
Bérénice, maga del lenguaje, desea aprender el día de mañana todos los idiomas del mundo para poder reinventarlo a su antojo, llegando a crear el bérénicino, donde «el verbo ser no se conjuga sin el verbo hacer.» Es su odio a los adultos el que le hace establecer los principios de esa nueva lengua.
Sorprende no solo el dominio lingüístico por parte de Ducharme, sino también el conocimiento de la psicología. Muchos quieren ver en él la influencia de las teorías del psicoanálisis de Freud y Laing, pero el canadiense, al igual que Bérénice, es demasiado libre para adscribirse a ninguna corriente.
La elección por parte de Ducharme de una niña como protagonista y narradora fue aplaudida por superar a quienes se atrevían a elegir a una mujer para ese papel. Rápidamente se quiso emparentar equivocadamente a Bérénice con Huckleberry Finn, de Mark Twain, su contemporánea Scout Finch, de Harper Lee, y la pequeña Maisie, de Henry James, o incluso con el ya prostituido y atormentado Holden Caufield, pero tal vez quien esté más cerca de Bérénice sea Zazie, la mejor creación de Raymond Queneau y estrella absoluta de Zazie en el metro.
Muchos insisten en que Zazie se aproxima más a Mille Milles, protagonista de La nariz equívoca, quien juega y reinventa el lenguaje al igual que Bérénice; pero, al fin y al cabo, ellos dos, junto a Iode, narradora de La oceanada y boceto de Bérénice, son miembros de la misma familia y pueden intercambiar sus nombres a su antojo. Pero es realmente Bérénice quien desafió todas las normas, lingüísticas y sociales.

Queneau y Ducharme coincidían en primar su obra sobre ellos mismos. El autor no tiene para ellos la responsabilidad de interpretar o contextualizar sus textos en favor de la lectura. En el prefacio de La nariz equívoca el quebequense insiste: «Yo no soy un hombre de letras; soy un hombre.»
Tras obtener el Prix du Gouverneur General en Canadá, equivalente al Premio Cervantes, en 1967, dejó de realizar entrevistas y apenas se conservan fotografías suyas a pesar de la concesión en 1999 del Prix National des Lettres por parte del Ministerio de Cultura francés, un galardón casi desconocido para los escritores canadienses.
«¿Soy francés? ¿He nacido en París? Yo no soy francés. Es más, yo no quiero ser francés: es muy fatigante, has de ser muy inteligente, muy refinado y muy entendido en añadas, necesitas hablar mucho en vano y considerarte mucho mejor que los demás. Jamás he puesto los pies en Francia; yo no soy francés. ¿Francia templada? ¡Puf! ¡Desapacible Canadá!»
La nariz equívoca
Quebec, que ya entonces luchaba por reivindicar el uso del francés y por adquirir una mayor independencia, encontró en Ducharme a un valedor de su causa que logró revitalizar sus argumentos y que devolvió la esperanza en las singularidades que la caracterizaban. La Revolución Silenciosa de los años sesenta trajo consigo una nueva orientación en la identidad cultural de la provincia y que se manifestó, por ejemplo, con la adopción del gentilicio «quebequense» en lugar de «francocanadiense», que era visto como una doble colonización. Uno de los precursores de la vertiente literaria de la revolución, en la que participó Ducharme, fue Marie-Claire Blais, a quien éste dedicó La oceanada.
«¡Canadá, inmenso palacio de frío!, ¡oh, Canadá, castillo vacío de sol!, ¡oh tú, que duermes en tus bosques cual oso dentro de su piel!, ¿únicamente te despertaste cuando te dijeron que habías perdido, al pasar bajo el dominio del inglés?»
La nariz equívoca
Las comparaciones con Salinger son erróneas, exageradas. Ducharme renunció a su ego y se entregó de nuevo a la creación, al contrario que el autor de El guardián entre el centeno. Ha escrito guiones, obras de teatro, alguna que otra novela (en 2000 publicó su último libro, Gros mots), letras para el cantante canadiense Robert Charlebois; aunque no ha podido repetir el éxito de El valle de los avasallados, considerada por algunos como el Ulises canadiense. Muchos incluso aseguran verle caminar por las calles de Montreal recogiendo basura con la que crear sus esculturas que más tarde expone bajo el pseudónimo de Roch Plante.
Observando de cerca los manuscritos de sus obras, de La oceanada, de La nariz equívoca, de El valle de los avasallados, se puede vislumbrar su dolor; los folios están casi agujereados. Para Ducharme la escritura es un acto de fe.
Gallimard decidió publicar los tres manuscritos (sus denominadas «novelas de infancia») enviados por Ducharme alterando el orden en que fueron escritas. La nariz equívoca, editada tras El valle de los avasallados, toma al ya mencionado Mille Milles, un adolescente que encuentra en Chateaugué, una esquimal dos años menor que él pero con una edad mental de ocho, a su hermana «gracias al aire» y compañera en un peculiar pacto de suicidio y en el inicio a la sexualidad que consuma más tarde con una madre de tres hijas. La nariz equívoca habla de la ambivalente relación de Milles con la «mujer».
Los homenajes a Ducharme y Bérénice se han sucedido a lo largo de los años. Uno de los más notables es la película Léolo, de Jean Claude Lauzon. El personaje del Domador de Versos, que está basado en el propio Ducharme, rescata las palabras perdidas de Léolo, testimonio de su lucha contra la locura hereditaria, y le proporciona el que será su libro de cabecera, El valle de los avasallados.
Fotograma de la película Léolo
El escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio, cuya verdadera patria es Isla Mauricio, que, al igual que Quebec, es antigua colonia francesa, dedicó el Premio Nobel de Literatura de 2008 «A Réjean Ducharme, por la vida.» Le Clézio supo ver más allá de los titulares que hablaban de la obra del canadiense y escribió en La táctica de la guerra apache aplicada a la literatura que «El valle de los avasallados, La nariz equívoca y La oceanada no son libros de niños; son las confesiones de quien, por conocer el mundo de los otros hombres, acaba gravemente herido.»
Tuvieron que pasar más de cincuenta años para que se pudiera disfrutar de El valle de los avasallados en castellano, hasta que Francisco Navas creó la editorial Doctor Domaverso para publicar la obra de Ducharme en España, que inició con esta novela la colección Rejéan dedicada a la literatura francófona más allá de Francia.
Si uno ama la literatura, los retos, el lenguaje, no puede dejar de visitar este valle que es en realidad, como decía Bérénice, todo un mundo, y también, tal y como explica su excelente traductor, Miguel Rei, un templo de la palabra.
*Artículo publicado originalmente en la revista Quimera, dentro del dossier "Los límites de la novela", en marzo de 2015.
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