viernes, 29 de enero de 2016

Inmunidad, de Eula Bliss: elegir entre la libertad individual o la protección de la sociedad

Una de esas características diferenciales de los seres humanos que andan buscando siempre los que tratan de delimitar el espacio entre el ser humano y otras especies (el famoso cordón de oro de Stephen Jay-Gould) es la de organizarnos en sociedades. Esta organización tiene ventajas indudables, como el reparto y especialización del trabajo, lo que permite una mejor gestión de los recursos y un mayor acceso a ellos, así como encontrar pareja más fácilmente y, no hay que olvidarlo, la protección individual está más asegurada que si se elige un estilo de vida más aislado. Sin embargo, la vida en sociedad tiene también sus inconvenientes: es más fácil que surjan conflictos entre sus miembros (la confianza es un asco, ya sabéis) y, aunque se está más protegido frente a posibles depredadores, se está más expuesto a las enfermedades infecciosas, ya que la mayoría de ellas son contagiosas.

El ser humano, que a menudo parece tonto, pero que a veces tiene arranques de un ingenio que conmueve, se ha sacado de la manga las vacunas. En principio constituyeron un arma contra la infección que sufría un individuo pero, con el tiempo – y esto es lo verdaderamente importante–, se observó que cuanta más gente estuviese inmunizada mediante las vacunas, más protegida estaba la sociedad en su conjunto, incluso aquellos que no estaban vacunados: la llamada inmunidad de grupo.

Si tuviésemos que poner en un rótulo luminoso para anunciar el principal mensaje de Inmunidad, de la periodista y escritora Eula Bliss, ese sería, imitando la campaña de Clinton, ES LA INMUNIDAD DE GRUPO, ESTÚPIDOS.


El principal atractivo que tiene este libro de Bliss es, desde el punto de vista de un servidor, que se ha dedicado a la investigación y que ha leído mucha divulgación científica, que el libro no está escrito por un científico. Bliss escribe el libro desde su experiencia personal. Todo comienza cuando su hija tiene seis meses y debe decidir si permite que le administren la vacuna contra la gripe aviar. Ella resuelve pronto el conflicto. Su padre es médico, pero no necesita muchos consejos para decidir que su hija debe recibir la vacuna. A pesar de ello, Bliss comienza a recabar información histórica, médica o sociológica acerca de las vacunas y se pregunta, no tanto si las vacunas son buenas o no ­–para ella eso es obvio, son beneficiosas–, sino por qué hay personas que se niegan a que se administren las vacunas a sus hijos.

Eula Bliss no elude ninguna de las posibles explicaciones que pueden dar o que pueden considerar internamente sin saberlo aquellos que se definen como antivacunas. Habla de la toxicidad ridícula de las vacunas comparada con la que producen nuestros propios cuerpos, de la ausencia de relación (probada en estudios con miles de casos) entre las vacunas y el autismo o ciertos casos de cáncer, o de los intereses de las industrias farmacéuticas (no nos llevemos las manos a la cabeza, son empresas y como tales quieren ganar dinero, lo cual no es un argumento ni a favor ni en contra de la bondad de las vacunas). En este debate subyace el que es, sin duda, el más importante de todos: ¿deben ser los padres libres para decidir si a sus hijos se les administran o no las vacunas? Quienes defienden la potestad de los padres para decidirlo se escudan en su libertad personal; los que les niegan esa capacidad, aluden a la seguridad de los que nos rodean.

Aunque la autora no evita esos temas conflictivos, sus argumentos no resultan tan agresivos como los de algunos autores de divulgación científica que quizá cargan excesivamente las tintas contra los que no tienen una formación científica sólida, lo que es una mala forma de tratar de convencer al que está al otro lado –equivocado en muchos casos, es cierto–. Ahí es donde gente tan combativa como Dawkins, Shermer, Shapiro o Specter se equivocan, pues sus mensajes normalmente no llegan a quienes debería. Al final únicamente leen esos libros sus seguidores, y no sus oponentes ideológicos. Por el contrario, Bliss, que no incluye ningún dato que no hayan proporcionado los otros autores, consigue, sin embargo desde la autobiografía, que el lector la acompañe a través de sus argumentos , porque es capaz de ponerse en la piel de los padres y de sus lógicos temores. Quizá este modo de plantear la cuestión es el único para que otras personas se replanteen su postura contraria a la vacunación.

Que a estas alturas de la historia, con la gente llevando teléfonos inteligentes en el bolsillo, lanzando sondas al espacio o pudiendo operar a una persona a distancia mediante brazos robóticos, y siendo conscientes de los beneficios objetivos que han traído las vacunas a la humanidad, haya personas que se muestren contrarias a ellas, parece de chiste. Pero como no es un chiste y, por el contrario, es algo muy serio, porque la expansión de estas ideas podría dar lugar a la reaparición de algunas enfermedades y muchas personas, especialmente los niños pequeños aún no vacunados, podrían quedar desprotegidas, este libro de Eula Bliss es muy necesario. 

La otra cuestión interesante de Inmunidad, y que lo hace diferente de un libro de divulgación al uso es la constante referencia al mito de Drácula. La autora establece, simbólica pero acertadamente, algunos paralelismos entre los miedos que generan las vacunas y los que genera el mito de Drácula. El paralelismo funciona bien y permite que el lector descanse de los datos que se aportan y que mire con otros ojos el problema. Es una decisión muy acertada por parte de la autora.

El mensaje final de Eula Bliss apela a la generosidad y a la conciencia de grupo, y sugiere anteponer la seguridad de los que nos rodean incluso a nuestra libertad personal de decidir, algo que, en los tiempos que corren, es complicado lograr. Esperemos que este libro sirva como un catalizador para la reflexión. Lo necesitamos.

Título: Inmunidad
Autor: Eula Bliss   
Traductor: Lucía Ponce de los Reyes
Editorial: Dioptrías
Páginas: 202
Precio: 20 eur (rústica)

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