Hay proyectos que acaban atrapando a medida que pasa el tiempo; pero hay otros que sabes desde el primer momento que estás atrapado por ellos. Esto último es lo que nos ha sucedido con Dirty Works, una editorial que nació hace aproximadamente un año y que desde el principio supimos que sí, que íbamos a ser lectores Dirty. Hemos ido más allá y hemos decidido entrevistar a Javier Lucini, uno de los culpables de que esta editorial ya forme indiscutible en nuestras estanterías.
P: ¿Cómo
llegasteis a esa fascinación por lo sureño?
R: Creo que fue a partir de la música. Siempre me ha gustado mucho
Johnny Cash, esa clase de música y las historias que cuentan. Digo lo de las
historias porque reconozco que mi aproximación a la música es muy poco musical,
la mayoría de cantantes que me gustan cantan relativamente mal y utilizan solo
cinco acordes, pero me interesan mucho las letras y las historias.
Supongo que el hecho de haber viajado por allí influyó. En mi
primer viaje a Estados Unidos mi objetivo era darle la mano a Johnny Cash, pero
murió y ya tenía el billete comprado. En aquel viaje me di cuenta de que en esa
América de la trastienda, la gente tiene una ardiente necesidad de comunicarse
y cuenta historias increíbles, aunque seas un extraño. Es lo que decía Harry
Crews: contar historias como forma de comprender, también como manera de
sobrevivir. Del mismo modo, la música está muy presente en ellos; recuerdo que
ibas a cualquier lado, sacaban unos instrumentos y se ponían a cantar. De
hecho, me pasó una cosa muy frustrante: en el Cowboy Poetry Gathering de Elko,
Nevada, conocimos a unas pescadoras de Alaska que habían ido a presentar sus
baladas. Una de ellas me pidió una noche que le cantase algo de mi tierra y no
supe cantarle nada. Me excusé intentándole explicar que en mi tierra, salvo si
uno se sumerge en las pequeñas comunidades, se ha perdido esa vieja tradición
del encuentro, del canto como vínculo comunitario; entonces se quedó mirándome
y me dijo: «Eso es lo más triste que he oído en mi vida». Y lo es. Maldita sea.
P: ¿La imagen
la teníais clara desde el principio?
R: Al principio nos pateamos muchas librerías viendo y tocando
libros, la gente nos miraba raro: «Mira esos friquis tocadores de libros»
(risas). Miramos mucho, y es cierto que al final no pudimos hacer lo que
queríamos, que era una cosa un poco más salvaje: queríamos tapa dura con la
textura como de tela o de madera vieja. También queríamos otro tipo de papel,
pero había que comprarlo si no había stock en el almacén de la imprenta y salía
carísimo, así que al final, dentro de lo asequible, sin perder el objetivo de
sacar libros de calidad y bonitos, libros-objeto, libros que te gustaría tener
aunque no te los leyeses, llegamos a las ediciones que hoy tenemos. Lo que sí
tuvimos claro desde el principio es que queríamos una cosa sobria, sin adornos
porque sí. Es cierto que el negro nos ha traído alguna que otra controversia,
algunos libreros nos decían que nuestros libros eran muy oscuros, y claro,
nosotros les decíamos que eso es lo que tiene el negro (risas). O, por ejemplo,
había gente en las redes que nos confundía con una editorial de novela negra.
Incluso para nuestra socia/diseñadora, Rosa, sabíamos que el negro le iba a
dejar muy poco juego, pero al final… «Back to Black». Negro (risas).
P: ¿Cuándo
será el turno de una mujer Dirty Works?
R: ¡Ya estamos en ello! Saldrá para septiembre u octubre del
próximo año.
No puedo decir el nombre, pero diré que cuando se lo consultamos a Alan
Heathcock nos dijo: «Buah, esa autora nos da mil vueltas a cualquiera de
nosotros». Además, ya le hemos tirado la caña a Inga Pellisa para que haga la
traducción (tener a Inga en Dirty va a ser un lujazo).
De todas formas, la pregunta es curiosa, porque recuerdo que
llevando solo dos títulos publicados, nuestra distribuidora ya nos comentaba
que Dirty Works era una editorial muy masculina. Yo me reía porque por entonces
solo teníamos dos libros. El primer libro que publicaremos de nuestra primera
autora Dirty será un libro de relatos.
P: Esa es
otra de las preguntas, ¿cuál es vuestra apuesta por el relato?
R: Ahora parece que hay como un pequeño boom, pero es cierto que en
España siempre se ha vendido peor el relato que la novela, y no sabemos muy
bien por qué, en Estados Unidos no es tan así. Quizá también por esa misma
tradición de cuentistas de la que hablábamos antes. Pero nosotros vamos a
seguir en nuestro empeño de publicar relato. De hecho, para el año que viene
sacaremos dos colecciones.
