Es famosa la cita de Borges: «Que otros se
jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído». Y es que por debajo de un gran escritor hay siempre un lector voraz que sabe extraer lo más valioso de una lectura y aplicarlo a la práctica de su propia escritura.
En estos tiempos en los que tanto se habla de las dificultades de los jóvenes y no tan jóvenes en la compresión lectora, queremos ayudar recomendando unos cuantos libros sobre lectura que a nosotros nos han ayudado en algún momento y que creemos que pueden ser muy útiles para aprender a leer de otro modo, prestando atención a cada palabra, a cada giro del idioma, a la forma en la que se nos presenta un texto, al orden de los elementos, en fin, a todos esos elementos que hacen que la literatura sea algo más que la disposición lineal de palabras sobre una página o una pantalla.
En estos tiempos en los que tanto se habla de las dificultades de los jóvenes y no tan jóvenes en la compresión lectora, queremos ayudar recomendando unos cuantos libros sobre lectura que a nosotros nos han ayudado en algún momento y que creemos que pueden ser muy útiles para aprender a leer de otro modo, prestando atención a cada palabra, a cada giro del idioma, a la forma en la que se nos presenta un texto, al orden de los elementos, en fin, a todos esos elementos que hacen que la literatura sea algo más que la disposición lineal de palabras sobre una página o una pantalla.

La cena de los notables, de Constantino Bértolo (Periférica). Aunque no todo el libro está dedicado a la lectura, hay un capítulo esencial y
que debería ser de obligada lectura, en el que el editor describe los tipos de
lector que para él existen: el que tan solo busca tramas, el que es un
enamorado del lenguaje y el que lee de forma crítica, que es, para
él, el lector ideal. Se puede estar de acuerdo o no con Bértolo y su visión de
la lectura y de cómo debe enfocarse esta, pero es innegable que esas páginas
invitan a pensar acerca de qué tipos de lectores somos, cómo podríamos mejorar
nuestras lecturas, cómo ser más incisivos y convertirnos en lectores tan incisivos como el propio Bértolo. Quizá cada libro reclame más uno de esos
acercamientos descritos por Bértolo y no siempre haya que acercarse a ellos con
la misma disposición, pero el mero hecho de reflexionar acerca de cómo
acometemos la lectura de un libro, qué nos mueve a leerlo y cómo lo leemos, es
ya suficiente como para que comencemos a mejorar como lectores.
Leer con niños, de Santiago Alba Rico (Literatura Random House). Más allá del título y las primeras páginas, en las que Santigo Alba nos cuenta su experiencia de leer a sus hijos libros poco infantiles para dormir o calmarlos, como la Divina comedia, Dostoievski, Kipling… el libro no trata sobre leer con niños, que también, sino más bien trata de reflexionar sobre el acto de leer, sobre la pérdida de la lectura como motor de cambio, la ausencia de pausa y espacio para la lectura, y es que como el propio autor comenta: “La lectura libera, pero también ata a prejuicios y sinsentidos. La lectura entretiene, pero es más entretenido el sexo, la montaña rusa o la televisión. La lectura informa, pero también manipula. La lectura hacer pensar, pero ¿quién quiere pensar?”.
Cómo escribir sobre una
lectura, de Carme Font
(Alba). Este libro lleva por subtítulo Guía
práctica para realizar informes editoriales y reseñas literarias. Se trata
de un libro algo más especializado pero que no es exhaustivo y se centra en los
componentes esenciales de las obras literarias. En cada una pesarán más unos u
otros, pero debemos estar atentos a todos ellos si queremos expresar nuestra
opinión sobre una obra yendo más allá del siempre sencillo «me gusta/ no me gusta». Podemos prestar atención a la
caracterización de los personajes, a la trama, a los arquetipos argumentales,
el ritmo, la estructura, el género en el que inscribiríamos esa obra… Es muy posible que muchos de esos conceptos
nos suenen incluso de cuando íbamos al instituto (que estudiásemos es ya otra cuestión), pero no está de más
recordarlos de cuando en cuando y traerlos a la memoria mientras estamos
leyendo una novela y pensar; ¿por qué me gusta esta obra? ¿Qué tiene o qué es
eso que me aporta y que por el contrario no me aportan otras obras que no me
gustaron o que me dejaron indiferente? El libro incluye algunas secciones más
orientadas a lectores profesionales, a las que tampoco está de más echarles un
vistazo, para aprender qué criterios, aparte de los estrictamente literarios,
sirven para decidir la publicación o la desestimación de un título concreto.
Cómo
hablar de los libros que no se han leído, de Pierre Bayard (Anagrama). Incluir
este libro en una lista de libros que invitan a leer parece casi una broma. Sin
embargo, si algo debe asumir un lector desde que sostiene el primer libro entre
sus manos –aunque la mayoría no llegamos a asumirlo– es que nos será imposible
llegar a leer todo lo que quisiéramos. Esta es la óptica desde la que parte
este original, divertido y, al mismo tiempo, realista ensayo de Bayard, que no
solo parte de esa idea obvia, sino de otra que es también evidente pero que los
lectores tratan de ocultar: todos tenemos lagunas entre nuestras lecturas
(¿aquél libro de Faulkner del que todos hablan y que tú abandonaste a las
veinte páginas? ¿ese mamotreto de Tolstoi que nunca tuviste ánimos para
comenzar? ¿esos poetas magníficos a los que no entiendes por mucho que pongas
todo tu entendimiento en juego?). Bayard nos da algunos consejos, desde su
experiencia personal, para salir con éxito de esas conversaciones en las que
uno quiere pasar desapercibido porque jamás leyó ese libro del que todos
discuten animadamente, pero con dos frases bien pergeñadas repletas de tópicos
y de un conocimiento superficialísimo de la obra, nuestro estatus de grandes
lectores no se verá mermado. Un libro curioso y recomendable que desde aquí
recomendamos –obviamente– sin haberlo leído.
