Reza la contra de Cutter y
Bone que esta es una obra maestra olvidada. Los lectores lógicamente ya
desconfían de los supuestos redescubrimientos de clásicos que prostituyen
cualquier canon en la literatura. Pero en este caso, no estamos ante palabras
vacías. Cutter y Bone es el perfecto
ejemplo de una ficción que, construida sobre los escombros de una sociedad
fallida, revolucionó la literatura tradicional, la que se encontraba a
años luz del mundo de los veteranos, minorías y white trash.
La guerra de Vietnam trajo consigo consecuencias devastadoras, de
las que Estados Unidos todavía no se ha recuperado, pero también fue el
desencadenante de algunas de las mejores novelas del pasado siglo. Dog Soldiers, de Robert Stone, o Las cosas que llevaban los hombres que
lucharon, de Tim O’Brien, son sin lugar a dudas unas de las más importantes
influencias de autores contemporáneos como Phil Klay, Atticus Lish o Kevin
Powers.
La cubierta de Cutter y Bone
parece asegurar adrenalina a raudales y cumple con creces lo prometido. Pero va
mucho más allá, ofrece a los lectores una profundidad en los personajes, que se
convierten en el punto más potente de este libro. Richard Bone, antiguo
ejecutivo de éxito del Medio Oeste reconvertido en gigoló sin propósito ni
domicilio, y Alex Cutter, veterano que perdió en Vietnam parte de su cuerpo y
el juicio, forman una insólita pareja que iniciara un road trip alucinatorio en el que descubren la verdadera cara de una
sociedad que está demasiado familiarizada con la soledad y el dolor.
Cutter busca un santo grial en forma de chantaje que le devuelva
al menos la ilusión perdida y está dispuesta a dejar de lado en esa búsqueda a
Mo, su mujer, y su hijo. En esa caída arrastra a Bone, quien conserva algo del
sentido común de su insatisfecha vida pasada como padre de familia. Los
diálogos entre ellos (muy bien reflejados por la traducción de Inga Pellisa)
potencian esta insólita e hipnótica trama. Cada página es un paso más dentro de
esas mentes torturadas que solo merecerían hoy en día un disparo en la nuca por
parte de la policía, porque en Estados Unidos esa basura debe permanecer
siempre escondida.
Thornburg analiza la catástrofe causada por cualquier guerra. Ve
más allá de las filas de ataúdes que se acumulan en bases militares y centra su
mirada en el maltrato a los tan jaleados héroes. Pero también, se anticipa al
resquebrajamiento del sueño americano, del que algunos, como Bone, deseó apearse.
Hay en este novela familias fallidas, ricas mujeres que buscan el calor de un
abrazo pagado y la constante espiral de autodestrucción a la que todos se suman
de manera aparentemente consciente. Como si ese suicidio colectivo apaciguara
su propio sufrimiento.
Ojalá los escritores contemporáneos entendieran que un par de
pistolas, droga y la carretera no son ingredientes suficientes para
revolucionar la narrativa más sucia. Newton Thorburg escribió una obra maestra
y creó unos personajes de los que es imposible separarse, no existe en esta
historia una última página.
Autor: Newton Thornburg
Traducción: Inga Pellisa
Editorial: Sajalín
Editorial: Sajalín
Páginas: 386
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