
Las distopías suelen representar sociedades poco deseables, incluso a veces apocalípticas, para de alguna forma, protestar contra las políticas sociales que se llevan a cabo en el momento en el que estas obras son publicadas. Es decir, estos mundos antiutópicos son consecuencia de las prácticas presentes. De ahí que las novelas de las que hablamos fueran escritas en momentos muy particulares: Un mundo feliz (1932), creada en el periodo de entreguerras y muy próxima a la Crisis del 29 que convulsionó a los Estados Unidos; 1984 (1949) y Farenheit 451 (1953), escritas después de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría (Orwell incluso llegó a participar como combatiente en la Guerra Civil española); y V de Vendetta (1982-1988), publicada en pleno periodo de la llamada «segunda Guerra Fría» y como respuesta al gobierno de Margaret Tatcher. Por tanto, ¿qué mundo podían mostrarnos sus autores? Desde luego, no mundos utópicos como el creado por Tomás Moro.
Veamos, sin embargo, qué tienen en común estas cuatro novelas. Destacan tres aspectos comunes: la visión pesimista del mundo; el compromiso político y social de los autores; y el tiempo. Y esto nos lleva a una pregunta que creemos muy procedente: ¿por qué estos libros continúan siendo tan actuales y nos continúan impactando? Posiblemente porque no solo importa el tiempo que muestran y el presente desde el que son leídos, sino también el tiempo que han pervivido y las inquietudes que mueven al ser humano.
Los griegos distinguían tres «tiempos»: un tiempo en el que se nace y se muere, continuo, que contiene presente, pasado y futuro, el tiempo de los relojes, el de la duración de una película, y que estaba representado por el dios Kronos; otro tiempo que es oportunista, el instante único y que no volverá a repetirse, ese momento en el que, por ejemplo, estalló la Segunda Guerra Mundial, un tiempo representado por Kairós, que es escurridizo, un tiempo ligado a convenciones; y el tercero es eterno, representado por Aión, niño y viejo a la vez, el del eterno retorno que nos hablaba Nietzsche, el de las estaciones, porque en invierno todo se marchita pero retorna a la vida en primavera.
Estas tres temporalidades griegas si destacan en algún tipo de libros por encima de otros es en de las distopías, porque el tiempo cobra gran importancia, no solo en la trama, sino en el conjunto de lo que representan: su fecha de publicación está establecida por Kronos, 1932 o 1953; momento en el que los libros comenzaron a existir, el espacio de Kairós que debemos convenir y convenimos. Pero si uno de los tres tiempos cobra importancia por encima de los otros dos es el del dios menor Aión.
Estos libros muestran un mundo futuro. Un mundo que al lector que los leyó desde el tiempo presente en el que fueron publicados le conectarán con el libro simplemente por su proximidad socio-cultural, pero, ¿qué sucede con los lectores que hemos leído estos libros desde ese mundo que representan o en una etapa posterior? Pues que también conectamos con ellos por culpa de ese dios, Aión, porque aunque fueron escritos en unas condiciones determinadas (Kairós), y nos hablan de un tiempo futuro (Kronos), las preocupaciones de ese animal social racional son las mismas, son eternas en el ser humano, envejecen o rejuvenecen, pero no mueren. Una de estas preocupaciones es la de estos libros: podemos cambiar los espacios y nuestras formas de vida, pero siempre nos inquietará lo desconocido, nuestro futuro.
Pero no solo por estos motivos son estos libros tan actuales, porque también las grandes obras de arte o las novelas clásicas lo son, porque el dios Aión así quiere y los hace eternos. Las distopías, estos libros que muestran mundos poco deseables, quizás son tan actuales no solo por ser clásicos de la literatura, sino también porque el mundo que nos muestran es cada vez más presente.
Autor: Aldous Huxley
Editorial: DeBolsillo
Páginas: 256
Precio: 9,95 eur (rústica)
Autor: George Orwell
Editorial: DeBolsillo
Páginas: 352
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