Si
algo bueno tiene la Feria de Madrid, aparte de la cantidad de libros por los
que nos vemos tentados, es que muchas de las plumas (sabemos que hoy en día se
escribe a ordenador, pero nos gusta la imagen de la pluma y el tintero) a las
que leemos se suelen presentar a firmar con su editorial o librería amiga, o
simplemente vienen a dar una vuelta por esta zona de El Retiro; y no solo eso,
sino que algunas de ellas acceden a dejarse entrevistar por nosotros. Este es
el caso de Sara Mesa, que se prestó amablemente a que la abordásemos con nuestras preguntas sobre sus novelas y su evolución como escritora.
P: Hemos leído que tuviste un encuentro
tardío con la escritura, ¿qué piensas de esos autores precoces a los que tal
vez les falten experiencias?
R: No se puede generalizar, hay personas
que comenzaron a escribir jóvenes y han hecho cosas buenas. Pero partiendo de
eso, sí creo, al menos en mi caso, que primero hay que vivir y luego escribir,
la narrativa necesita una madurez en la mirada que normalmente te la aporta el
tiempo. También creo que hay algo insano, cuando eres joven y estás aprendiendo
a escribir, en formar parte ya del círculo literario, porque te puede
estropear. Hay mucha gente que lo que quiere es ser escritor, pero no quieten
tanto escribir, y eso se nota.
P: ¿Qué te llevó a la escritura en ese
momento particular de tu vida?
R: No lo sé, porque nunca tuve una
vocación clara de escribir. Sí que me gustaba mucho leer y leía mucho (lo
continúo haciendo). Creo que llegó un momento en el que confluyeron las
lecturas con mis propias experiencias y tuve la necesidad de contar y fue
saliendo. Y la verdad que una vez que he empezado ya no puedo parar (risas).
P: En varios de tus libros hablas de la
infancia y de la adolescencia, de esos cambios que traen a la vida de las
personas. Vemos en Mala letra un
retrato incómodo y certero de ambos periodos. ¿Qué te lleva a que sean unas
constantes en tus libros?
R: Son constantes ahora, en los
primeros escritos no. Creo que hay determinados momentos de la vida que se mira
más hacia atrás, incluso hay momentos en los que me sobrevienen recuerdos de
cuando era niña que había olvidado. Ahora mismo me interesa más ese periodo,
que como comentaba, quizás se deba al momento vital en el que estoy. Ahora sé
quién soy y quiero saber por qué soy cómo soy, y esa mirada no la tenía antes,
la estoy empezando a tener ahora. De hecho es curioso que muchos autores han
tratado el tema de la adolescencia y la infancia siendo ellos bastante mayores.
P: En Estados Unidos, por ejemplo, los
mejores relatos actualmente son escritos por mujeres (como en su día hicieron
autoras como Flannery O’Connor o Katherine Anne Porter), ¿a qué crees que se
debe esa especial relación de las escritoras con los relatos? Mariana Enriquez,
Samantha Schweblin
R: No sé si hay predilección de la
mujer por el cuento, lo que sí puede ser es que últimamente hay una mayor
sensibilidad por lo que escriben mujeres, porque las hay muy buenas. De hecho,
últimamente he leído algunas autoras de cuento que son tremendas, como por
ejemplo Lucia Berlin.
P: ¿Cuándo nació Cárdenas, en Cicatriz o en Nosotros, los blancos?
R: Cárdenas viene de Un incendio invisible, una novela que
publiqué hace unos años, aunque luego también aparece en Cuatro por cuatro. Es un espacio que me sirve para situar la
historia sin que tenga que ceñirme a una realidad, porque hay una cosa que me
da mucha rabia, y es el típico lector que te comenta: «Si en ese año estaba tal
bar abierto no podía estar abierto ese otro». Así que decidí crear un espacio
propio. Pero ahora Cárdenas se ha vuelto contra mí, porque yo inventé esos
espacios para no tener que ceñirme a una realidad, y ahora hay gente que me
pide coherencia entre la Cárdenas de Cuatro
por cuatro y la de Cicatriz, por
ejemplo. Así que he caído en mi propia trampa (risas).
