Sentarse junto a Kike Parra (Alzira, 1971), pedir unas cervezas, mirarle fijamente y empezar a entrevistarle. Esto sucedió cuando Kike llegó a Madrid para presentar su libro de cuentos Me pillas en mal momento (Relee, 2015). Estaba exultante, como si fuera su primera presentación, aunque este año también ha publicado otro libro de microrrelatos, Siempre pasan cosas (Enkuadres, 2015), lo que nos hace pensar que el autor ya tiene un grado de experiencia. En todo caso, la emoción es inextinguible en sus ojos. Un buen año (literariamente hablando) para el autor, que es una persona que inspira curiosidad y ternura. Pero que, como narrador, resulta oscuro, implacable. Sus personajes están marcados por la tragedia. Justo me viene a la cabeza lo que decía Cortázar, sobre su proceso de escritura: «escribir es de alguna manera exorcizar, rechazar criaturas invasoras proyectándolas a una condición que paradójicamente les da existencia universal a la vez que las sitúa en el otro extremo del puente».
Me pregunto si las criaturas universales a las que Parra da vida, también se quedan allí, «en el otro extremo del puente».
P: Tus relatos son largos, narrativos, con un conflicto muy real, casi palpable. ¿Cómo planteas el desarrollo de tus historias? ¿Partes de una realidad conocida, de una anécdota inventada...?
R: Los personajes sobre los que escribo son todo lo contrario a esos niños que nacen con un pan bajo el brazo, si con algo nacen mis personajes es con problemas. Puede que suene gracioso, pero a mí no me hace tanta porque me estoy tomando conciencia de que hay una relación entre esto y mi curiosidad. Una curiosidad que a veces raya lo morboso o lo peligroso. No me refiero a que no haber sido paparazzi sea una vocación frustrada, hablo de esa atracción que siento por los límites, por romper el formato de velocidad de crucero que se nos dice que debemos tener en la vida para que las cosas vayan lo mejor posible. Diciendo esto no me estoy vendiendo como alguien que transgrede las reglas constantemente, más bien soy alguien que está atento a aquellos que lo hacen a mi alrededor. Me gusta estar cerca de ellos. Incluso provocar ciertas situaciones que sería mejor pensarlas dos veces. De estos momentos que busco o que ocurren cerca de mí es de donde me vienen muchas de las historias de las que escribo.
P: ¿Qué autores/as te han influenciado en la escritura del libro? Por el tipo de lenguaje y estructura, yo diría que estás en sintonía con escritores como Carver, Tobías Wolff o el español Gonzalo Calcedo, que además es el autor del prólogo del libro. Sin embargo, el libro se abre con la citas de dos poetas: Miriam Reyes y Winslava Szymborska.
R: Has tenido muy buen ojo a la hora dar nombres. Carver o Calcedo seguro que han hecho sus cameos en este libro. Aunque lo primero que leí de Tobias Wolff fue una vez terminado de escribir el libro, recuerdo que me pregunté varías veces por qué había tardado tanto en descubrirlo. Hay bastantes narradores norteamericanos que, desde hace una década, he leído y sigo leyendo. Cheever, Richard Ford, O’Connor, Lydia Davis, John Fante, Lorrie Moore, Shepard… Por no hablar de los autores españoles que, posiblemente, también tengan esas influencias. De todos modos, este libro surgió tras la lectura de dos títulos muy concretos. Knockemstiff, del estadounidense Donald Ray Pollock, y Bajo el influjo del cometa, del asturiano Jon Bilbao. Los relatos de Me pillas en mal momento nacieron, casi con toda seguridad, de mi impulso por no perder lo que en mí habían dejado estas dos lecturas. En cuanto a la poesía, estoy en una etapa en la que me está interesando mucho aprender a leer poesía como parte de mi aprendizaje de escritor de narrativa. Toda la vida he pensado que alguien que escribiera narraciones tendría que saber defenderse en poesía. Ese no ha sido mi caso. Soy un mal lector de poesía, y ya no te digo escritor de poemas. Se ve que mi vergüenza ya no podía soportarlo más, por eso ahora mismo leo mucha poesía.
P: Los dos primeros relatos «Tan lejos del puerto» y «A mil kilómetros» elevan muchísimo el libro, marcan el tono y la temática de tus historias. En los dos hay un ambiente enrarecido, con un toque bastante violento (un perro tuerto, por ejemplo) y ya avisan de que Me pillas en mal momento no va a ser un libro de fácil digestión.
