miércoles, 13 de abril de 2016

La buena salud de las editoriales argentinas

El declive de los sellos tradicionales avanzó a igual paso a ambos lados del océano. Muchos “publicadores” (publishers) de los grandes grupos comenzaron a utilizar con cierto desprecio el calificativo de independientes para referirse a sellos de menor tamaño. Los Penguin Random House Mondadori, Planeta, y hasta Anagrama, reivindican una independencia ficticia y juran, con poco poder de convicción, no dar prioridad a los objetivos económicos.

Mientras en España comenzaban a proliferar editoriales de medios modestos pero con ambiciosas aspiraciones, en Latinoamérica los nuevos emprendedores culturales diseñaron su desembarco en el viejo continente. Es demasiado pronto para asegurar quién ha ganado esta batalla literaria. No puede acusarse a los sellos españoles de falta de previsión ya que es necesario recordar las aterradoras dimensiones de un subcontinente que ni tan siquiera las multinacionales han podido controlar.

Pero, aun así, no se puede dejar de reconocer las acertadas estrategias de editoriales como la mexicana Sexto Piso, que se ha convertido en poco tiempo en uno de los sellos más sólidos y coherentes de la península.

Hace pocos años los títulos de editoriales argentinas como Adriana Hidalgo, La Bestia Equilátera y Eterna Cadencia solo podían encontrarse en selectas librerías que hacían hasta lo imposible por ofrecer estos catálogos que presentaban voces latinoamericanas desconocidas en nuestro país y obras inéditas o injustamente olvidadas. La buena acogida del mercado y los lectores animaron a varias de estas editoriales a abrir una sede en España.


La Bestia Equilátera fue la apuesta de dos lectores argentinos, Natalia Meta y Diego D’Onofrio, que decidieron crear una editorial para dar una segunda vida a la obra de Muriel Spark. La fórmula del rescate comenzó a funcionar y hoy en día, varios años después, cuentan un nutrido catálogo lleno de figuras de primera fila. Además de Gaito Gazdanov, Virginia Woolf, Ivy Compton-Burnett, Nabokov o Lytton Strachey debe agradecerse la recuperación de autores de la talla de Alfred Hayes o V.S. Pritchett. Pero, sin duda, su baza más potente es la reedición de las obras de Kurt Vonnegut. Los lectores estamos de enhorabuena ya que estos días La Bestia Equilátera ha anunciado la publicación de Madre noche, novela redonda y fundamental no solo de la obra de Vonnegut sino de la literatura estadounidense.


Pero también en su catálogo hay espacio para la experimentación. El propio Luis Chitarroni, escritor y director editorial de La Bestia Equilátera, es autor de algunos de los libros más interesantes de la nueva literatura argentina, y quien ha apostado por una de las más importantes figuras dentro de la renovación literaria: David Markson. El pasado 2015 La Bestia Equilátera dio un paso más al crear su propio premio con el que busca descubrir obras contemporáneas latinoamericanas.

Librería Eterna Cadencia

Eterna Cadencia conjuga dos facetas con mucho éxito. Por una parte, una librería bonaerense que se ha convertido en un refugio imprescindible para los lectores argentinos y, por otra, una editorial que apuesta por una renovación en el ensayo y la literatura. Este sueño de un gran lector, Pablo Braun, ha cumplido recientemente diez años, al que poco tiempo después decidió sumar un sello, dirigido en la actualidad por Leonora Djament. En él se pueden encontrar auténticas joyas. Clásicos como Jane Bowles, Kobo Abe, Machado de Assis, Stephen Dixon, Onetti, el gran Felisberto Hernández, la recuperación de obras capitales de la literatura argentina como El traductor, de Salvador Benesdra y la apuesta por nuevos autores que hoy en día forman la vanguardia latinoamericana. Eterna Cadencia apostó antes que nadie por Lina Meruane, Diamela Eltit o Maximiliano Barrientos y en 2014 publicó una de las novelas más interesantes del subcontinente: Una muchacha muy bella, de Julián López.


Pero no ahí no termina la incansable actividad de Eterna Cadencia. Sus talleres en su rincón de Palermo y un blog que nutren con publicaciones de primer nivel complementan la actividad de este proyecto capitaneado por un hombre orquesta. Los lectores españoles no podemos dejar de agradecer su desembarco en España hace ya un par de años.

Adriana Hidalgo, descendiente de una larga estirpe de libreros y escritores, decidió en 1998, durante una de las innumerables crisis argentinas, aventurarse en el mundo editorial y con ello recuperar el espíritu que parecían haber abandonado los grandes grupos. Desde entonces la editorial del mismo nombre, ya con presencia en España, es un referente en el todo el subcontinente y su labor ha sido galardonada con el Premio al Mérito Editorial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2012.



