martes, 26 de julio de 2016

A propósito de Georges Perec (I): En Perec no solo hay un par de letras e

Escritor francés, fallecido hace más de treinta años y, sin embargo, contemporáneo como pocos, a Georges Perec (París, 1936-Ivry-sur-Seine, 1982) se le conoce, entre otras cosas, por ser un adicto creador de crucigramas, documentalista en un instituto de Neurofisiología de París, sociólogo, miembro de Oulipo y autor de algunos de los libros más originales del siglo pasado, como uno en el que no aparecía la letra e (La disparition), otro en el que solo aparecía la vocal e (Les revenentes), ese otro que agotaba un árbol de decisiones dicotómicas (El aumento y El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento) y otro que describía (casi) todas las cosas que pasaron ante sus ojos durante tres días en una plaza de París (Tentativa de agotar un lugar parisino).



Hay autores que han pasado a la historia por cuestiones más bien periféricas al núcleo de su obra y, en el caso de Perec, así parece haber sido. Al pobre de Umbral poca gente lo recuerda por haber escrito uno de los mejores libros del siglo xx en España, Mortal y rosa, y sin embargo, todo hijo de vecino es capaz de enunciar ese «Yo he venido aquí a hablar de mi libro»; muchos saben de las curdas de Hemingway, de Lowry o del asesinato accidental de la mujer de Burroughs por parte de este, pero no han leído una sola línea de ellos. Con Perec, ocurre, sin llegar a esos extremos, algo similar. Cuando aparece su nombre habitualmente es para ligarlo a lo exótico de su obra, a sus malabares lingüísticos o los planteamientos previos de sus obras, que es como quedarse dando mordiscos a la cáscara del fruto y no acceder a la pulpa, donde está lo realmente sabroso.

La obra de Perec va mucho más allá del artificio y de la puesta en escena de las constricciones oulipianas. Obviarlas sería una necedad, pero quedarse en ellas sin tratar de ensayar un análisis más profundo de su obra es ceñirse a utilizar uno de esos programas informáticos tan de moda entre los lingüistas que miden el número de palabras diferentes o los signos de puntuación que se han utilizado en un texto pero que nada dicen sobre su significado o sus consecuencias. Y es que para lo que estamos aquí es para reivindicar el valor de la obra de Perec, no solo en cuanto a su concepción formal, sino con respecto a su profundidad temática y sus implicaciones en cuestiones que llegan mucho más allá de lo literario.

Comenzaremos con el que es uno de sus libros más importantes, a pesar de ser de los primeros (o posiblemente, por eso). Las cosas (Anagrama), obra ganadora del premio Renaudot en 1965 fue su primera novela publicada. A nivel formal en ese libro ya se advierten algunos de los sellos de identidad de Perec, como las descripciones minuciosas de objetos, personajes algo desdibujados, más bien arquetipos, e innovaciones como el hecho de comenzar una novela con un condicional, algo poco frecuente. Pero es que además esa novela es una radiografía de la clase media francesa de los años 60 que, por desgracia, sigue siendo la misma que la actual, y expandida a muchos otros países, como España. Jóvenes veinteañeros o treintañeros con una carrera recién terminada, con vagas expectativas laborales y vitales, bien formados, inexpertos e inmersos en un consumismo que no pueden permitirse pero del que aun así participan. Si se quiere leer hoy día un retrato fotográfico de nuestra realidad no hace falta leer a Chirbes, ni a Marta Sanz, basta leer Las cosas y comprenderemos muchos de los males de la clase media (mejor llamada obrera) europea.

Les habría gustado ser ricos. Creían que habrían sabido serlo. Habrían sabido vestir, mirar, sonreír como la gente rica. Habrían tenido el tacto, la discreción necesarios. Habrían olvidado su riqueza, habrían sabido no exhibirla. No se habrían vanagloriado de ella. La habrían respirado. Sus placeres habrían sido intensos. Les habría gustado andar, vagar, elegir, apreciar Les habría gustado vivir. Su vida habría sido un arte de vivir.

Otro de sus mejores libros es Un hombre que duerme (Impedimenta), una de sus obras maestras, aunque con frecuencia olvidada entre su producción. Se trata de un texto existencialista llevado al extremo. Un joven que un buen día decide no acudir a un examen y abandonarse a la mera existencia, al hecho de existir por existir, un cierto camino hacia la nada pero desde la existencia. Se aísla de su familia, de sus amigos, los otros no son sino individualidades, como él mismo, con los que poco o nada tiene que ver. Es también una obra que parte desde una concepción social de aquel de quien se espera mucho y que, sin embargo, es incapaz de ofrecer nada. El personaje advierte esa contradicción que supone vivir, esforzarse, ser, para, tan solo, llegar a la muerte como cualquier otro. Un texto imprescindible de Perec para el que también escribió un guion de cine.

Otro de esos textos que un buen lector no puede perderse es Especies de espacios (Montesinos), una descripción, en orden de tamaño, de menor a mayor, de los distintos espacios que habitamos. Comienza en la página en blanco y se extiende hasta el infinito, pasando por la habitación, la casa, el barrio o ese concepto tan complejo que es la nación. Partimos, de hecho, de una frase del prólogo que define la idea de la obra, y que debería estar inscrita a fuego en la mente de cada uno de nosotros: «Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible por no golpearse». A partir de esta premisa se establece una relación entre la persona (ya sea el autor o el propio lector) con los espacios que habita, e incita a la reflexión sobre los espacios no referidos ­–el lugar de trabajo, la escuela, la universidad, la tienda en la que compramos el pan cada día–, es decir, esos espacios cotidianos que no son obstáculo sino una prolongación más de nuestro cuerpo, en los que ya nada se escapa a nuestros sentidos y no hay impedimento alguno para nuestros gestos.

