La
ironía fina y mordaz, a ratos cruel y a ratos desternillante, es patrimonio de
las mentes más geniales. ¿Mentes? Quizá este atributo se quede
corto para describir Los hijos de Nododaddy. Porque en
esta trilogía Arno Schmidt se deja también el corazón en muchas de sus
páginas, que son un derroche de belleza poética. Sobre todo las reservadas a la
descripción de la naturaleza y a sus irresistibles femmes
fatales, mezcla de Lolitas y heroínas de cómic.
Esta
trilogía, tan brillante como compleja, es el grito en el desierto de un Schmidt
que asiste horrorizado a la idiotización de las masas. Que vislumbra un
futuro apocalíptico -utópico, más bien- en el que se imagina como
único poblador de una tierra sin abogados ni imbéciles, rodeado de bosques
y ciudades desiertas. Armado con su cultura abrumadora, Schmidt se propone
emprender una renovación integral, que pasa por la estética pero que
apunta al fondo. Una forma radicalmente nueva de escribir, que se
refleja plásticamente en el uso de signos de puntuación y el sangrado
de párrafos, pero también en el desarrollo de la narración. En este trayecto
arrastra inevitablemente un importante bagaje autobiográfico (su amor de
infancia, el cariño de su hermana, la relación con su padre), pero también
incluye varias disertaciones sobre arte y literatura y expone -si
bien de forma más velada- su pensamiento político, que en realidad se
resume en un desprecio por las estructuras de poder, el omnipresente Leviatán,
que es a un tiempo Estado y creencias; panem et circenses para
un pueblo sin conciencia crítica. Y nos deja con la duda de si profesa
un incurable pesimismo antropológico o si lo que pretende es agitar
conciencias para reformar la sociedad alemana de su tiempo.
¿Su único
defecto? Que por su complejidad no es un libro fácil de recomendar (ni de
abordar). Probablemente no sea el regalo que sus familiares esperen esta
Navidad. Claro que esto sería un halago para Arno.
Cristina Gil-Casares
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Cristina Gil-Casares
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Alcanzar
a comprender en su totalidad los tres libros que forman Los hijos de
Nobodaddy es tarea imposible. Tan solo se puede absorber algunas de
las ideas y referencias que expone Arno Schmidt de manera apabullante en sus
páginas. Imposible es también definir esta obra inclasificable. No es
exclusivamente novela, sino también poesía, historia, sátira, filosofía, un
tratado sobre cultura en sus distintas manifestaciones, un tratado sobre la
Alemania nacionalsocialista. Es lectura exigente y, sobre todo,
experimentación estilística -retuerce el lenguaje hasta extremos insospechados
y juega con idiomas diferentes-. En estos tres volúmenes Arno se permite dar
rienda suelta a sus fantasías creativas. No escribe para el público sino para
él mismo y, tal vez, para aquellos seres humanos que logren distinguirse de la
masa, aquellos que no sean, como él afirma, animales que gritan hurra.
El deslumbramiento absoluto que produce Momentos
de la vida de un fauno hace que El brezal de Brand pierda
en la comparativa. El tercer libro, Espejos negros, sorprende con
el enfoque que se da al escenario apocalíptico, que lejos de ser una condena
para el personaje reflejo de Schmidt es un ideal en el que éste no extraña la
presencia de sus congéneres.
El invisible hilo que une los tres volúmenes
permite observar Alemania en distintos momentos de su Historia. Schmidt
reivindica una y otra vez, desconfiando de la inteligencia de los que le
rodean, la importancia de los libros, la naturaleza y la cultura. Leer Los
hijos de Nobodaddy es asistir a un circo con mil pistas. Es imposible ver el
espectáculo por completo pero, aun así, queda la sensación de haber presenciado
una maravilla.
