Oliver Sacks
pertenece a esa especie rara de científicos que son capaces de transmitir sus
conocimientos al gran público sin caer en excesivos tecnicismos e incluyendo
una buena dosis de autobiografía y, por qué no decirlo, de grandes dotes
literarias. Hay pocos que pertenezcan a esa estirpe: Stephen Jay Gould, Chris
Frith, Antonio Damasio, John Allen Paulos, V.S.Ramachandran, Richard Wiseman y –citemos
a alguno patrio– Francisco Mora.
Sacks murió
hace unos meses pero dejó una autobiografía, En movimiento, que, para aquellos que hemos seguido sus libros
desde hace años, era indispensable. La actividad literaria de Sacks comenzó más
bien tarde, hacia los cuarenta años, pero sus libros han tenido siempre una
buena acogida. Se debe en gran parte a que en sus primeros libros apenas se
detenía a explicar el fundamento fisiológico de esos casos extrañísimos que
habían pasado por su consulta como neurólogo y, por el contrario, ponía el
énfasis en la vida del paciente, en sus sentimientos y en cómo afrontaba su rareza.
Si el
neurólogo inglés ya había relatado parte de su infancia a través de una
historia de amor con la química en El tío
Tungsteno, en esta obra repasa el resto de su vida hasta casi unos días
antes de su muerte. Comienza a lo grande, declarando su homosexualidad en las
primeras páginas. Después relata sus años de infancia en Inglaterra, por los
que pasa más bien deprisa, ya que los había narrado en El tío Tungsteno, y se centra en sus años en la universidad de
Oxford y sus primeros años en los hospitales ya en Estados Unidos, de donde no regresaría, salvo para visitar a sus padres y a uno de sus hermanos.
La vocación de
ser neurólogo nunca la tuvo. Fue más bien algo gradual, un cúmulo de
circunstancias e intereses que lo llevaron hasta esa ocupación. Antes intentó
ser un científico al uso pero probablemente era demasiado torpe e impaciente
como para serlo. De ahí que finalmente descubriera que con lo que disfrutaba
era con el intercambio personal con los pacientes.
Dedica buena
parte de la biografía a uno de los momentos estelares de su carrera como
neurólogo, aquella vez que comenzó a tratar a enfermos de encefalitis letárgica con L-dopa y
consiguió algunos resultados espectaculares, aunque no duraderos. Eso derivó en
la publicación de su libro Despertares
y en la posterior y muy famosa adaptación de la película. Entre tanto, nos
enteramos de su afición a las motos, a la halterofilia y, por supuesto a la
escritura. Y es que sus primeros
libros llegaron con cuentagotas. Alguno de ellos le llevó escribirlo hasta
siete años entre borradores y más borradores. Después llegarían algunas de sus
obras más conocidas, como El hombre que
confundió a su mujer con un sombrero o Un
antropólogo en Marte, que son, no solo una muestra inigualable de la literatura
médica de casos, sino dos espléndidos ejemplos del talento literario de Sacks.
A esos se
sumaron otros libros, algunos muy centrados en lo personal, como Con una sola pierna, en el que narra su
convalecencia y rehabilitación después de un accidente de montañismo. Y muy
avanzada su carrera se interesó mucho más por los mecanismos que subyacían a
esas rarezas que mostraban algunos de sus pacientes, en lugar de tan solo
tratar de proporcionarles estrategias para superarlas. Eso lo llevó a conocer a
algunos de los grandes neurocientíficos de los ochenta y noventa, aunque se
sintió siempre más cerca de aquellos que tenían una formación, como él,
multidisciplinar, como eran los casos de Crick y Edelman, dos genios. Esta
parte ocupa el penúltimo capítulo del libro y, aunque parezca un añadido,
quizás sea uno de los más interesantes y donde se despliega su mejor capacidad
literaria.
El último
capítulo está dedicado a su declive físico que, sin embargo va acompañado de
una sorpresa última, porque Sacks descubrió el amor de un hombre ya en los
últimos años de su vida, después de haberlo aguardado durante cincuenta. Esas
páginas están repletas de ternura y también de un sentimiento de agradecimiento
a la vida, que emociona sin remedio. Si hay temor a la muerte en él, no es por la mera
desaparición, sino por la incapacidad de ver saciada su curiosidad. Sacks fue
un ávido cuestionador del mundo y se interesó por campos muy diversos: la geología,
la literatura, la teoría evolutiva, las ballenas…
En movimiento es
la biografía de uno de los mejores divulgadores de los que hemos podido
disfrutar. Por suerte nos quedan sus libros y podremos seguir leyendo esos
casos ya tan famosos del pintor ciego al color, los hermanos autistas que decían
uno tras otro números primos de doce cifras o el cirujano que padecía síndrome
de Tourette. Se nos fue uno de los grandes, y esta biografía es un maravilloso
testimonio de sus días.
Autor: Oliver
Sacks
Traducción: Damiá
Alou
Editorial: Anagrama
Páginas: 378
Precio: 21,90
eur (rústica)
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