viernes, 27 de noviembre de 2015

Autores a los que deberíamos redescubrir: Ryu Murakami

Cuando una persona que considera la lectura como deporte de alto riesgo escucha el nombre de Murakami, rápidamente piensa en pedir sushi a domicilio; muchas de aquellas otras que usan los libros para otros menesteres que no sea calzar sillas cojas o adornar las librerías piensan en Haruki Murakami, autor de un buen número de conocidas novelas y ya perenne candidato para los Premio Nobel; pero cuando yo escucho ese nombre pienso al instante en Ryu, el otro Murakami, y por qué no decirlo, en bajar al japo que queda a cincuenta metros de mi casa y pedirme algo para cenar.

Ryu Murakami, que a pesar de compartir apellido y nacionalidad con Haruki, poco más tiene en común con él, nació en Sasebo en 1952, ciudad en la que creció junto a una base militar estadounidense, hecho que a la postre cobrará importancia en algunos de sus libros. El autor japonés no solo es escritor, también es director de cine, medio al que ha llevado algunos de sus textos. Si hay algo característico en escritor japonés es su estilo, que se caracteriza principalmente por su crudeza y violencia, de modo que quien no esté curado de espanto es mejor que no se atreva a entrar en el mundo de Ryu Murakami, en el que no hay sitio para la compasión. Experto en hurgar en los miedos y las fobias de los personajes, es capaz de trasladar esta angustia al lector.

Hasta ahora en España se han traducido cuatro de sus obras.



Azul casi transparente (Anagrama, 1997). Autobiográfica, este texto fue su primera novela, redactada cuando apenas contaba veinticuatro años. En ella un grupo de jóvenes que residen cerca de una base militar estadounidense conviven con los negros de la base de fiesta en fiesta entre violencia, sexo, drogas y desapego, porque aunque existen presuntas amistades, uno siente que los personajes se encuentran solos. El protagonista, de nombre Ryu, convive con Lilly, una chica que lo mantiene con los pies en la tierra. No hay trama, ni poesía, ni esperanza por que los protagonistas mejoren sus vidas, solo un ambiente sórdido que impregna toda la atmósfera. Esta es una buena opción para adentrarse en el mundo de Murakami, donde el lector se encontrará un episodio orgiástico genial, con descripciones de drogas y sexo tan explícitas que uno llega casi a padecerlas.



Los chicos de la taquilla (Ediciones Escalera, 2010). Todo comienza en las taquillas de un tren:

«La mujer presionó el estómago del bebé y empezó a chuparle el pene; era más fino que los mentolados americanos que ella fumaba y un poco viscoso, como el pescado crudo. Quería comprobar si el niño iba a llorar, pero los bracitos y las piernas siguieron flácidos, así que le quitó el plástico que le tapaba la cara. Forró una caja de cartón con toallas, colocó dentro al bebé y la cerró con cinta adhesiva. Después la ató con una cuerda y escribió en un lado, con letras de molde, una dirección inventada».

La vida de Hashi y Kiku, dos huérfanos abandonados en las taquillas de una estación de tren, se cruzan después de haber crecido cada uno con una familia, así que a pesar de compartir sus orígenes, sus obsesiones son distintas: la de Kiku consiste en hacer volar por los aires Tokio, para lo cual debe descrifrar el significado de la palabra que le proporcionó un amigo para este cometido: datura; la de Hashi es un sonido, el del latido del corazón de su madre, y en esa búsqueda se cruza con un cazatalentos que hará de él una estrella de la música adoptando nuevas obsesiones. Por momentos el libro recuerda a El gran cuaderno, de Agota Kristof, por el sufrimiento que el lector puede llegar a sentir por estos dos huérfanos, a pesar de que ellos son fríos, como lo son Claus y Lucas. Esta es la obra más elaborada de Murakami que nos ha llegado a España, y es también sin lugar a dudas la más arriesgada y cruda, pues nunca es fácil  poner al lector en el lugar de unos chicos desgraciados desde su nacimiento.


Sopa de miso (Seix Barral, 2005). Si en Azul casi transparente la base americana no es solo una influencia, sino también el origen de la novela, en Sopa de miso esa influencia vuelve a estar presente, porque la opinión de Ryu sobre los americanos y su forma de vida se encuentra en las páginas del libro. En la novela un turista norteamericano, Frank, desea conocer la cultura japonesa y pertenecer a esa gran sopa de miso que es Japón, para ello contrata los servicios de Kenji, un guía sexual. Desde el primer momento Kenji sospecha del extraño comportamiento del turista, de sus mentiras, y sobre todo, de su rostro.

«Frank frunció el ceño y vi que la luz se le iba de los ojos. “Mierda, El Rostro vuelve otra vez” —pensé».

¿Será finalmente Frank el tipo que sospecha Kenji? ¿Serán alucinaciones de Kenji? Murakami consigue hacernos querer y odiar al extraño turista norteamericano.


Piercing (Ediciones Escalera, 2011). Si el inicio de Los chicos de la taquilla nos puede producir repugnancia, el de Piercing tal vez sea uno de los inicios más sobrecogedores que se puedan leer. Un padre de familia, felizmente casado y con un bebé de pocos meses, permanece de pie junto a la cuna del bebé ―hasta aquí todo es bello y emotivo― intentando convencerse a sí mismo de que no debe clavarle un punzón para picar hielo. Más tarde Masayuki, el protagonista, buscará la solución para liberarse de esa tentación. ¿Pero cómo liberarse de ella? Como diría Oscar Wilde, cayendo en ella. Masayuki se toma unos días de vacaciones para descansar, o eso es al menos lo que le dice a su mujer, Yoko, porque en realidad contrata los servicios de una masajista para poder clavarle el punzón y librarse de esa obsesión originada por un suceso que tuvo lugar en su infancia. Pero, ¿qué ocurre cuando te conviertes para la persona que va a aliviar tu obsesión en la solución a las suyas: todo, nada o quizás las dos cosas?

Lo que sí se puede asegurar es que si uno no está dispuesto a hurgar en sus miedos y miserias es mejor no leer a Murakami, al otro, Ryu, porque se puede salir de él herido.

1 comentario:

  1. Habrá que descubrir al otro Murakami. Parece que comparte con Haruki su afición por la narrativa americana, aunque a este se le ve más truculento e incorrecto.
    Saludos.

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