Bárbara Pérez de Espinosa Barrio
Bárbara Pérez de Espinosa Barrio
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La trilogía novelística que nos presenta Arno
Schmidt en Los hijos de Nobodaddy tiene una relevancia
estética que en ocasiones hace de su lectura un arduo trabajo. Sin embargo, es
la importancia de lo narrado lo que prima y lo que impulsa su avance. Tanto la
primera novela, Momentos en la vida de un fauno como El
brezal de Brand, la segunda, transcurren durante una de las etapas más
duras de la historia reciente: La segunda guerra mundial. Por el contrario, en
la tercera novela, Espejos negros, nos presenta un escenario
postapocalíptico que raya la ciencia ficción.
Aunque cada una de las novelas se
pueden leer de manera independiente, su conjunto sigue una línea temporal. Arno
comienza describiendo la sociedad alemana del tercer Reich, con cierto
escepticismo ante lo que presencia. Continúa con la etapa posterior a la
Segunda guerra mundial dando muestra del caos y la decadencia de una sociedad
devastada. Y finaliza con un escenario dantesco que nos revela la posibilidad
de un futuro en el que la humanidad ha desaparecido.
Arno Schmidt escribe una crítica social socarrona
de la época más dura del siglo XX.
Pilar R.
Pilar R.
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Arno Schmidt era un genio.
Y, como todo genio, tiene sus incondicionales y sus detractores, que en este
caso son los que entienden su arte y lo celebran, y los que lo desdeñan, sin
entenderlo nunca, claro, porque toda genialidad lleva asociada siempre su pizca de incomprensión.
Su trilogía Los hijos de Nobodaddy es irregular, pero
parte siempre desde la genialidad. Tras la obra maestra que es Momentos
de la vida de una fauno, obra por la que ya merece la pena la lectura
de la trilogía, se pasa por El brezal de Brand, su obra más
compleja –también la más deshilvanada y, por eso, la que menos funciona
narrativamente– y se llega a Espejos negros, una fantasía
posapocalíptica que, en manos de Schmidt, se convierte en su utopía personal porque muestra una Tierra sin apenas presencia humana.
Si por algo se caracteriza esta obra de Schmidt es por su humor
–ácido, cínico, también burlesco, muy rabelasiano–, por su heterodoxia en el
uso de los signos ortográficos –Sterne, sin duda–, por los frecuentes pasajes
descriptivos en los que los elementos naturales –la luna, las nubes, los
árboles, el sol– toman vida y, sobre todo, por un desprecio natural hacia la
humanidad, hacia su estulticia y su amor por el poder, motivado por esa
Alemania hitleriana que le tocó vivir.
Arno Schmidt escribe que de este mundo solo merecen la pena la belleza
de las obras de arte, de las ciencias puras y de la naturaleza. Los
hijos de Nobodaddy se encuentra entre las primeras.
Pedro Garrido
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Pedro Garrido
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Tres mundos
distintos, tres épocas distintas, tres tramas distintas; y sin embargo una
trilogía: tal vez la luna. ¡Ay, qué no hubiera hecho Arno Schmidt a la luna de
Valencia! Más allá de un estilo general docto (excesivo por momentos) y
desconectado entre párrafos, el primer libro, Memorias de la vida de un fauno,
sobresale por el humor, cada vez más intenso a medida que las adversidades son
mayores; el tercero, Espejos negros, en el que también existe el
humor, destaca por el sueño de un mundo utópico; y el segundo, El
brezal de Brand, el que cabe resaltar por mi parte en su totalidad, no por
su sencillez o su narración, sino por la complejidad del deseo de construir un
mundo caótico a través de una escritura caótica, un proyecto complejo que
quizás no se puede contar de otra forma, pero que tal vez Arno Schmidt no llega
a conseguir del todo.
Agustín Márquez
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Agustín Márquez
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Título: Los hijos de Nobodaddy
Autor: Arno Schmidt
Traducción: Luis Alberto Bixio; Fernando Aramburu; Florian von Hoyer y Guillermo Piro.
Editorial: Random House (Debolsillo)
Páginas: 400
Precio: 11,50 eur (bolsillo)
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