Pasar cinco minutos con Enrique Redel es como estar cincuenta horas con otra persona. Y es que por fuera se ve a un Enrique Redel tranquilo, pausado; pero se intuye que por dentro, las ideas y los proyectos que tiene en mente, van a otra velocidad, y eso se nota, porque habla apasionado de libros, de escritores, de traductores, en definitiva, de literatura, y en concreto de la editorial que creó hace ya casi diez años: Impedimenta. Pasamos con él un rato muy agradable en el que nos permitió preguntarle por la editorial, el catálogo y otros aspectos relacionados con el mundo de la edición. Todo un placer.
P:
¿Cuál fue la motivación para crear Impedimenta?
R: Durante toda mi vida he estado muy apegado a la
labor editorial, no porque provenga de una familia de editores, sino porque de
manera natural he ido haciendo las labores que hace un editor. Recuerdo que una
vez en otra entrevista me preguntaron si naces o te haces editor, y dije que te
ibas haciendo, pero luego recordé que con ocho años, en Hoyo de Manzanares,
mientras mis primos jugaban al escondite y al fútbol, yo me sentaba debajo de
una encina y me dedicaba a hacer unas hojas plagiadas de un cómic, luego eso lo
fotocopiaba y lo vendía. Así que desde pequeño parece que tenía algo de ese
gusanillo editor. Luego más tarde con 30 años, a pesar de que estudié derecho,
comencé a ser editor, y ahí automáticamente supe que esto era lo que se me daba
bien, porque intuitivamente iba haciendo cosas, me sentía cómodo y sabía lo que
era un libro de una forma muy natural. Entonces luego pasé por varias
editoriales hasta que en el año 2007 decidí liarme la manta a la cabeza y monté
Impedimenta.
P:
¿Quiénes formáis parte de Impedimenta?
R: Comenzamos
tres socios y una becaria que ahora es agente literaria. De ahí hemos pasado a
una estructura en la que ahora somos cuatro personas, digámoslo así, fijas
(Pilar Adón, que es socia de la editorial, y se ocupa de temas de
administración y derechos; Susana Rodríguez, editora de mesa; Elsa Veiga, que
lleva prensa, y yo mismo, que llevo el resto), porque luego hay personas
autónomas que trabajan con nosotros casi de continuo también, así que podríamos
decir que el núcleo duro de Impedimenta son unas siete u ocho personas.
P:
Para el catálogo, ¿teníais una hoja de ruta desde los inicios o poco a poco
habéis ido incorporando títulos y autores a ese catálogo?
R: Hay cosas que sí se planifican, es algo
inevitable, al igual que improvisar también es ineludible. La idea de
Impedimenta estaba establecida de una manera muy clara, pero no nos habíamos
marcado una hoja de ruta en la que decíamos cuánto y qué exactamente íbamos a
publicar. Te marcas objetivos a medio plazo, es decir, sabes hacia dónde
quieres ir, pero personalmente me dejo llevar mucho por el flechazo del
momento; estás siguiendo un tipo de literatura, pero de repente se te cruza un
título que es maravilloso y que no tenías previsto sacarlo y lo haces. La
editorial ha ido creciendo de una manera natural, no nos hemos marcado nunca
algo en el sentido de «dentro de un año o dos comenzaremos con tal colección».
Nos dejamos llevar mucho por las sugerencias, gustos, libros que te llevan a
otros libros. Tampoco es que sea pura improvisación, no quiero dar esa imagen.
Intentaría verlo como un río, desde su nacimiento, en el que efectivamente se
va creando un cauce, pero es algo que se va formando, y nosotros de alguna
forma hemos crecido así.
P:
De hecho al principio publicabais más clásicos y habéis ido abriendo la mano.