P: Muchos de tus textos hablan de ciudades
imaginarias pegadas a la realidad al igual que hace Pablo Gutiérrez. Ambos
realizáis denuncia social. ¿Qué similitudes o puntos de encuentro crees que
tenéis en común?
R: Curiosamente estuve hace poco con él
y estuvimos hablando justamente sobre esto. Es cierto que nuestro estilo y
nuestros puntos de vista son completamente diferentes, pero hay una cercanía en
la mirada, y él también me lo ha dicho. Yo creo que esto viene porque somos los
dos del mismo año, con una educación similar, nuestros orígenes
socio-culturales son muy parecidos también, los dos nos hemos criado en barrios
obreros, y eso produce una sensibilidad común. La verdad que es uno de los
escritores con los que me siento cercana.
P: Has dicho que si haces algo grande lo
harás dentro del cuento. ¿Qué te ofrece el género del relato? ¿Por qué te
encuentras más cómoda en él?
R: He escrito novelas y cuentos y
reconozco que me encuentro más cómoda en el cuento. Creo que para mi manera de
escribir, que trabajo mucho las elipsis, por el tipo de lenguaje que utilizo,
encajan muy bien con el cuento. Una novela me cuesta más trabajo, y no por el
hecho de que sea más larga, sino porque me cuesta más mantener una tensión
interna, porque no soy de las que piensan que en la novela está todo permitido,
y puedes permitirte licencias en la tensión argumental.
P: ¿Crees que la novela o el cuento ha de
ser siempre social, político?
R: Toda literatura de alguna forma es
política, lo que ocurre es que el alcance de lo político está muy difuso. Por
ejemplo, Vila-Matas argumenta que Kafka es un escritor político, y
efectivamente, si hoy en día te lees El
proceso o algún otro de sus escritos tienen cabida en la política de hoy en
día; y por otra parte, hay escritores que hacen libros políticos más
inmediatos, más apegados a la actualidad. A mí, personalmente, me gustan más
los primeros, en los que su alcance es mayor, digamos que son libros que tienen
cabida en la actualidad política de varias generaciones, sin embargo los
segundos están muy cercanos al momento.
P: ¿Cuándo escribes tienes presente al
lector? ¿Buscas su incomodidad con ciertas situaciones, personajes o narradores
que le hagan no solo disfrutar de la lectura sino hacerse preguntas?
R: No pienso en el lector nunca cuando
escribo; cuando voy a publicar sí, es más, me preocupa bastante, no el hecho de
que los textos vayan a gustar o no, sino, si se van a entender. Tampoco busco
generar sensaciones incómodas, pero al final transmito mis sensaciones cuando
escribo. Para mí la escritura es un cauce de expresión, donde muchas veces
salen mis preocupaciones, obsesiones, pequeños traumas…, y eso cuando lo escribo
se plasma en el papel.
P: ¿Qué evolución ves en tus libros que
empezaste a escribir y a ser publicada? ¿Hay algún cambio consciente o son
todos producto de una evolución natural?
R: Sí hay cambio. Es una evolución
natural. Lo que es curioso, y esto lo ve más la gente de fuera, es que la Sara
de hoy estaba ahí. Herralde por ejemplo me lo comentó: «Ya existía una proto-Sara
en los primeros escritos». Y si tuviera que definir mi evolución, diría que mi
escritura ha evolucionado hacia historias más directas. Cuando comencé era más
miedosa, me daba respeto hablar y nombrar ciertas cosas, por eso durante mucho
tiempo utilicé más alegorías y rodeos; pero a partir de Cicatriz creo que arriesgo más, soy menos simbólica, y reconozco
que es más difícil.
P: ¿Qué títulos nos recomiendas?
R: Recomiendo leer a Lucia Berlin y
Mariana Enriquez, dos libros de cuentos diferentes, pero excepcionales.
Primera fotografía tomada de ABC.
Segunda fotografía propiedad de Lupe de la Vallina.
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