensa que al final la culpa va a ser tuya…».


P: ¿Has necesitado documentarte? Si es así, ¿qué obras has consultado?

R: Traductores a los que admiro mucho recomiendan entrar en la tarea como entra el lector, sin haber leído el libro antes, para que esa sorpresa y ese descubrimiento progresivo del texto se traspasen a la traducción. Es una idea bonita y más de una vez puede ser útil para no sobreinterpretar, para no despistarte y poner algo que tú sabes que está pero que en realidad no está porque el lector no lo sabe aún. En cualquier caso, a mí me gusta leer el libro antes y, si es posible, documentarme más sobre el autor, pero ni lo considero estrictamente necesario ni muchas veces es posible, dados los plazos que solemos tener. Con Collobert había tiempo de sobra y durante la traducción leí otras obras suyas y algún artículo sobre ella, pero tampoco estoy seguro de que esa investigación haya servido para mejorar el texto final más allá de que yo ahora pueda pensar que en ese fragmento de ahí la autora está hablando de tal cosa. Mis herramientas han sido los diccionarios de siempre; Asesinato es un libro muy críptico, pero las palabras que utiliza Collobert no pertenecen a un registro especial o a un campo concreto del que sea preciso documentarse. El fondo es oscuro, pero la forma es más bien sencilla.


P: ¿Qué conocimiento te han dado esas obras sobre la vida y la obra de esta escritora?

R: Sobre la vida poco, y creo que no está mal que sea así: a menudo, conocer la biografía de un escritor nos lleva a hacer malabarismos para interpretar una obra a nuestro antojo. Evidentemente, los libros no surgen por generación espontánea: son hijos de su autor y de su tiempo y, desde luego, conocer bien ambas cosas nos dará instrumentos para acceder mejor a ellos. Pero al final el texto tiene vida propia y camina y se sostiene solo. Y si alguien ha querido borrar sus huellas, tampoco creo que haga falta andar hurgando.

Leer la obra de Collobert, tanto los libros publicados como los cuadernos y los fragmentos que pertenecen al ciclo de Asesinato y no llegaron a incluirse en la última versión, me ha servido, claro, para adquirir un conocimiento más completo del universo de la autora y comprobar qué aspectos y temas del libro se mantienen a lo largo del tiempo, cuáles evolucionan y cuáles van naciendo por el camino. Pero eso tiene sus riesgos: de repente piensas que todo tiene que ver con tu libro y te encuentras subrayando palabras de los diarios, escritas muchos años después, que tenían cierta importancia en Asesinato, y la tentación de relacionar unas cosas con otras es enorme. Pasa lo mismo con el suicidio: para mí, el suicidio está absolutamente presente en esta obra, pero el caso es que, cuando yo la leí, ya sabía que Collobert se había suicidado. ¿Cambiaría algo mi lectura si nadie me hubiera contado nada?


P: ¿Qué te ha aportado o te ha quitado la traducción de este libro?

R: Cada libro traducido es diferente y todos te aportan algún tipo de reflexión relacionada con tu trabajo. Ya he mencionado algunos problemas teóricos que plantea el texto de Collobert; pero, además, tu trabajo son también las condiciones en las que llevas a cabo tu trabajo, desde la tarifa y los plazos hasta el cuidado que se pone en cada uno de los pasos que se dan hasta que el texto se imprime y llega a los lectores. En ese sentido, creo que es de justicia decir que la generosidad y el rigor de todo el equipo editorial han hecho posible que traducir un libro tan incómodo me haya resultado tan cómodo.

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