R: Es cierto. La razón por la que publicábamos
clásicos era doble: por un lado porque a mí me gustaban, era lo principal; y
segundo porque económicamente nos daba la oportunidad de ir respirando. Ahora
mi obsesión es acompañar a los autores desde su nacimiento literario. Incluso
en muchas ocaciones hacemos una política de autor casi a fondo perdido, es
decir, confiamos en algunos autores y no nos obsesionamos en si vende mucho o
no. Esto, lógicamente, lo podemos hacer porque tenemos otros libros diferentes
que nos permiten llevar a cabo esta política editorial. Y luego además, a veces
te lanzas a publicar géneros que no se nos habían pasado por la cabeza, por
ejemplo, comenzamos a publicar a Stanislaw Lem, que es un autor que yo nunca
hubiese imaginado que podría publicarse en Impedimenta. Con el cómic pasó algo
parecido, con la parte infantil también. En resumen, lo que se publica se va
abriendo de forma natural y no premeditada. De la misma manera que otros
caminos se van cerrando, por ejemplo, actualmente publicamos pocos clásicos.
P:
¿Te dejas aconsejar?
R: Sin parar. El éxito de una editorial no está en
los editores, sino en el equipo y la gente que rodea a los editores. Siempre
tengo el oído muy abierto a lo que me dicen los libreros, los críticos, los
amigos. Creo que en una editorial te tienes que dejar llevar por el gusto
personal, pero siempre tienes que estar escuchando. Por ejemplo, yo no soy
experto en literatura del Este, pero tengo muy buenos lectores que me
recomiendan libros; o no soy experto en literatura alemana, pero hay gente que
me rodea que me aconseja.
P:
Hace poco otro editor nos decía que al final los títulos del catálogo se hablan
unos a otros, que existe cierta unidad, ¿tú crees que existe esa unidad en tu
catálogo?
R: Yo creo que nuestro catálogo tiene mucha
coherencia, lo que ocurre es que lo que no hemos hecho, que es una cosa que
otras editoriales hacen y les sale bien, y que no es ni bueno ni malo, sino una
decisión editorial, es explorar en su totalidad una tradición. Imagínate Alba,
que ha sacado casi todos los clásicos; o Valdemar, que han sacado un número
importante de literatura de terror; o Nevsky, que se centran en la literatura
rusa. Nosotros sin embargo no nos hemos dejado llevar por ningún nicho, creo
que somos más generalista. Mi modelo a seguir es Anagrama, porque es capaz de
publicarte a Martin Amis, o Houellebecq, o Álvaro Pombo, o Sara Mesa. ¿Esto
tiene una unidad? Creo que sí, y es el gusto del editor-lector. Y es lo que nos
pasa a nosotros, lo que da coherencia a nuestro catálogo es nuestro gusto.
P:
Habéis incorporado al catálogo a autores como Berti o Jon Bilbao, escritores
que escriben en castellano, ¿seguiréis incorporando este tipo de autores? Y una
segunda parte de la pregunta, ¿por qué crees que es tan difícil que las
editoriales apuesten por autores españoles?
R: Empecemos por la parte última. ¿Por qué es más
difícil apostar por autores españoles? En primer lugar porque es más arriesgado
publicar a un autor español que a uno extranjero, porque los autores españoles
venden menos; y en segundo lugar, porque hay una razón casi matemática: existen
un número de tradiciones, y cada tradición tiene un número finito de talentos,
así que España tiene un número finito de talentos, y que además, los muy buenos
ya están contratados por otras editoriales. Por lo tanto, no es que no se
quieran publicar autores españoles, es que no hay tantos autores españoles
publicables disponibles.
Sobre
la vía de incorporar a autores en castellano al catálogo, seguiremos con ella,
por supuesto, pero voy a ser igual de exigente que con los autores en otro
idioma.
P:
¿Cuál es vuestra relación con Cartarescu?
