miércoles, 13 de enero de 2016

Robert Walser, único y profético

Dentro de su singularidad Robert Walser continuó con una marcada tradición dentro de la literatura escrita en alemán. La ironía es uno de los rasgos fundamentales de sus más importantes escritores. Arno Schmidt, Thomas Bernhard, Peter Handke y muchos otros utilizan la mordacidad para denunciar lo que les rodea. Si Arno Schimdt retrató de manera magistral la Alemania pre y post nacionalsocialista en Los hijos de Nobodaddy, Thomas Bernhard vertió en sus relatos autobiográficos la distancia insalvable que le separaba de su odiada patria.

Robert Walser, por su parte, ataca a la burguesía, la vida en las grandes ciudades, el éxito como objetivo último. Dos de sus obras más célebres, El paseo y Jakob von Gunten, permiten conocer a Walser en estado puro. 


Jakob von Gunten es una vuelta de tuerca a las bildungsroman, a la literatura del aprendizaje que inició su andadura con la magistral Anton Reiser, de Karl Philipp Moritz y que también se relaciona con obras como Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil, admirador de Walser. En Jakob von Gunten toma su propia experiencia como alumno de una escuela para mayordomos para crear una trama del absurdo protagonizada por dos personajes opuestos, el propio Jakob y su némesis, Kraus. Jakob, joven de una familia burguesa, cree encontrar en el Instituto Benjamenta, que forma personal de servicio, la alternativa deseada para su vida. Desprecia la dignidad del saber y afirma que los seres humanos de verdad no son jamás visiblemente bellos. Emprende un camino a contracorriente del resto de la sociedad, alejado por completo de la moral luterana del esfuerzo y el trabajo. Es él «un hombre nuevo», un hombre alejado de ese übermensch que ensalzará posteriormente el nazismo.

En Jakob von Gunten el lector no sabe al final si se ha enfrentado a una mezcla de sueño y realidad, un fiel y tal vez involuntario retrato de la mente de Walser, cuyos problemas psicológicos marcaron toda su vida. La voz narradora de Jakob rinde un insólito y mordaz homenaje a la mediocridad y con ello se ríe de toda una cultura. Es un personaje incómodo, odioso para muchos, pero también un recordatorio necesario de las fascinantes posibilidades de la mente humana. Von Gunten es al mismo tiempo, por qué no, un lejano pariente de Bartleby, que sorprende por su combinación de humor y poesía.


Este discurrir «walseriano» marcó la obra de algunos de los más importantes autores del siglo XX como Franz Kafka (en quien dicen se basó para El castillo), Robert Musil, Thomas Bernhard o Walter Benjamin. Herman Hesse, que encarnaba el éxito del que Walser parecía huir, afirmó que «el mundo sería mejor si Walser tuviera cien mil lectores».

Pero es difícil imaginar a Walser juzgando a sus congéneres con superioridad; él, quien eligió volver a su Suiza natal tras formar parte de los más exclusivos círculos literarios berlineses. Su amor por lo inferior, lo minúsculo, forja una personalidad que le aleja de autores que hoy en día le ensalzan -como Enrique Vila-Matas. Walser no pone una insalvable distancia, solo invita al lector a pasear por su mente y su creatividad casi disculpándose por lo errático de ese camino.

El paseo es una suerte de autobiografía, escrita una década más tarde que Jakob von Gunten. En este libro podemos ver la evolución del trastorno mental de Walser. En apenas ochenta páginas se conocen de cerca sus digresiones, la evolución de su mente, cómo su creatividad y sus reflexiones se trasladaban de un objeto a otro, de una persona a la siguiente, con un orden solo entendido por él. Pero esa no es solo la cabeza de un enfermo sino también y, sobre todo, la de un creador. La de un ser con una especial sensibilidad, que retrataba irónicamente una vez más a la burguesía, al funcionariado. El narrador es criticado por pasear, por vagar sin destino o propósito, él y sus pensamientos. En El paseo hay además de esta otra forma de libertad, la libertad creativa; su prosa, llena de descripciones poéticas (con la naturaleza como telón de fondo, una constante en la literatura escrita en alemán) pierde casi la coherencia. Para este breve texto uno se debe despojar de los prejuicios y liberar la mente, reconocerse también en el camino de Walser y valorar la importancia de lo nimio: «No hace falta ver nada extraordinario. Ya es mucho lo que se ve».


En él también parece haber algo de escritura automática. Volcando sin barreras sobre el papel todos sus pensamientos. Dicen que Walser no realizaba ninguna corrección posterior a los textos, como si desease que los lectores pudieran apreciar los altos y bajos de su estado de ánimo y la mezcla entre la improvisación y el cálculo.

Como si de una epifanía se tratase Robert Walser falleció el día de Navidad de 1956 mientras paseaba por los alrededores de la clínica psiquiátrica de Herisau, en donde llevaba internado más de veinte años. La literatura fue la verdadera vida de Walser, el único territorio donde su mente podía vagar en libertad. Cincuenta años antes de su muerte escribió en Los hermanos Tanner: «Sebastián Tanner apareció muerto un día frío y pálido de invierno, tendido sobre la nieve monótona». Robert Walser, único y profético. 


Título: Jakob von Gunten
Autor: Robert Walser
Traductor: Juan José del Solar Berdelli
Editorial: DeBolsillo
Páginas: 128
Precio: 9,95 eur (rústica)


Título: El paseo
Autor: Robert Walser
Traductor: Carlos Fortea
Editorial: Siruela
Páginas: 80
Precio: 12,95 eur (cartoné)

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