viernes, 22 de julio de 2016

Su pasatiempo favorito, de William Gaddis: ¿estás con él o contra él?

Para algunos treintañeros que no solemos hacer demasiadas visitas a los catálogos antiguos de las editoriales, William Gaddis era desconocido para nosotros –lo sé, un pecado– hasta hace tan solo unos pocos años, más concretamente desde que la editorial Sexto Piso comenzó a recuperar sus obras. Después han desempolvado también a Barth, y otra excelente editorial como Pálido fuego está recuperando a Coover, es decir, algunos de esos autores estadounidenses, junto, por ejemplo, a Donald Barthelme (publicado por Automática en 2013), que eran los que partían la pana allá por los 60 y que han seguido publicando obras maestras casi sin parar. 



La última recuperación de Gaddis por parte de Sexto Piso ha sido Su pasatiempo favorito, con la que el autor se centró en el sistema judicial estadounidense, una forma de negocio como otra cualquiera y que allí es casi religión. Con esta obra, publicada en 1994, que en seguida publicó Destino y que ahora llega a nuestras manos, a Gaddis le concedieron por segunda vez el National Book Award que ya le habían concedido por Jotaerre. En ella nos encontramos con Oscar Crease, un tipo aparentemente intelectual, hijo de un anciano y prestigioso juez, que ha escrito una obra dramática, que es profesor de historia y que comienza a pleitear casi por diversión. No es así, pues sus desinformadas y amargas palabras habitan la obra y sus cambios de humor son constantes a medida que se van desarrollando los distintos pleitos en los que decide involucrarse. En realidad, si uno lo piensa bien, el pasatiempo es el de los estadounidenses, que se meten en juicios como quien echa partidas de parchís con su abuela los fines de semana.

Pero, ¿interesa la trama en un libro de Gaddis? ¿Interesa en Los reconocimientos, en Jotaerre, en Gótico carpintero, en Ágape se paga? No, la trama no interesa, lo que interesa de la literatura de Gaddis, y hay pocos autores que lleguen a alcanzar este logro, son sus ideas y su estilo. La trama es baladí. Podría describirnos otros juicios, situar a los personajes en otro ambiente diferente, incluso podrían hablar de otro modo, y aun así conseguiría transmitirnos sus ideas sobre el sistema judicial estadounidense, una máquina de hacer dinero en la que las personas que deciden pleitear se ven atrapadas en una rueda que no cesa de girar y se convierten en hámsters que saltan de una a otra –los distintos tribunales de apelación e instituciones varias– sin conseguir deshacerse ya de las minutas de los abogados, que es lo que termina por decidirles a llevar hasta sus últimas consecuencias su demanda, pues de otro modo no podrán hacer frente a los honorarios de los picapleitos. Y, por supuesto, por encima de eso, la idea que propone Gaddis desde la primera página: las leyes no imparten justicia, eso es tan solo una aspiración –noble incluso, por qué no– pues en la práctica las leyes no son sino pequeños obstáculos para los que ostentan el poder, apenas un badén que les roza un poquito los bajos del deportivo último modelo. 

Los personajes de Gaddis son alocados, hablan sin parar, en algunos casos sin saber de lo que hablan (el mejor ejemplo en este caso es Oscar Crease), en otros son bienintencionados, como su cuñado Harry, en otros son oportunistas, como Majara Pai, un abogado indio que va a por todas en el mundo de la abogacía, y las hay obsesionadas con la comida y no tan tontas como parecen, como Christina, la hermana de Oscar. Entre tanto, juicios de lo más extravagantes, desde un perro que queda atrapado en una estatua, hasta la iglesia episcopaliana demandando a Pepsi por utilizar su nombre para desprestigiarla, o la acusación de homicidio a un predicador que, mientras bautiza a un niño en un río, una corriente le arranca a este de los brazos y se ahoga. Es decir peripecias de todos los colores que plantean dilemas extremos. 

Con Gaddis ocurre como con Bush cuando se lanzó a derrocar a Sadam: o estás con él o estás contra él. No hay grises cuando uno se enfrenta a su lectura. Pasar por sus obras como quien pasea por un erial es imposible. O acabas amándolo, y decides revolcarte en esos diálogos en los que se cae como quien entra en una fiesta en la que ya todo el mundo está borracho y solo las vas cazando al vuelo poco a poco, o lo odias porque te sientes como en esa otra fiesta a la que te han invitado por compromiso, y tú también has ido por compromiso, y te presentas con tu esmoquin y tus guantes, cuando resulta que nadie te dijo que se trataba de una fiesta hawaiana. Pero es que además Su pasatiempo favorito está repleto de sentencias judiciales que no se resuelven en un par de párrafos, sino que ocupan diez y hasta veinte páginas, también encontramos varias escenas de la obra de teatro de Oscar Crease, locuciones que provienen del televisor e incluso alguna que otra descripción de actos sexuales insertados entre tanta locura. Lo dicho, o uno se suma a la fiesta, comienza a beber y termina poniéndose la corbata en la cabeza, o lo va a pasar mal con Gaddis. 

De sus novelas probablemente Gótico carpintero y Su pasatiempo favorito sean las más accesibles o, más bien, las menos complicadas. En esta última, sin embargo, la longitud echará para atrás a más de uno: casi setecientas páginas en un mamotreto que en otras ediciones podría alcanzar sin problemas las novecientas. Sin embargo, no somos amigos de aterrorizar al lector, sino más bien de invitarlo a la lectura, y en el caso de Gaddis lo hacemos con placer. Pascal decía que ser creyente era una buena apuesta porque si Dios existía, eso que te llevabas, y si no, tampoco habías perdido tanto. Con Gaddis ocurre lo mismo que con Dios, si te aventuras en sus páginas y lo disfrutas, te habrás hecho con un autor para toda la vida, con la seguridad de que cada vez que vuelvas a él pasarán un rato genial; por el contrario, si resulta que a las cincuenta páginas ya no lo soportas, tampoco habrá sido tiempo perdido: siempre podrás poner a caer de un burro a un entusiasta de él, como este servidor. 

Título: Su pasatiempo favorito
Autor: William Gaddis
Traducción: Flora Casas
Editorial: Sexto Piso
Páginas: 696
Precio: 30 eur (rústica)





Fotografías tomadas de www.thisrecording.com


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