R: A
Cartarescu lo conocí cuando trabajaba en Funambulista (por entonces era un
autor de cierto renombre en Francia y Alemania). Publicamos un libro de él que
se llamaba Por qué nos gustan las mujeres y
tuvo cierto éxito. A mí me gustó mucho el autor, y luego cuando creamos
Impedimenta lo primero que hice fue contactarle y proponerle publicar El ruletista, y posteriormente publicamos más
textos suyos. Y de repente se convirtió en nuestro autor estandarte casi, y he
de reconocer que la pasión que tenemos por su literatura es inconmensurable; es
un autor que cada nuevo libro que leo de él me parece mejor que lo que escribe
la mayoría de otros escritores.
Hoy en
día nuestra relación con él es muy estrecha, y hemos llegado a esto por varios
motivos: primero porque él suele venir a España mucho, y cuando viene genera un
gran expectación. Nosotros estamos con él para tratar que se sienta a gusto,
que al fin y al cabo es la principal misión de un editor con sus autores; por
otra parte, sabemos que le gusta mucho que contemos con él a la hora de
planificar la publicación de su obra, le gusta que hablemos sobre qué libro se
debe publicar antes, cómo llevar a cabo la promoción, es decir, todo lo que
está relacionado con sus libros; y tercero, porque él sabe que no solo le
promocionamos aquí, sino que también lo hacemos fuera de España, lo que
agradece enormemente. En definitiva, nuestra relación es estrecha porque lo
tratamos como a un amigo, lo tenemos entre algodones (risas).
P:
¿Cuál es vuestra idea y qué planteáis en vuestra colección infantil?
R: Yo recuerdo que cuando era muchacho no me
gustaba que me dijeran lo que tenía que leer, además es que me rebelaba contra
eso. Por otro lado recuerdo que mi madre me animaba mucho a que hiciese el
gamberro (risas), veía un charco y me decía: «Mira, un charco, métete».
Entonces, cuando creamos la colección infantil, aunque lógicamente, primero
vinieron los libros y después la colección, me di cuenta de que lo que buscaba
era hacer con la colección un poco lo que había hecho mi madre, es decir,
transgredir un poco lo que se les ofrece normalmente a las chavalas y chavales
e intentar despertar otros sentimientos. Por ejemplo, el segundo libro de la
colección habla de que tu padre puede llorar, no solo tu madre. Lo que no
buscamos es algo didáctico, no queremos explicar valores, lo que queremos es
que se diviertan y pasen un buen rato, porque para lo otro yo creo que existen
otras cosas, y creo que los libros no están para enseñar, sino que muchas veces
están para desaprender.
P:
¿Crees que se puede fomentar la lectura?
R: En mi opinión la única forma de hacerlo es
demostrarle al niño de una forma pragmática que leer es divertido. Lo que haría
es fomentar una relación natural con la lectura. A todos nos gusta que nos
cuenten historias. Y por supuesto, nunca les pondría deberes a partir de un
libro a los niños. Eso de hay que leer un libro y tienes que hacerme una
redacción, o un examen del libro, o algo similar, no; eso hace que al final
vean los libros como algo obligatorio y aburrido, y la lectura, como el cine o
la pintura, no pueden ser actividades obligatorias y aburridas.
P:
Hablemos sobre libros bonitos, aunque no nos gusta llamarlos así, asunto sobre
el que creemos que tú tienes parte de culpa, positivamente. ¿Crees que esta
tendencia se está generalizando como respuesta a la aparición de otros
soportes?
R: Yo soy incapaz de comprarme un libro feo
(risas). En primer lugar, nosotros hacemos los libros como los hacemos por
respeto al autor (que ha estado varios años escribiéndolo), al librero, al
lector, al traductor,…, a todas aquellas personas que participan de ese libro.
Y en segundo lugar, porque a mí me parece que el libro es un invento tan
increíble que es obligatorio hacerlo bien. Y por supuesto, luego también hay un
factor de marketing, y es que claramente
funcionan mejor los libros bien publicados, de hecho, hoy en día es difícil ver
en las mesas de novedades un libro feo.
