viernes, 25 de diciembre de 2015

Reseña conjunta: Los hijos de Nobodaddy, de Arno Schmidt


La ironía fina y mordaz, a ratos cruel y a ratos desternillante, es patrimonio de las mentes más geniales. ¿Mentes? Quizá este atributo se quede corto para describir Los hijos de Nododaddy. Porque en esta trilogía Arno Schmidt se deja también el corazón en muchas de sus páginas, que son un derroche de belleza poética. Sobre todo las reservadas a la descripción de la naturaleza y a sus irresistibles femmes fatales, mezcla de Lolitas y heroínas de cómic.

Esta trilogía, tan brillante como compleja, es el grito en el desierto de un Schmidt que asiste horrorizado a la idiotización de las masas. Que vislumbra un futuro apocalíptico -utópico, más bien- en el que se imagina como único poblador de una tierra sin abogados ni imbéciles, rodeado de bosques y ciudades desiertas. Armado con su cultura abrumadora, Schmidt se propone emprender una renovación integral, que pasa por la estética pero que apunta al fondo. Una forma radicalmente nueva de escribir, que se refleja plásticamente en el uso de signos de puntuación y el sangrado de párrafos, pero también en el desarrollo de la narración. En este trayecto arrastra inevitablemente un importante bagaje autobiográfico (su amor de infancia, el cariño de su hermana, la relación con su padre), pero también incluye varias disertaciones sobre arte y literatura y expone -si bien de forma más velada- su pensamiento político, que en realidad se resume en un desprecio por las estructuras de poder, el omnipresente Leviatán, que es a un tiempo Estado y creencias; panem et circenses para un pueblo sin conciencia crítica. Y nos deja con la duda de si profesa un incurable pesimismo antropológico o si lo que pretende es agitar conciencias para reformar la sociedad alemana de su tiempo.

¿Su único defecto? Que por su complejidad no es un libro fácil de recomendar (ni de abordar). Probablemente no sea el regalo que sus familiares esperen esta Navidad. Claro que esto sería un halago para Arno.

Cristina Gil-Casares

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Alcanzar a comprender en su totalidad los tres libros que forman Los hijos de Nobodaddy es tarea imposible. Tan solo se puede absorber algunas de las ideas y referencias que expone Arno Schmidt de manera apabullante en sus páginas. Imposible es también definir esta obra inclasificable. No es exclusivamente novela, sino también poesía, historia, sátira, filosofía, un tratado sobre cultura en sus distintas manifestaciones, un tratado sobre la Alemania nacionalsocialista. Es lectura exigente y, sobre todo, experimentación estilística -retuerce el lenguaje hasta extremos insospechados y juega con idiomas diferentes-. En estos tres volúmenes Arno se permite dar rienda suelta a sus fantasías creativas. No escribe para el público sino para él mismo y, tal vez, para aquellos seres humanos que logren distinguirse de la masa, aquellos que no sean, como él afirma, animales que gritan hurra.

El deslumbramiento absoluto que produce Momentos de la vida de un fauno hace que El brezal de Brand pierda en la comparativa. El tercer libro, Espejos negros, sorprende con el enfoque que se da al escenario apocalíptico, que lejos de ser una condena para el personaje reflejo de Schmidt es un ideal en el que éste no extraña la presencia de sus congéneres.

El invisible hilo que une los tres volúmenes permite observar Alemania en distintos momentos de su Historia. Schmidt reivindica una y otra vez, desconfiando de la inteligencia de los que le rodean, la importancia de los libros, la naturaleza y la cultura. Leer Los hijos de Nobodaddy es asistir a un circo con mil pistas. Es imposible ver el espectáculo por completo pero, aun así, queda la sensación de haber presenciado una maravilla.

Bárbara Pérez de Espinosa Barrio

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La trilogía novelística que nos presenta Arno Schmidt en Los hijos de Nobodaddy  tiene una relevancia estética que en ocasiones hace de su lectura un arduo trabajo. Sin embargo, es la importancia de lo narrado lo que prima y lo que impulsa su avance. Tanto la primera novela, Momentos en la vida de un fauno como El brezal de Brand, la segunda, transcurren durante una de las etapas más duras de la historia reciente: La segunda guerra mundial. Por el contrario, en la tercera novela, Espejos negros, nos presenta un escenario postapocalíptico que raya la ciencia ficción.

Aunque cada una de las novelas se pueden leer de manera independiente, su conjunto sigue una línea temporal. Arno comienza describiendo la sociedad alemana del tercer Reich, con cierto escepticismo ante lo que presencia. Continúa con la etapa posterior a la Segunda guerra mundial dando muestra del caos y la decadencia de una sociedad devastada. Y finaliza con un escenario dantesco que nos revela la posibilidad de un futuro en el que la humanidad ha desaparecido.

Arno Schmidt escribe una crítica social socarrona de la época más dura del siglo XX.

Pilar R.

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Arno Schmidt era un genio. Y, como todo genio, tiene sus incondicionales y sus detractores, que en este caso son los que entienden su arte y lo celebran, y los que lo desdeñan, sin entenderlo nunca, claro, porque toda genialidad lleva asociada siempre su pizca de incomprensión.
Su trilogía Los hijos de Nobodaddy es irregular, pero parte siempre desde la genialidad. Tras la obra maestra que es Momentos de la vida de una fauno, obra por la que ya merece la pena la lectura de la trilogía, se pasa por El brezal de Brand, su obra más compleja ­–también la más deshilvanada y, por eso, la que menos funciona narrativamente– y se llega a Espejos negros, una fantasía posapocalíptica que, en manos de Schmidt, se convierte en su utopía personal porque muestra una Tierra sin apenas presencia humana.
Si por algo se caracteriza esta obra de Schmidt es por su humor –ácido, cínico, también burlesco, muy rabelasiano­–, por su heterodoxia en el uso de los signos ortográficos ­–Sterne, sin duda–, por los frecuentes pasajes descriptivos en los que los elementos naturales –la luna, las nubes, los árboles, el sol– toman vida  y, sobre todo, por un desprecio natural hacia la humanidad, hacia su estulticia y su amor por el poder, motivado por esa Alemania hitleriana que le tocó vivir.  
Arno Schmidt escribe que de este mundo solo merecen la pena la belleza de las obras de arte, de las ciencias puras y de la naturaleza. Los hijos de Nobodaddy se encuentra entre las primeras.

Pedro Garrido

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Tres mundos distintos, tres épocas distintas, tres tramas distintas; y sin embargo una trilogía: tal vez la luna. ¡Ay, qué no hubiera hecho Arno Schmidt a la luna de Valencia! Más allá de un estilo general docto (excesivo por momentos) y desconectado entre párrafos, el primer libro, Memorias de la vida de un fauno, sobresale por el humor, cada vez más intenso a medida que las adversidades son mayores; el tercero, Espejos negros, en el que también existe el humor, destaca por el sueño de un mundo utópico; y el segundo, El brezal de Brand, el que cabe resaltar por mi parte en su totalidad, no por su sencillez o su narración, sino por la complejidad del deseo de construir un mundo caótico a través de una escritura caótica, un proyecto complejo que quizás no se puede contar de otra forma, pero que tal vez Arno Schmidt no llega a conseguir del todo.

Agustín Márquez

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Título: Los hijos de Nobodaddy 
Autor: Arno Schmidt 
Traducción: Luis Alberto Bixio; Fernando Aramburu; Florian von Hoyer y Guillermo Piro.
Editorial: Random House (Debolsillo)
Páginas: 400
Precio: 11,50 eur (bolsillo)


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