R: Si no me falla la memoria, te puedo decir que este libro lo comencé a escribir en octubre de 2011, siendo alumno de Isabel Cañelles. Tenía claro que quería trabajar un proyecto de relatos. Tenía algunas ideas en la cabeza, pero, otras muchas aún no habían llegado. En esa fase intuía qué tono quería conseguir, el tipo de personajes, intuía la que podría ser mi voz. Y mucho de eso lo encontré en «A mil kilómetros». Fue el tercer o cuarto relato —en orden cronológico de escritura— del proyecto, pero cuando lo estaba escribiendo supe que eso era lo que buscaba. En cuanto a lo que comentas de la digestión, es algo que varios lectores me han comentado recientemente. Me dicen que les gusta mi libro, pero enseguida añaden lo de «pero es muy duro».
P: ¿Y cómo te tomas esa crítica?
R: No sé si es bueno o malo. Me aseguran que no lo dicen como algo que se tenga que apuntar en el deber del libro. Te voy a contar algo que no he dicho nunca antes: toda la vida sabía que mi primer libro (se publicase o no) iba a ser duro, como dices tú «de no fácil digestión». Todo el optimismo que suelo mostrar en mi vida diaria, desaparece en mis historias y, obviamente, quienes salen peor parados por ello son los personajes (aunque suela dejarles una salida). Lo que está claro es que se las hago pasar canutas. Quizá sea porque mi vida ha sido todo lo contrario. O porque me atraen más aquellos seres que lo pasan mal y son capaces de reinventarse. Por otro lado, este libro ha sido, volviendo a lo que me has comentado que decía Cortázar sobre la escritura, un ejercicio de «exorcismo» personal. He sido padre hace poco, bueno, ya cuatro años y medio, y eso ha significado para mí una conciencia muy clara de lo que es el miedo. Miedo, sobre todo, a que a mi hijo le pase algo horrible. Miedo a que me pase a mí y no poder estar a su lado. Por eso hay hijos que mueren y parejas que no pueden tener hijos. En cuanto a los perros, su aparición tiene mucho que ver con el perro que convive conmigo y mi familia. Desde el principio fue un perro no querido por mí. Mi pareja estaba embarazada de cinco meses, y yo veía venir lo que venía: poco tiempo para mí, de modo que dedicar tiempo a un perro era de lo último que deseaba. Soy incapaz de portarme mal con un animal solo porque sí… en cambio mis personajes, sí lo hacen. Pura ficción.
P: Háblame de tu proceso de escritura, Kike. ¿Qué es lo primero que piensas cuando te pones a escribir? ¿Piensas en la historia con antelación o te dejas llevar por los acontecimientos?
R: Hace poco que me he dado cuenta de que en lo primero que pienso es el personaje principal. No en alguien con unas características determinadas, sino en alguien con un problema muy concreto, un problema gordo, cotidiano pero que, casi con toda seguridad, lo lleve a hacer cosas que se creía incapaz de llegar a hacer. Son conflictos llevados hasta el límite, de modo que en muchas de mis historias, aunque los personajes principales no mueran (no es algo que ocurra), si te paras a observar bien el desarrollo de la historia, te puedes dar cuenta de lo fácil que es, o lo cerca que han estado, de que la muerte los haga suyos. No son conscientes. Ni ellos ni yo, pero está ahí. Estas son el tipo de anécdotas que me atraen, las que sobresalen del resto de acontecimientos y de cosas que pasan a mi alrededor. Por eso te comentaba antes que me considero un curioso morboso. Una vez el personaje instalado en mi cabeza, tengo la necesidad de contar su historia. Nunca la mía, la que yo quiero, sino la que él, con la escritura, me va mostrando. El final se lo buscan ellos.
P: El libro lo ha publicado RELEE (Red Libre Ediciones), un nuevo proyecto capitaneado por Isabel Cañelles. ¿Cómo ha sido el proceso de edición del libro?