P:
Nuestra pregunta de edición-ficción, ¿qué libro te hubiese gustado publicar?
R: Pues yo soy un fanático del Ulises,
de Joyce. Me lo leí cuando tenía diecinueve años varias veces seguidas, lo
acababa y lo empezaba de nuevo, me parece un libro muy gracioso (sé que habrá
mucha gente en desacuerdo conmigo [risas]). También me hubiese gustado publicar
a Pynchon, que hoy en día es imposible. O a Martin Amis. Muchos libros, pero
por encima de todos el Ulises.
Cuando leo a escritores extranjeros (casi siempre; españoles se publican pocos), me da por pensar: "Si este libro fuera el de un escritor español, ¿habría pasado la prueba?" Algunas veces, me temo que no. Sin embargo, la edición es española...
ResponderEliminarNo sé si los editores usan la misma vara de medir para unos y otros, paisanos y extranjeros. Con franqueza, lo dudo... Y no por mala fe, sino porque no podemos juzgar de la misma manera lo propio y lo ajeno. Además, nuestro complejo de inferioridad no ayuda, solo empaña nuestra visión.
Eso de que nadie es profeta en su tierra también lo sufren otros creadores: músicos, pintores, escultores, bailarines, actores, etcétera. La diferencia es que ellos todavía pueden exportar su arte, por manejar lenguajes más universales; algo imposible con la literatura. ¿Quién se arriesga a traducir y publicar un libro aún inédito en su país de origen?
Ya sé, precisamente nosotros, contamos con el vasto mercado hispanohablante, pero ese dorado es espejismo; no podemos competir con los fabulosos escritores americanos; allí ya no pintamos nada, con nuestras voces encorsetadas y constreñidas a ese castellano de libro, tan artificioso (¿no será esa una de las razones por que escribimos tan mal?).
Por otra parte, supongo que a un editor le es más cómodo lidiar con historias forasteras, en vez de meterse en charcos propios. (Sí, le estoy insinuando a Enrique Redel que aquí también hay un mundo de charcos, que se meta pues, como le decía su madre.)
Libros, instrucciones de uso, me encantan estas entrevistas con editores. Me ayudan a comprender sus puntos de vista, a comprobar que son personas reales, no imposibilidades metafísicas. Gracias.
Hola, Laura:
ResponderEliminarLo que dices tiene mucho sentido y es una cuestión endémica y de difícil solución ya.
El problema, creemos, es que cada vez se venden menos libros y las apuestas de las editoriales tienen que ser mucho más atinadas. No hay que olvidar que una editorial no deja de ser una apuesta económica y que, en cierto sentido, cada libro lo es. Redel, por ejemplo, nos comentó que ha publicado (y seguirá publicando) a Berti o a Bilbao aun a pesar de que den pérdidas. Es decir, puede permitírselo. A día de hoy son pocas las editoriales que puedan decir eso, especialmente de las pequeñas (aunque Impedimenta está cada vez más cerca de las medianas).
Por otro lado, los lectores también tienden a acoger mejor los libros extranjeros que los españoles, sin que esté muy clara esa preferencia. Aunque si pensamos más con la cabeza que con el corazón, lo cierto es por una simple cuestión de probabilidades es más normal que haya mejores escritores en el resto del mundo que en España. Es simple cuestión de números: cincuenta millones de habitantes (o un poco menos) frente a 7000 millones. Si asumimos que el porcentaje de buenos libros que puede producir cada país es más o menos similar (no entremos en debates sobre el nivel de las distintas tradiciones literarias), las cuentas salen muy a favor de los autores extranjeros. Pero eso son números, las cosas como son. Lo cierto es que es España se traduce mucho, bastante más por ejemplo que en los países anglosajones y es una inercia difícil de romper.
Nos alegra que te gusten estas entrevistas, Laura. En breve habrá más, de autores, editores... y algunos más.
Un abrazo.