miércoles, 2 de marzo de 2016

Reseña conjunta: Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard

Tal vez, si a algo se parecen Bernhard y su escritura es a los circuitos eléctricos que, con ayuda de un vecino o de nuestro padre, fabricábamos para la clase de ciencias: el generador, que solía ser una pila de petaca, es el propio autor austriaco; el hilo conductor son las, aparentemente un tanto exageradas, experiencias vitales de Bernhard; su estilo, y esa recurrencia sobre algunos temas, que parece frenar en seco el avance de la lectura, es una resistencia; y el lector es el que, con el gesto de pulsar el interruptor, decide si enciende la bombilla y entra de esta manera en el mundo de Thomas Bernhard. Por supuesto, hay que advertir al lector, que aunque resuelva presionar el interruptor, siempre puede producirse un corto, así que se recomienda que el circuito tenga toma de tierra.

Agustín Márquez
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Respecto a la autobiografía de Thomas Bernhard ha escrito su traductor, Miguel Sáenz, que al final nos deja más incógnitas de las que despeja. Siendo cierto lo anterior, no puede tomarse como un reproche sino como una indicación de la virtud de quien, para contar su vida (infancia y juventud en este caso) lo hace a semejanza de quien escribe una obra de teatro, eligiendo para ello actor protagonista, secundarios, figurantes, así como el decorado, atrezzo, vestuario y, lo más importante, las escenas que, en conjunto, plasmarán la historia, ¿o acaso es necesario poblar la escena con una multitud de intérpretes, tramas y subtramas, que impidan mostrar lo que en esencia se quiere contar?

Al llegar al final de estos cinco libros, que se leen con avidez, no nos cabe duda de que Thomas Bernhard ofrece en ellos lo mejor de sí mismo y consigue dejarnos marcados con la huella de los libros imprescindibles.

Ningún reproche. 

Eduardo García Blanco
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Misantropía, narcisismo y clarividencia. Una combinación compleja para un valor seguro.

Leer a Bernhard, sus Relatos  autobiográficos como mejor punto de partida en la aproximación a su escritura es una tarea altamente gratificante: pese a sus diatribas contra la sociedad austriaca, que bien pueden entenderse vertidas contra el ser humano en general, pese a su tono de suficiencia sin autocrítica, Bernhard “engancha”  y no suelta.  Ya no importa tanto si estos relatos son más Relatos o más Autobiográficos: su esencia trasciende la experiencia personal del autor, que martillea una  prosa  incansable, una literatura  que crece como una bola de nieve arrasando todo el entorno. Su crítica al mundo en el que vive se hace crítica del lector, que no puede por menos que asentir, reconociendo el paisaje como propio.

Bernhard es siempre una promesa que no decepciona, y que nos deja ante los ojos un cristal tintado que filtra la realidad obligándonos a una percepción distinta. Una droga dura.

Nuria Castaño Monllor
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Bernhard fue un incendiario, uno de esos autores aparentemente insobornables que no tuvo escrúpulos para poner de vuelta y media a aquel que osase desagradarle lo más mínimo. Trató, sobre todo, de ponérselo difícil a la sociedad occidental en general, y a la austriaca en particular, crear un espejo en el que nos mirásemos y reconociésemos nuestra culpa y nuestra responsabilidad. Y, de paso, hastiar al lector enredándolo en su estilo.

Desde esa escritura narcisista, que nace inevitablemente del yo, logró crear, sin embargo, una literatura que aspira a la generalidad. Donde mejor logra esa amplificación del yo hacia el vosotros es en estos Relatos autobiográficos en los que, séanlo o no, subyace esa aura de verdad que solo aflora en la buena literatura, la que suele nacer de las tripas. El resto de su obra se nos aparenta como pataletas de un tipo gruñón al lado de estos cinco relatos en los que encontramos al autor de esas pataletas, con su estilo en espiral inversa, pero también a ese otro Bernhard, único aquí, en que aparecen la compasión, el sufrimiento propio, la nostalgia y el reconocimiento de los que alguna vez lo quisieron, que no fueron muchos.

Estos relatos constituyen el mejor legado literario del autor austriaco. Si algún despistado aún no ha leído ninguno de sus libros, esta sería la forma perfecta de acceder a su literatura por la puerta grande.    

Pedro Garrido
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Thomas Bernhard redibujó su vida a espaldas de un país que siempre ha vivido de cara a la galería. Muchos señalan su odio a la patria como eje central de su obra, pero Bernhard no fue ni el primer ni el único que presentó con crudeza la honda penetración en Austria de la moral nacionalsocialista. Ningún otro autor fue capaz de construir una autobiografía tan apabullante, en la que la supuesta presencia de cierta ficción no empobrece los recuerdos del joven Thomas.

Anagrama publicó las cinco partes de estos Relatos autobiográficos en los ochenta inicialmente por separado y por ello los lectores esperaban con ansiedad cada nuevo volumen como si de una novela por entregas se tratase. El origen, que narra su infancia en un internado católico de Salzburgo, es la mejor radiografía que existe de la sociedad austriaca y, sobre todo, presenta el alma poliédrica de Thomas Bernhard. No solo deslumbra por su estilo envolvente, hipnótico, sino por la profundidad de un retrato en el que un autor con fama de esquivo y misántropo se desnuda ante los otros pero, sobre todo, ante sí mismo. En El sótano describe con una precisión brillante y a veces dolorosa a esa clase obrera tan alejada del mito de Mozart.

Ingeborg Bachmann afirmaba que con él al fin, como si de un mesías se tratase, había llegado lo Nuevo. Los imitadores no tardaron en llegar. Lo que en él era natural en los otros parecía impostado. Qué diría Bernhard hoy en día de tanto escándalo gratuito y exhibicionismo literario.

La mayor alegría que me ha proporcionado esta relectura es descubrir que veinte años más tarde Bernhard me sigue fascinando con la misma intensidad pero de diferente manera.

Bárbara Pérez de Espinosa Barrio 
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Título: Relatos autobiográficos
Autor: Thomas Bernhard
Traductor: Miguel Sáenz
Editorial: Anagrama
Páginas: 496
Precio: 21,90 eur (rústica)






Fotografía tomada de Kunsthalle Wien.

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