Escrito varios años antes de su muerte, Simon Leys dejó en este
particular breviario el mejor de sus testamentos: intelectual, humanista y
literario. Las primeras páginas de este volumen arrancan con un homenaje
absolutamente distinto a la figura de don Quijote y seducen con el reencuentro
con la inconfundible voz de Leys, que a lo largo de toda su vida nunca
traicionó sus principios. El escritor belga fue uno de los primeros
occidentales que se atrevió a denunciar la revolución cultural china y criticó
a todos aquellos que se dejaban seducir por viajes de propaganda organizados
por los regímenes soviético y maoísta.
La columna vertebral de este libro es sin duda su honestidad, un
rara avis en un mundo en el que los intelectuales buscan un apoyo sin
fisuras o el escándalo gratuito. Leys parece al mismo tiempo un hombre de otra
época, casi renacentista, cuyo conocimiento va desde la caligrafía china, la
política del pasado siglo o las vidas de escritores a los que Leys desea
reivindicar como Kipling o Chesterton. Es impetuoso en sus opiniones, a veces
incorrecto. Pero ese embriagador ímpetu tal vez sea consecuencia de su lucha
por presentar la verdadera cara de regímenes autoritarios y por lograr que
figuras, como el Premio Nobel de la Paz Liu Xiabo, no sean condenadas al
silencio.
En este delicioso libro se establece un diálogo mudo con el lector
quien, a través de un disfrute lento de sus páginas, se replantea sus propias
opiniones y es consciente de cuánto queda por aprender. Pero en Leys no hay
arrogancia sino un compromiso con la historia (de manera especial con la china
que ha sido borrada continuamente por los vencedores) y con lo que está por
suceder.
Los amantes de la literatura descubren rostros ocultos de
escritores clásicos: el exilio de Victor Hugo, la mediocridad de Gide o Balzac
o el carisma de Chesterton. Los suyos no son juicios superficiales movidos por
antipatías sino que han sido moldeados por la lectura y el estudio. Leys parece
beber directamente en ese aspecto del confucianismo, convirtiéndose en un
profeta sin discípulos que sabe que la humanidad se resiste ya a ser
adoctrinada por la cultura y el saber.
Leys presenta un retrato desconocido de Confucio y trata de
eliminar del mundo occidental una imagen distorsionada del sabio chino. Los
lectores no pueden dejar de sentirse fascinados por esa nueva versión de un relato
oficial que despierta la dormida curiosidad del ser humano.
Da muestras de genialidad gracias a una
prosa breve, siempre certera, libre de artificios materiales y
pseudointelectuales. No necesita de esos juegos malabares porque, sobre todo,
da primacía a lo narrado. Su filosofía de vida reivindica el amor por la
observación, por la literatura como salvación, por el mar (también presente en
este breviario) como refugio. En sus páginas los historiadores se convierten en
novelistas del pasado y estos en testigos de lo que hay o está por llegar. La
historia se reformula y se libera de la caótica avalancha del ayer. Y al cerrar
este libro, esta maravillosa e inagotable lectura, se extraña más si cabe la
imprescindible voz de Simon Leys.
Autor: Simon Leys
Traducción: José Manuel Álvarez-Flórez & José Ramón Monreal
Páginas: 592
Precio: 36 euros (rústica).
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