R: Este año he tenido la suerte de publicar dos libros, y esa suerte también tiene que ver con las editoriales que me han dado la oportunidad. Me preguntas por RELEE, pero la valenciana Enkuadres y la gente que la lleva adelante, también se ha portado genial conmigo. En RELEE se ha dado la circunstancia que está Isabel Cañelles, quien ha sido mi profesora en los últimos cuatro años. No voy a descubrir aquí quien es Isabel Cañelles, quien la conozca sabe que si digo que es una persona excepcional, no es por exagerar o dejar por escrito una de «mis zalamerías». Personas que intenten aceptarte y amarte como eres hay muchas, personas que intenten enseñarte algunos caminos posibles en la escritura hay muchas, personas que pongan toda la ilusión y la pasión en las cosas que hacen hay muchas… pero que hagan todo eso a la vez, no hay tantas. Siempre me acuerdo de una anécdota que me ocurrió en 2012, cuando un proyecto de relatos míos fue elegido en el Festival Eñe para su «Cuatro editores en busca de autor». Tuve un par de entrevistas con sendos editores, y con uno de ellos intercambié correos electrónicos posteriormente, en uno de ese intercambio me dijo: «Los editores somos personas normales». Esta frase me sirvió para pensar que tenía razón, los editores son seres que pueden ser tus amigos, alguien de tu familia dentro de la relación editor-escritor. Pues bien, Isa lo es. Considero que Isa me ha tratado como a un hijo. ¿Qué quiero decir con esto? Que RELEE es un proyecto editorial donde la parte personal, próxima, tiene mucho peso. RELEE quiere dar salida a los proyectos de alumnos. En definitiva, de personas que conocen, con las que han vivido y convivido. Yo lo comparo con las canteras de los clubes de fútbol. Imagínate La Masía, del Barça. Algunos chavales llegan al primer equipo. El proyecto RELEE está lleno de personas maravillosas, que han cuidado hasta el último detalle para que la publicación de mi libro fuera uno de los momentos más emotivos y excepcionales de mi vida. Sé que cometo una especie de injusticia diciendo solo un par de nombres, pero como tienen que ver con la parte más próxima a la escritura, me lanzo y seguro que no me lo tienen en cuenta el resto: Eloy Tizón y Clara Redondo. Fueron quienes llevaron los relatos de mi libro hasta donde ahora están. Luego, en la parte de envolverlo, de hacerlo visible, estuvieron el resto. Suena a frase irrealizable, pero es algo que les voy a estar agradeciendo toda mi vida. A todos y cada uno.
P: Me interesa mucho la importancia que le das al punto de vista. Esto lo he visto, especialmente, en el relato «Mudanzas», que es un relato narrado desde dos perspectivas, con diferente intensidad.
R: Ese cuento al que te estás refiriendo, aunque tenga de especial que haya dos narradores, en ambos casos conservan las mismas características de los narradores relatos con narradores únicos. Son historias en primera persona porque busco pegarme a los personajes. Si una sombra pudiera tener una cámara con la que grabar momentos de la vida del cuerpo que la produce, me gustaría que las de mis personajes fueran unas de estas excepciones. A esto, además, tenemos que añadirle que trabajo psicológicamente a mis personajes a través de la acción, por lo que el punto de vista es clave para poder dotarlos de profundidad.
P: En tus relatos se habla, con mucha frecuencia, de dos temas claves: los animales (básicamente, los perros) y parejas con problemas de infertilidad. A veces, incluso, los dos temas se entremezclan: «"Quería un cachorro, el que fuera", le dije. Me preguntó si tenía hijos. Debió de notar que ponía una cara rara al contestarle. Afirmó con rotundidad que no es lo mismo un perro para un hogar con críos que sin ellos». (Pág 149).
R: Perros y parejas yermas. Menudos temitas para un libro, ¿no? Perros maltratados, perros no queridos, hijos que mueren, padres que quieren pero no pueden tener hijos. Al final, afilando mucho el cuchillo, se podría cortar todo por una misma canal: la supervivencia. Todos lo pasan mal y todos sobreviven. No es ninguna moraleja.
P: Aunque la mayoría de tus relatos conservan un cierto pesimismo, hay algunos como «El olor de las mujeres que han sido madres» o «Verano del 91» que sí dejan pasar una cierto resplandor de luz. Se observan destellos de esperanza al final de algunos de tus relatos. ¿Cómo te planteas el final de tus historias? ¿Piensas los finales de antemano?