Darse a la lectura, de Ángel Gabilondo (RBA). No cabe duda, y si la hay lo
aclaramos, que uno de los de este blog siente predilección por Ángel Gabilondo,
catedrático de metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid; y es que, cada
libro que publica, cuanto menos hace que se remueva algo dentro de uno y tenga
que cambiar de postura en el sillón. Darse a la lectura son reflexiones sobre
el acto de leer, sobre los libros, sobre los lectores, contra esa falacia que
hoy en día nos persigue para los que leer es algo más que un acto que se lleva
a cabo en los tiempos libres: la inutilidad de leer. Leer no solo es un
entretenimiento, que, por supuesto, también, ayuda a comprender el mundo, y por
tanto a transformarlo. Leer no es algo inútil o una pérdida de tiempo, para
muchas personas (entre las que nos incluimos) es además un modo de vivir.
¿Qué vemos cuando leemos?, de Peter Mendelsund (Seix
Barral). La literatura se caracteriza por esa capacidad para desencadenar
una imaginería única en cada lector y eso es lo que hace que esta sea una de
las actividades más privadas que podamos realizar. Ni el poder ni el chantaje
pueden contra ese acto privado. Incluso aunque alguien nos lea un texto,
nunca será capaz de ver esas imágenes que se forman en nuestra mente. De estas
ideas, y de muchas más, trata este libro de Peter Mendelsund, un reconocido
diseñador de cubiertas. El título es perfecto para lo que se plantea
Mendelsund. ¿Cómo es la imaginería que se crea cuando leemos? ¿De qué depende?
¿Es nítida? ¿Es fiel? ¿Cambia con el tiempo? ¿Influye el propio sonido del
texto en esa imagen? ¿Cómo afectan a esas imágenes que el autor aporte datos
sobre los personajes? ¿Aporta suficientes datos el autor para que generemos esa
imagen mental? ¿Son más importantes las descripciones de escenas estáticas o
los movimientos que se suceden en el libro? Un libro inteligente y que te hará
reflexionar sobre la íntima relación que se establece entre la
imaginación y las palabras.
De oficio, lector, de Bernard
Pivot & Pierre Nora (Trama editorial). Hoy en día los formatos
televisivos se copian sin ningún pudor y contribuyen a esa homogenización que
nos hace sentir a todos personajes del mismo espectáculo sin guion ni sentido. Apostrophes
fue una rara avis por su prestigio más allá de Francia y los territorios
francófonos pero, sobre todo, porque el protagonista no era la cocina, el
crimen o la música, sino el libro, que lucha casi desde los tiempos de Gutenberg
contra su extinción. De oficio, lector ofrece un catálogo arriesgado y elegido
con gran mimo. En él se encuentran los mejores títulos sobre el mundo de los
libros, desde editoriales hasta librerías, contado por figuras de primera fila
como Diana Athill -no se pierdan Stet (vale lo tachado).
Recuerdo de una editora- y Marco Cassini (Erratas. Diario de un
editor incorregible).
La literatura como mentira, de Giorgio Manganelli (Dioptrías). El autor italiano no solo fue un grandísimo escritor, sino además un sagacísimo lector (posiblemente lo primero no puede ser sin lo segundo). En este libro se reúnen algunas de sus críticas a escritores de todo pelaje. En ocasiones se trata de autores relativamente poco conocidos como Firbank, Compton-Burnett, Edwin Abbott o Peacok pero quizá son más interesantes aquellos casos en los que conocemos las obras o a los autores de los que nos habla, como los artículos sobre Los tres mosqueteros, sobre Grandes esperanzas, o las obras de Hoffmann, Lovecraft, Nabokov, Yeats o Lewis Carroll. El volumen se completa con un par de artículos (uno de ellos muy extenso) sobre la labor crítica de Edmund Wilson, que supone un ejercicio teórico-crítico mayúsculo mediante el que destroza y alaba en igual proporción al crítico estadounidense; otro artículo sobre la literatura fantástica, género que será el predilecto de Manganelli, y otro, el que cierra el volumen, con el título que le da nombre: «La literatura como mentira». Leer sus críticas y releer los textos de los que habla es una experiencia maravillosa, pues Manganelli es capaz de mostrar esas obras conocidas por nosotros con ojos nuevos y, de paso, dar una lección de lectura que no viene nada mal.

Leer en el retrete, de Henry Miller (Navona). Si hay un tema que se intenta
evitar más que el de la muerte, quizás sea el de las aguas mayores. Pero como
bien afirma Henry Miller en esta especie de monólogo, hay muchos lectores que
tienen el hábito de leer en el retrete. Pero no nos dejemos asquear por el
título, el libro no es un compendio de temas escatológicos, sino una serie de
reflexiones del autor estadounidense sobre el acto de leer y por qué
leemos.
Todas las listas son injustas, y esta no carece de esa cualidad. Se quedan fuera de la lista lectores mayúsculos, aunque ya sobradamente comentados, como Borges, Nabokov o Szymborska. Esperamos que sepáis perdonarnos la injusticia y la desestimación de esos libros que vosotros consideráis imprescindibles en una lista como esta. Gajes de los creadores de listas.
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