John O´Keefe descubrió en 1974 las células de lugar. En 2005, el matrimonio compuesto por May-Britt y Edward Moser y los estudiantes de su laboratorio describieron las células en red en ratas que se movían en distintos espacios. Estas células, las de lugar y en red se encargan de que no nos perdamos en el espacio, nos sitúan en él, crean un mapa que nos ayuda a posicionarnos en la nada. Especies de espacios no es un relato, tampoco una enumeración aleatoria o meramente ornamental, es un reflexión profunda sobre nuestra relación con lo que nos rodea, es la voz de nuestras células de lugar y en red. Perec expande así la geometría al campo literario, la define con otros parámetros, sociológicos, antropológicos y, por descontado, artísticos.

Llegamos al más íntimo y desgarrado (si es que con Perec podemos hablar alguna vez en esos términos) de sus libros, que es W o el recuerdo de la infancia. Se trata de una biografía de sus primeros años, nada exhaustiva –la memoria nunca lo es– en la que entra de lleno en sus orígenes judíos, la muerte de su padre en el frente de la segunda guerra mundial y la de su madre y sus abuelos en un campo de concentración nazi. Perec no podía escribir un relato sensiblero, por lo que intercala el relato de su infancia con el de una civilización que vive en una isla cercana a la Tierra de fuego en la que es muy patente la idiosincrasia nazi del superhombre. No hay lamentos del autor en el libro, tan solo un inventario de recuerdos en los que lo subjetivo apenas se cuela para informarnos sobre la fragilidad de dichos recuerdos y centrarse en la descripción de algunas fotografías que aún conserva. No busca culpables y no exige castigos. Se ciñe a construir una obra en la que la literatura sirve al fin de hacer explícitas sus vivencias sobre una hoja de papel. Posiblemente se trate del libro más íntimo y hermoso –sí, he escrito hermoso– del autor francés.

Por último, nos detendremos en su obra maestra, La vida instrucciones de uso, título que da nombre a nuestro blog, por si alguien no lo había advertido a estas horas. Obra maestra porque es la mejor de sus obras y porque lo es en términos absolutos. Leer cualquiera de las obras de Perec es una experiencia inédita en dos sentidos. El primero, obvio, es que se está leyendo una obra que no se ha leído antes (es decir, un argumento de perogrullo); el segundo, que la mayoría de sus obras son absolutamente originales desde un punto de vista formal y, en esta que nos ocupa, ese carácter inédito en lo formal tiende a lo barroco. A Perec le concedieron el premio Médicis en 1978 por la publicación de esta novela. 

La vida instrucciones de uso es un compendio de todas sus obras anteriores, es algo así como el resultado de toda una vida literaria al servicio de una obra final (sin ser su obra final). Es una reflexión sobre la necesidad (utilidad, si se quiere) del arte, una novela sociológica, una elegía de los objetos inanimados que nos rodean de forma consuetudinaria, un ejemplo de diversas constricciones al servicio de una novela y una lección de escritura que ningún taller literario es capaz de enseñar. La virtuosidad al servicio del ingenio. Se trata de una novela coral en la que Perec describe las peripecias de los habitantes de un edificio, como la Rue del Percebe de Ibáñez pero poniendo en juego mil y un artificios imposibles de enumerar (para los aficionados a Perec, hay que decir que se publicó, en francés, un gran libro que contiene muchos de los secretos de esta obra, que incluye páginas manuscritas y muchas otras sorpresas). En esas descripciones hay dramas, misterios, vidas anodinas y un millonario que decide iniciar la empresa de su vida: pintar una serie de acuarelas en diferentes localizaciones, crear puzzles a partir de ellas y después desvanecerlas, como si nada hubiese ocurrido.

Su última novela publicada en vida, El gabinete de un aficionado, es una suerte de apéndice La vida instrucciones de uso en la que el hijo de un millonario saca a subasta una colección de cuadros que pronto alcanza enorme resonancia y por la que se puja con denuedo, todo ello motivado por un gran cuadro que los contiene a todos. No podemos seguir con el argumento porque sería descubrirlo. Sin embargo, en esta obra está ese espíritu descriptivo hasta el trampantojo tan propio de Perec y que en esta obra, y en La vida instrucciones de uso, alcanza sus mayores cotas.

No nos quedemos por tanto con el Perec de las artes combinatorias, con el fullero, con el jugador letrado, quedémonos con el intelectual, con un escritor que empleaba formas inéditas para cuestionar el modelo social, para retratar la inutilidad del arte, pero haciendo arte. Quedémonos con que en Perec no hay solo un par de letras e.

Continuará...

3 comentarios:

  1. Uau! Un artículo excelente, espero con ansia el próximo.

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  2. Muchas gracias, Núria, esperamos que el resto de los que hemos publicado hayan estado a la altura :)
    Por cierto, gusto saber de alguien a quien, suponemos, le gusta Perec.
    Un saludo.

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  3. Brillante. Muchas gracias por este gran artículo. Qué grande Perec. Abrazo

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