R: Muy pocas veces comienzo a escribir un cuento sabiendo cómo va a terminar. De hecho, acabo de caer en la cuenta de que a los dos relatos que te has referido les cambié el final mucho tiempo después de estar escritos. Como he dicho antes, parto del fogonazo inicial. Durante una décima de segundo hay luz, y eso que he podido ver en ese tiempo, es el comienzo del relato y lo que tengo claro que voy a escribir. Lo que viene después llega desde la oscuridad que han ido alumbrando los propios pasos de los personajes.
P: ¿Qué opinas sobre la situación del cuento en España? ¿Crees que hay lectores interesados en el género breve? ¿Lees a autores/as jóvenes o a escritores consagrados?
R: A grandes rasgos te diría que hay más escritores buenos de cuentos de los que nos creemos, que sigue habiendo pocos lectores (reincidentes) de cuentos y que las editoriales, por regla general, siguen pensando que el cuento no es el género con el que van a poder generar los ingresos para pagar a sus empleados a fin de mes. Formalmente, y conceptualmente, el cuento está siendo cada vez más «maltratado», y te lo digo entrecomillado porque por suerte van aumentando los escritores que se atreven a romper moldes. Algo que me alegra. Está claro que moldes se han estado rompiendo desde hace un siglo, o más, pero en España, en los últimos cincuenta o sesenta años, salvo algunas excepciones, el cuento tenía una forma dominante, los críticos hablaban de un género con unas características determinadas. Se está perdiendo la vergüenza a aventurarse y ya hay editoriales que apuestan por cuentos alejados de ese canon. El cuento es un juego y admite muchas reglas no-reglas. Yo, que ahora veo a mi hijo hacer dibujos, si te digo la verdad, prefiero que haga los dibujos con su madre, porque si los hace conmigo, solo sé darle los rotuladores y que coloree. Pues bien, mi pareja, cuando se sienta con él para dibujar, empieza a sacar cajas con rotuladores de varios tipos, pinturas de no sé qué y no sé cuánto…. y mi hijo hace un dibujo con todo eso. Esta creatividad, esta pérdida del miedo en forma de osadía, es lo que me interesa ahora mismo, tanto en los cuentos que escribo como en lo que leo. Voy a seguir leyendo cuentos de los de planteamiento-nudo-desenlace... pero ya soy un buscador de esos otros tipos de historias. En cuanto a las lecturas, soy bastante ecléctico. Leo a autores consagrados, pero también me fijo mucho en las novedades y en autores con libros publicados en los últimos treinta años (esta es una fecha orientativa). También hay una parte de escritores que me interesan y que están en las redes sociales en las que me muevo. No me supone un trauma decir que leo libros simplemente porque están escritos por autores con los que comparto «amistad» en Facebook. Toda la vida he leído libros por estar en las mesas de novedades de las librerías, igual que durante mucho tiempo he leído libros por reseñas en el Babelia… y luego me han gustado o no. Pues aquí igual, es un canal más, solo que puedo conocer a sus autores un poco y puedo decirles si me han gustado o no, lo que, para mí, es atractivo como lector.
P: ¿En qué proyecto literario estás trabajando actualmente?
R: Ahora mismo estoy con otro proyecto de relatos, aunque son historias que, la mayoría, poco —o nada— tienen que ver con las de Me pillas en mal momento. Están exentos de esa dureza que hemos comentado, de esas sombras proyectadas por la muerte, de muchos malos ratos, sí que hay pequeñas dosis de amargura, pero estoy escribiéndolos con la cabeza puesta en cinco ventanas: la de la ironía, la del humor, la de lo absurdo, la de la crítica social y, por último, el atrevimiento. Quiero experimentar, no solo pasármelo bien, sino, sobre todo, jugar.
Entrevista realizada por Almudena Sánchez.
Entrevista realizada por Almudena Sánchez.
Es muy interesante la entrevista. Yo últimamente estoy leyendo cuentos o relatos cortos por varias razones, pero cada día disfruto más de ellos. Pienso como dice Kike que hay grandes escritores de relatos en nuestro país, pero si es cierto que es un género por el que las editoriales no han apostado mucho. Motivado seguramente porque tampoco había un publico suficiente para el género. y al final ha seguido publicando a autores consagrados o reeditando a los clásicos. Un buen descubrimiento Kike Parra, su libro ya esta en la lista de mis próximas adquisiciones. Lo que dice de romper los moldes de lo establecido me parece muy bien. Un abrazo y enhorabuena por la entrevista.
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