Jorge Herralde ha sorprendido en este primer semestre con la
publicación de dos libros de cuentos, género al que las grandes editoriales
parecen tratar siempre como el pariente pobre y feo. Mariana Enríquez ha aterrizado en España con Las cosas que perdimos en el fuego, su aplaudida incursión en el género del terror que la confirma como una Shirley Jackson porteña.
Apenas un año más tarde de la publicación de su última novela Sara
Mesa presenta una colección de relatos en los que la influencia de Cicatriz es innegable. Pero lejos
de convertirse en una repetición de lo ya explorado o una recreación
de paisajes ya conocidos, como la ciudad ficticia de Cárdenas, Mesa redondea a
la perfección lo que era una interesante promesa en su anterior novela.
Este es, sin lugar a dudas, uno de los mejores libros de
cuentos escritos en castellano en los últimos años. Con un comienzo
electrizante Mesa toma de la mano al lector, que encadena uno y otro relato
como si de una novela se tratase, ya que todos parecen formar parte de la misma
narración sobre un mundo doloroso y solitario. El final del volumen pierde levemente el pulso pero no impide que al cerrar el libro uno quede con la sensación
de haber disfrutado de algo fuera de lo común.
Tras leer Mala letra me convence más la Sara Mesa de las distancias cortas. En estos cuentos, tratados con una sensibilidad exquisita,
potencia todos y cada uno de los personajes. Funcionan los narradores,
omniscientes y en primera persona. Mesa elige con precisión casi de cirujano
cada una de las palabras, de los giros que muchas veces acaban convirtiéndose
en puñetazos en las tripas lectoras.
Con estos cuentos Mesa confirma que es una gran narradora de la
soledad humana, de la voracidad de las grandes ciudades, de la apatía con la
que nos tratamos. Salvando las evidentes diferencias de estilo Mesa emparenta
con la narrativa de Pablo Gutiérrez y ambos se convierten en los mejores
cronistas de sociedades fracturadas en localizaciones imaginarias. Mármol, Apenas unos milímetros, Creamy
Milk and Crunchy Chocolate, Nosotros, los blancos o Papá es de goma son cuentos que piden a gritos una relectura.
Con esta mala letra, referencia tomada del estremecedor relato Mármol, Mesa presenta una mirada aguda y
poco convencional que ahonda en lo más profundo de lo aparentemente visible.
Esa mirada descarnada y valiente funciona especialmente a la hora de retratar a
los niños y a los jóvenes y de construir narradores incómodos que despiertan al
mismo tiempo la antipatía y la reflexión de los lectores.
Mala letra es un ejemplo de la narrativa que Anagrama debería recuperar en su catálogo, hoy en día demasiado italianizado. A veces la mejor estrategia es algo engañosamente simple: regresar a los orígenes.
Autora: Sara Mesa
Editorial: Anagrama
Páginas: 191
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