sábado, 23 de abril de 2016

Recomendaciones para el Día del Libro 2016

No estamos a favor del Día del Libro, sobre todo porque pensamos que todos son los días del libro. Sin embargo, si este día ayuda a que personas que nunca pisan una librería se acerquen a ella, si permite que los libros salgan a las calles, que se hable de ellos por un día y que haya conferencias, librerías abiertas hasta las tantas y firmas de autores, entonces bienvenido sea.

A nosotros no nos gusta el Día del Libro pero nos sumamos a esos miles de webs que durante estos días os han martirizado con los libros que os tenéis que comprar hoy. Aunque como vamos contracorriente no os vamos a recomendar las últimas novedades (ese Gaddis, esa Angelika Schrobsdorff, ese Alan Heathcock) sino que nos centraremos en libros que nos gusten de todas todas, de esos que regalaríamos sin pestañear, a pesar de los lloros y súplicas del obsequiado. Y, sobre todo, os los recomendamos atendiendo a esa persona difícil y con un carácter psicológico muy marcado. Aquí van nuestras recomendaciones...

Para el realista

Las cosas, de Georges Perec (Anagrama; traducción: Josep Escué): la historia se repite, o tal vez es que en España vamos un poco tarde con respecto al resto, pero Perec, ya en el año 1965, describió a la perfección la sociedad de nuestros días. Mucho Chirbes, mucha Marta Sanz, pero si alguien se quiere dar un chapuzón de realidad desde un punto de vista sociológico impecable y acompañado de la prosa mayúscula de Perec, este es su libro:

"Así soñaban los benditos imbéciles: con herencias, el gordo de la lotería, las quinielas. Desbancado Montecarlo; una cartera olvidada en una red en un vagón desierto; fajos de billetes grandes; un collar de perlas en una docena de ostras. O bien, un par de sillones Boulle en casa de un labrador analfabeto de Pitou".


Para el disconforme patológico

Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard (Anagrama; traducción: Miguel Sáenz). Si hay un disconforme por excelencia en la literatura, ese es Thomas Bernhard. Sea desde una pose un tanto artificial o no, su capacidad para irritar al lector y llevarlo por el camino de la disconformidad es indudable. Un tipo que se enfrentó a su país, con el que no hubo reconciliación posible, y que en estos relatos menos autobiográficos de lo que sugiere el título y en los que, sin embargo, es más Thomas Bernhard que nunca. Regaládselo al quien no lo haya leído nunca. Leer a Bernhard por primera vez es una de esas experiencias que hay que celebrar por todo lo alto. Después, lo odiarán o lo amarán, pero lo que es seguro, es que nunca lo olvidarán.


Para los pacientes risueños

Vida y opiniones del caballero Tristam Shamdy de Laurence Sterne (Cátedra; traducción: José Antonio López de Letona). Nunca sabremos qué tiene Irlanda para que hayan salido de allí varios de los genios de la literatura: Laurence Sterne, James Joyce, Oscar Wilde o Samuel Beckett. El primero fue un precursor de muchos de esos recursos literarios que a algunos sorprenden hoy y que él inventó sin despeinarse. Es el genio de la digresión, y es que este libro es una digresión permanente, una descripción de una vida que se le va de las manos, una prueba para el lector y un deleite para el paciente. No hay nada prescindible en él, ni siquiera la famosa página en negro que tendréis que descubrir durante la lectura. No hay que irse de este valle de risas sin haber leído a Sterne.


Para los inconformistas

A pesar de asegurar que no íbamos a recomendar novedades vamos a desdecirnos porque el libro del que hablamos está destinado a convertirse en un clásico y porque la responsabilidad de que no hayamos conocido antes a su autora ha sido de la industria editorial que mantuvo inexplicablemente sus relatos en un cajón durante demasiados años.

Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara; traducción: Eugenia Vázquez Nacarino) ha descubierto a los lectores de todo el mundo a una de las mejores escritoras de relatos del siglo XX. Admirada por Lydia Davis y comparada con Carver, Grace Paley, Lorrie Moore o incluso Munro, Berlin está más cerca del realismo sucio y tiene una mayor frescura que el protegido de Gordon Lish.  Es inútil englobarla en movimiento o generaciones, cuando si algo hizo Lucia Berlin fue vivir a su manera sin rendir cuentas a nadie.

Los relatos de Manual para mujeres de la limpieza están unidos por un fuerte hilo común. La sensibilidad de Berlin está presente en cada uno de ellos y esa unidad forma una involuntaria biografía. Se presenta a ella misma en todas sus facetas. Y no se avergüenza de la compañía de indios, enfermos, alcohólicos, chicanos o negros. Además de esa marcada nota intimista Lucia denunció por medio de su escritura problemas endémicos de la sociedad estadounidense. La brutalidad policial, el racismo o el vergonzoso sistema de salud de Estados Unidos. No se pierdan uno de los grandes acontecimientos literarios de este 2016 que, al contrario que otros muchos, no caerá en el olvido.