P: ¿Y
pensáis saliros del territorio Dirty Works?
R: Ahora mismo no. La lista de autores y libros que queremos publicar
es inmensa. En cualquier caso, el territorio Dirty no está tan marcadamente
definido como puede parecer por las etiquetas que nos han ido colgando: Gótico
Sureño, Realismo Sucio, etc… La única línea editorial que al final realmente
nos define es: si nos gusta, lo publicamos. Alan Heathcock, sin ir más lejos,
es de Chicago y, como en el caso de Donald Ray Pollock, también se le suele
adscribir a este género sureño. Bueno, supongo que Chicago también al final es
el sur de algo… En cualquier caso el Sur de Estados Unidos, al final, no es un
territorio geográfico, sino como decía Tom Petty, un acento, una forma de
vivir…
P: ¿Una
canción para cada libro?
R: Para Trabajo
Sucio, el «Drive On» de Johnny Cash, por lo de el «walkin’ talkin’ miracle
from Vietnam», Larry Brown tocaba la guitarra y a su muerte se le hizo un disco
homenaje en el que participó lo mejor de lo mejor de ese género que a él tanto
le gustaba y al que los entendidos, supongo que por comodidad, llaman
«Americana». Para Billy Burroughs Jr., quizá alguna de las colaboraciones que
hizo su padre con Tom Waits o Kurt Cobain. Para El amante de las cicatrices»
algo de Harry Crews, el grupo de Kim Gordon con el que gracias a un soplo de
Lee Ranaldo supimos de la existencia de este autor hace ya muchos años. Para Volt algo de los Bottle Rockets, que es uno de sus grupos favoritos. Para El
hielo en el fin del mundo, música cajún. Algo creole. Música de Louisiana, en
cuyos pantanos transcurren sus relatos. Y para Óscar Zeta Acosta algún
narcocorrido cabrón y delirante…
P: La
mayoría de los libros los has traducido tú, ¿cómo llegaste al mundo de la
traducción?
R: De esto hace ya mucho tiempo. Comencé a trabajar en una editorial
que se llamaba Mono Azul, que comenzó cuando el boom de las editoriales
pequeñas que inventó UDL en su día (benditos sean), pero por azares de la vida
cerró. Allí Jabo, el editor, me propuso dirigir y traducir una colección de literatura
norteamericana del siglo XIX y me apunté. Luego comencé a trabajar en Acuarela
y continué con la traducción. Y ahora sigo con ello en Dirty Works. Es cierto
que en estos momentos es más una cuestión de necesidad, para abaratar costes y
poder seguir sacando libros, pero espero, si todo va bien, dejar de traducir en
un futuro, quedarme solo con uno o dos autores. Pero para ello tenemos que
crecer un poco más, porque ya te digo que ahora mismo no nos lo podemos
permitir.
P:
Queríamos preguntaros por vuestra relación con La Felguera
R: Nuestra relación viene primero por una amistad desde hace tiempo,
luego por admiración por lo que han conseguido Servando y Bea, de hecho si te
fijas en los créditos nuestros dos primeros libros están dedicados a Servando,
porque ha sido una especie de guía en los infiernos (risas). Las líneas
editoriales no tienen mucho que ver, pero lo que desde luego sí queríamos,
teniendo en cuenta la masificación editorial que vivimos en la actualidad, era
conseguir lo que ellos han logrado: construir una comunidad de fieles. Nuestra
pequeña secta sucia.
P: Nuestra
pregunta de edición ficción: si tuvieras todo el dinero del mundo y pudieses publicar
a quien quisieras, ¿a quién te gustaría publicar o a quién te gustaría haber
publicado?
R: Está claro que nuestra «mamá» es Flannery O’Connor, pero ya está
muy bien traducida, aunque claro, sería una de las autoras que me hubiese
gustado publicar. Y hay por ahí otra espinita, de hecho mucha gente nos ha
dicho que por qué no lo publicamos nosotros, Donald Ray Pollock. Estaba en
Libros del Silencio, que desgraciadamente desapareció, y su tercera novela, que
es una cosa muy nuestra, la va a publicar Random. Poco podemos hacer contra los
gigantes (de momento). Ya quisiéramos. Y luego, claro, está William Vollmann,
al que adoro, pero gracias a Dios ya lo está haciendo el loco maravilloso de
José Luis Amores en Pálido Fuego.
P: Próximo
títulos
R: En febrero o marzo publicaremos otro de Harry Crews en cuya
traducción estoy ahora mismo inmerso. Hay más Mark Richard (lo está traduciendo
Tomás Cobos, que ya tradujo magnífica y heroicamente el anterior), está nuestra
chica Dirty y también le estamos dando vueltas a nuestro primer ensayo Dirty…
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