¿Podría crearse hoy en día una publicación como The New York
Review of Books? Tristemente todo indica a que la respuesta sería un claro no. The
New York Review of Books es, incluso dentro del periodismo estadounidense, una
rara avis. Con una línea editorial absolutamente consecuente y original se
distancia de otros medios que apuestan por artículos carentes de profundidad y
que huyen de claros posicionamientos.
Este sueño impulsado en 1963 por Elizabeth Hardwick, Robert
Lowell, Bob Silvers y Barbara Epstein nació, en
palabras del propio Silvers, en el momento perfecto, en plena huelga de
periódicos neoyorquinos, protesta que les permitió lanzar una revista bimensual
sin apenas presupuesto. Sus más de mil números han marcado a varias
generaciones no solo en Estados Unidos. Por ello, cincuenta años después, Martin Scorsese quiso homenajear a su publicación de
cabecera, plasmar el pulso intelectual y político de su línea editorial y la
fuerza de su equipo, transmitir de alguna manera lo que el colaborador y escritor
irlandés Colm Toíbín denomina al hablar de TNYRB como la sensualidad de las
ideas.
Epstein y Silvers, anterior editor de Vanity Fair, Harper's y The
Paris Review, deseaban transmitir una particular visión del mundo
desde la literatura. Su amor por los libros convenció a los grandes popes de la
crítica como Edmund Wilson y Harold Bloom que comenzaron a escribir para la
revista. Décadas más tarde se creó la editorial del mismo nombre, que se ha
convertido en menos de veinte años en uno de los sellos de más prestigio dentro
de Estados Unidos. A ellos se les debe la recuperación de obras
como Stoner, de John Williams, una
joya más dentro de un catálogo que es el sueño de cualquier editor.
Scorsese y David Tedeschi, codirector de The 50 Year Argument, realizan una suerte de ensayo
cinematográfico siguiendo las pautas que caracterizan a The New York Review of
Books. El espectador no solo alcanza a descubrir las tripas de la publicación,
que afortunadamente parece haberse detenido en el tiempo en ciertos aspectos,
sino que también conoce la singular mirada de la revista sobre los
acontecimientos más controvertidos del pasado siglo XX y del principio del XXI.
Desde la muerte de Barbara Epstein en 2006 Silvers capitanea en
solitario la revista e intenta formar a las nuevas generaciones en el respeto
por el verdadero periodismo, aquel que revolucionó en los años cincuenta y
sesenta Estados Unidos. Scorsese y Tedeschi entrevistan a varios de los
intelectuales que han escrito durante décadas para la revista. La fallecida
Susan Sontag, una de las voces más valientes de la izquierda americana del
pasado siglo, Joan Didion, Janet Malcolm, Mary McCarthy son algunas de las
mujeres por las que apostaron Silvers y Epstein en un tiempo en el que, incluso
en The New Yorker, las novelistas y periodistas parecían condenadas a escribir
relatos y artículos cómodos para el establishment.
Didion cuestionó, entre otros temas, la versión oficial de un
crimen del que habían acusado a un grupo de adolescentes afroamericanos.
McCarthy, íntima amiga de Hannah Arendt, quien también formó parte de TNYRB,
viajó a Vietnam para realizar unas potentes crónicas sobre la guerra que forman
ya parte de la historia del periodismo. El documental muestra cómo ese mismo
espíritu combativo en permanente búsqueda de la verdad –que tan bien encarna su
colaborador Noam Chomsky, la voz más incisiva de Estados Unidos- sigue vivo.
Los enfrentamientos entre sus escritores han generado algunas de
las discusiones más interesantes de las últimas décadas. El siempre incómodo
Norman Mailer llegó casi a las manos con Gore Vidal por la liberación femenina.
Esa discusión de 50 años, como bien dice Scorsese, a veces se acalora pero
posibilita algunos de los mejores debates sobre literatura, política,
sociología que se pueden dar hoy en día.
Al igual que se heredan bibliotecas muchos lectores transmiten a
sus hijos el amor incondicional por la revista. Michael Chabon es uno de esos
herederos que desean mantener el espíritu de The New York Review of Books ya
que, en palabras de Bob Epstein, "las revistas no cambian el mundo, pero ayudan a
crear ideologías".
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