Para los amantes de los clásicos interminables 

Uno de los libros que uno de nosotros más veces ha regalado. Si no han leído todavía Los Maia (Pre-Textos; traducción: Jorge Gimeno Cuspinera) o conocen a alguien que no lo haya hecho, póngale inmediatamente remedio. Pocas veces uno encuentra en la vida lectora una novela de estas características. Eça de Queirós acompaña a los Maia durante tres generaciones y en este lapso de tiempo no solo se ve el declive de una familia sino también el de una forma de vida. Se radiografían las costumbres de una clase social, su diletantismo, sus logros, su caída, su esnobismo, su relación ambivalente con la cultura. Una clase que se aferra al siglo XIX antes de que la modernidad acabe con todos sus derechos y beneficios.

Después de terminar su lectura queda en el recuerdo otra Lisboa, alejada de la eterna influencia de Pessoa. Queda también Sintra y sus palacios. En sus páginas hay saudade y pasiones prohibidas, que dieron pie a duras críticas.

Comparado con Balzac, con Flaubert o con Zola, en Los Maia Eça de Queirós escribe su mejor prosa. Un despliegue estilístico durante casi mil páginas que contribuye a dar aún más brillo a Portugal y los miembros de esta familia. Su subtítulo, Episodios de la vida romántica, alude a una moda que había sobrepasado ya el ámbito de la cultura para influir en distintas capas sociales. Eça de Queirós anticipándose a su desaparición satirizó ese romanticismo imperante. Sería interminable enumerar cada una de las virtudes de Los Maia, de la que puede afirmarse sin rubor alguno que es la mejor novela de la historia de la literatura portuguesa.  


Para los curiosos 

No todo va a ser apostar por escritores muertos sino también por nuevos talentos. Xordica publicó una de las mejores novelas del pasado año, El reverso de los demás, de Kaouther Adimi (traducción: Aloma Rodríguez), quien regresa en este libro al mundo de las azoteas, de las pequeñas tiendas, de las ventanas, que hace décadas descubrió Naguib Mahfuz al mundo occidental. El Cairo es sustituido por Argel, ciudad agresivamente blanca a la que sus propios habitantes ya no encuentran encanto alguno, quienes tan solo sueñan con viajes en barco que les alejen de ese lado del Mediterráneo.

La columna vertebral de este breve libro son tres hermanos que viven sus particulares catarsis aislados unos de otros pero encerrados en los mismos escasos metros cuadrados. Cada uno de los tres presenta una faceta distinta de la conflictiva Argelia. La envidia y la eterna crítica de los vecinos del barrio son el fiel reflejo de la incomprensión de un país entero. Adimi centra cada uno de los capítulos en distintos personajes. Jóvenes descarriados, hijas únicas que prefieren las fantasías a los dramas de sus padres, hombres enloquecidos por amar demasiado, madres con tiránicas esperanzas puestas sobre sus vástagos.

Con una prosa limpia, honesta, que redondea en cada uno de estos cortos apuntes biográficos, Adimi presenta un durísimo retrato de un país del que nadie espera ya demasiado. Huye de profusas descripciones de paisajes o costumbres y, aun así, consigue sumergir al lector en un barrio argelino sin que este necesite conocer el olor de las calles o el aspecto de los edificios. Logra contar de manera profunda y contenida una sólida historia hecha de dolorosos retales.


Para los de aquí (aunque ya no estén)

Qué puede surgir de un plantel en el que un humorista que ha perdido la gracia, un ex jugador del Real Zaragoza, un pareja de actores porno en decadencia, una dueña de pensión con el deseo de ser como su amada Marisol, y un ex soldado persigue a su hijo porque ha perdido su vida jugando a las cartas. Nada más ni nada menos que Discothèque, una novela coral de Felix Romeo, nacida cuando el autor estuvo en la cárcel por insumisión, que nos muestra las relaciones y avatares de estos peculiares personajes. Podríamos haber elegido cualquiera de las otras tres novelas del escritor zaragozano (Dibujos animados, Amarillo, Noche de los enamorados) y habríamos acertado igualmente recomendando una magnífica novela.


Decían de Félix Francisco Casanova que era el Rimbaud español. No estoy de acuerdo. Yo más bien diría que Rimbaud fue (suponiendo la existencia de los viajes en el tiempo) el Felix Francisco Casanova francés. El escritor canario nos abandonó pronto, a los veinte años, pero antes de irse nos dejó una novela (El don de Vorace), su diario (Yo hubiera o hubiese amado), pero sobre todo, sus poemas. En el poemario Cuarenta contra el agua Francisco Javier Irazoki selecciona varios de los poemas de Casanova para obsequiarnos con una antología poética del autor de La Palma.




A veces hay que volver para darse cuenta de que nuestro presente no es tan especial como creemos; si no me creen cojan algunos artículos de Mariano José de Larra y lean, lean. Se encontrarán una España muy parecida a la de hoy en día, una España de la imagen, del chanchulleo, de la hipocresía, de la fiesta; y escritores, como el propio autor, que ya se quejaban, como ocurre en nuestros días con el cine e internet, de que la gente en lugar de leer iba al teatro, ¡qué desfachatez! No somos tan singulares, le pese a quien le pese, le duela a quien le duela: siento ser portador de tan malas noticias.

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