Adriana Hidalgo apostó por el relato, género casi siempre olvidado, con la publicación de los cuentos completos de Antonio Di Benedetto y del irlandés John McGahern y de distintos libros de la gran maestra argentina del género, Hebe Uhart, quien ahora presenta en España Alfaguara dentro de su colección Mapa de Lenguas. Adriana Hidalgo tiene además la mejor selección de literatura brasileña y portuguesa del mundo editorial en castellano. João Gilberto Noll, Ronaldo Correia de Brito, Dyonelio Machado, Dulce Maria Cardoso y João Guimaraes Rosa son algunos de los nombres de una lista especialmente interesante, debiendo destacarse a Nelson Rodrigues, el gran escritor de Río de Janeiro, y los dos volúmenes que forman la célebre La vida tal cual, recopilación de sus mejores relatos.

La literatura escrita en alemán tiene también en Adriana Hidalgo un papel protagonista con autores en su catálogo como Alissa Walser, Walter Kappacher, Peter Handke, Lukas Bärfuss, Andreas Maier, Katja Lange-Müller y Sybille Lewitscharoff, que, con obras como Apostoloff, es una de las escritoras alemanas más reverenciadas.

Pero sin duda hay que resaltar la publicación de una de las grandes novelas japonesas del siglo XX: Una novela real, de Mizumura Minae, que ha sido comparada con obras icónicas de la narrativa europea o estadounidense -Minae basó su estructura en Cumbres borrascosas-.


Minae toma el relevo de Tanizaki, autor de la imprescindible Las hermanas Makioka que retrataba un Japón aristocrático, y arranca esta saga en una época en la que el país aún cura sus heridas tras la Segunda Guerra Mundial. La migración japonesa en Estados Unidos es el detonante de un inquietante amor prohibido. Pero al mismo tiempo se regresa a las tradiciones ancestrales y se descubre una incipiente clase media que comienza a encontrar su hueco en la posguerra.

La editorial Mardulce no pudo tener mejor carta de presentación en su desembarco en España. Tras varios años desaparecida de las librerías Cynthia Ozick fue de nuevo reivindicada. Mardulce presentó en 2014 una vertiente más rompedora de Ozick, Los papeles de Puttermesser, una novela tal vez demasiado arriesgada para las editoriales tradicionales que hace ya tiempo decidieron dejar de sorprender a sus lectores.


Hace pocas semanas se editó Metáfora y memoria, un volumen de ensayos de Ozick en los que hace un repaso a sus opiniones sobre la cultura contemporánea, las nuevas generaciones y critica a algunos de los popes tradicionalmente intocables de la literatura.

Mardulce ha apostado especialmente por la nueva narrativa argentina y suyo es el mérito de publicar obras como El viento que arrasa, de Selva Almada, que fue comprada por Lumen para España. Además de Almada, no pueden dejar de mencionarse nombres como Alejandro Rozitchner, Damián Tabarovsky, director editorial de Mardulce, Diego Sasturain, Juan Zorraquín y la siempre inquietante Ariana Harwicz, tal vez la más arriesgada de sus contemporáneas.


Caja Negra destacó desde sus inicios, hace ya una década, por su apuesta por un diseño muy cuidado y por el mundo de la filosofía, la cultura subterránea y, especialmente, la música, con títulos como Black Music, de LeRoi Jones, La historia secreta del disco, de Peter Shapiro, Postpunk y Después del rock, de Simon Reynolds, y Generación Hip-Hop, de Jeff Chang.

Esta editorial, capitaneada por Ezequiel Fanego y Diego Esteras, se presentó en 2005 con El arte y la muerte, de Antonin Artaud, y Acephale, un libro que reunía los cinco números de una revista que dirigía George Bataille.

Entre sus últimos títulos destaca Escritura no-creativa, de Kenneth Goldsmith, volumen de ensayos en los que están presentes el arte de vanguardia, la era digital, las nociones de autoría y originalidad siempre con la influencia de figuras como Perec y Duchamp detrás.


Pero con Caja Negra, Eterna Cadencia, Adriana Hidalgo, La Bestia Equilátera y Mardulce no termina el mundo editorial argentino. Ojalá otros nuevos sellos pronto se sumen al desembarco. Los lectores somos los principales beneficiados de esta unión de fuerzas entre las editoriales de menor tamaño que pelean por la supervivencia del libro a ambos lados del Atlántico.  




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