Ahora que parece que algunos se han empeñado en eliminar la filosofía del currículum académico, llegamos nosotros en uno de nuestros arrebatos y nos proponemos incluirla en nuestro humilde espacio. No nos hemos vuelto tan locos como para tratar de dar clases de filosofía, tan solo trataremos de filosofar (qué palabra tan imponente) desde la perspectiva que nos ofrecen los libros. Puede parecer algo complicado, pero creemos que no lo es, porque la filosofía se encuentra casi en cualquier lugar donde uno mira, y más si cabe en los libros. No debemos olvidar que la filosofía es la cuna de muchas de las materias que hoy conocemos: biología, física, psicología, matemáticas, religión… Por eso, no hay que sorprenderse de ello, ya que la filosofía sencillamente es observar y pensar. Pero pensar, ¿sobre qué? Ya lo dijo Kant: «¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo saber? ¿Qué me está permitido esperar?. Tres preguntas que pueden resumirse en una: ¿Qué es el hombre?». Sin embargo, el ser humano no solo es él y su propio ombligo, pues como enunció Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias». Por tanto, la filosofía consiste en observar y pensar sobre el ser humano y las preguntas que a este le ocupan.
Dicho esto, no vamos a perdernos en divagaciones filosóficas, porque nuestro objetivo no es aburrir (aunque la filosofía nunca aburre, las que aburren son aquellas personas que no saben presentarla como se merece), sino tratar algunos temas desde nuestra mirada personal a ciertos libros en los que autores apuntaban a temas que les preocupaban.

—¡Señores! —dijo—. ¡Ivan Ilich ha muerto!
Desde un inicio podemos intuir que la muerte no es el tema principal del libro, sino el placer final que encontrará el protagonista después de vivir un proceso de terribles dolores.
Ivan Ilich es un funcionario de la administración, hijo de funcionario, aficionado al whist, que va escalando posiciones en su vida social y profesional. Se casa con una mujer, Praskovia Fiódorovna, sin convencimiento, y del mismo modo tiene hijos. A medida que crece en la escala social su vida se transforma y decide cambiar su estilo de vida. Ivan Ilich compra una casa en el campo y cumple uno de sus sueños: tener su propio despacho. El funcionario se entusiasma tanto con él que incluso se propone decorarlo él mismo. En uno de esos ejercicios de decoración, al tratar de mostrar cómo debe instalarse una cortina, cae de una escalera y se golpea, en principio sin importancia, en el costado. Sin embargo, a partir de ese golpe, Ivan Ilich comienza a sufrir unos dolores que van empeorando, tanto que llega a no poder moverse y a no poder calmar los dolores ni siquiera con morfina.
Este es el tema principal del libro: el dolor y cómo nos comportamos ante él. Su mujer, que hasta el momento en el que aparece el dolor tenía una relación matrimonial fría y sin más cariño que el que origina el contacto diario, comienza a preocuparse por él, aunque de una forma un tanto calculadora; sus hijos se preocupan de una forma artificial; los médicos, como él mismo asegura, lo tratan con la misma displicencia y prepotencia que él ha tratado hasta entonces a sus clientes; y esa sociedad que antes tanto le apreciaba comienza a olvidarse de él. La única persona de verdad con la que cuenta Ivan es su mayordomo, quien le cuida más allá de sus obligaciones, desinteresadamente, e incluso es el único que se sincera con él y se atreve a decirle que ese dolor que padece es la puerta que precede a la muerte. Finalmente, Ivan Ilich muere entre terribles dolores, profiriendo gritos durante sus tres últimos días de vida. En el último aliento, halla la felicidad ante la repentina ausencia de dolor.
Tolstói nos plantea en La muerte de Ivan Ilich algunos asuntos no sobre la muerte en sí, sino sobre el camino doloroso que a veces sufren algunas personas, y los que le rodean, hasta alcanzarla: ¿nos comportamos todos igual ante el dolor ajeno? Y si la respuesta es no, ¿esto se produce por falta de simpatía o de empatía? ¿Estigmatizamos el dolor con mayor intensidad cuanto más cercanas son las personas que lo sufren? Y si la respuesta es afirmativa, ¿debería ser así? ¿Sufre menos un enfermo un dolor a mil kilómetros que a dos metros de distancia? ¿Debe un enfermo sufrir terribles dolores, cuando se sabe que el fin inevitable que le espera es la muerte, aunque el propio enfermo desee poner fin a su sufrimiento de forma consciente y voluntaria? Estas son solo algunas de las preguntas que nos plantea el autor ruso en este texto breve.
Título: La muerte de Ivan Ilich / Jadzhí Murat
Autor: Lev Tolstói
Traductor: Juan López-Morillas
Editorial: Alianza Editorial
Páginas: 320
Precio: 10,95 eur (rústica)
No hay comentarios:
Publicar un comentario