miércoles, 21 de octubre de 2015

Familias en la literatura (IV): Egipto, China, Japón y Ucrania, Francia, Austria, Japón & Inglaterra

Egipto:

Trilogía de El Cairo, Naguib Mahfuz

Entre dos palacios (Austral, 2010)
Traducción: María Eugenia Gálvez Vázquez

La azucarera (Austral, 2009)
Traducción: María Eugenia Gálvez Vázquez

El palacio del deseo (Austral, 2009)
Traducción: María Eugenia Gálvez Vázquez

Naguib Mahfuz, además de ser el primer Nobel de Literatura en lengua árabe, fue el mejor cronista de un Egipto “moderno”. Descubrió al mundo occidental los recovecos de las calles de El Cairo y sus variopintos habitantes. En esta suerte de vidas cruzadas Mahfuz logró deslizar más de una crítica hacia un régimen perpetuamente corrupto y habló en sus paginas de temas tabúes como la homosexualidad, la prostitución y el fanatismo.


En los tres volúmenes que componen esta inolvidable trilogía (Entre dos palacios, La azucarera y El palacio del deseo) el lector acompañará a la familia del comerciante Ahmad Abd el-Gawwad en su personal recorrido por la primera mitad del pasado siglo. Dicho periodo significó la ruptura de Egipto no solo con su despótica monarquía sino con la dominación británica que fue caldo de cultivo para el extremismo.

La propia dinastía de los Abd el-Gawwad demuestra la fragilidad de la unidad nacional. Los hijos de Ahmad desobedecen el férreo control paterno, fiel a las enseñanzas del Islam, para luchar por la independencia y refundar el país sobre bases modernas.


Tras unas primeras obras de corte histórico Mahfuz, quien abogaba por la convivencia entre judíos y árabes, busco en el realismo el vehículo perfecto para criticar el inmovilismo de la sociedad egipcia. Los cambios generacionales, ideológicos y de costumbres, se perciben en los distintos miembros de esta familia. El mejor viaje a El Cairo, el más apasionante, es sin duda leer esta trilogía.


China:

Cisnes salvajes, Jun Chang (Circe, 2004 )
Traducción: Gian Castelli Gair

Radiografiar un país de la inmensidad geográfica e histórica de China es un objetivo que parece difícil de lograr en un solo libro. Jung Chang tomó sus propios recuerdos y los de su familia para hablar a través de la vida de su abuela, de su madre y de ella misma sobre las crueles tradiciones medievales de la sociedad china, la terrible revolución cultural y sobre el deslumbramiento que sentía la juventud por la figura de Mao, una juventud que años más tarde se vio obligada a huir al extranjero cuando descubrió la verdad que se ocultaba tras ese decorado de cartón piedra.


Chang, excelente biógrafa, supo mantener el temple y la distancia para novelar la historia de las mujeres de su familia. El miedo es el sentimiento que atraviesa cada una de sus páginas, al futuro, al régimen, a los patriarcas.

Escrito desde el exilio Cisnes salvajes es tal vez el mejor fresco de China de las últimas décadas. Acierta al narrar con una profusión sorprendente de detalles las vidas de las protagonistas femeninas. No debe olvidarse que las mujeres fueron durante mucho tiempo un símbolo de vergüenza para sus familias. Chang es la mejor cronista de un país que muta a pasos agigantados pero que parece destinado al mismo tiempo a repetir algunos de sus errores milenarios.


Japón:

Una novela real, Mizumura Minae (Adriana Hidalgo, 2008)
Traducción: Mónica Kogiso

Mizumura Minae es considerada una de las mejores escritoras japonesas contemporáneas. Los lectores en el mundo entero solo parecen tener ojos para el mediático Murakami; descuidan la obra de clásicos como Mishima o Kawabata y entorpecen de ese modo el paso de voces más sólidas.

Una novela real ha sido comparada con obras icónicas de la narrativa europea o estadounidense (Minae basó su estructura en Cumbres borrascosas). Pero las críticas brillantes no ayudaron a que este libro viajara instantáneamente. La editorial argentina Adriana Hidalgo, que poco a poco va consiguiendo un público fiel en España, tradujo años más tarde esta historia familiar desde mediados del siglo XX.


Minae toma el relevo de Tanizaki, autor de la imprescindible Las hermanas Makioka que retrataba un Japón aristocrático, y arranca esta saga en una época en la que el país aún cura sus heridas tras la Segunda Guerra Mundial. La migración japonesa en Estados Unidos es el detonante de un inquietante amor prohibido. Pero al mismo tiempo se regresa a las tradiciones ancestrales y se descubre una incipiente clase media que comienza a encontrar su hueco en la posguerra.

El detalle en sus descripciones, en la caracterización y profundización de sus personajes convierten esta lectura en una deliciosa inmersión en una cultura milenaria. La traducción de Mónica Kogiso permite apreciar la sensibilidad de Minae y sus distintos tonos narrativos. La versatilidad de esta autora, que ha vivido casi toda su vida en el extranjero, hizo posible que se finalizara la novela inconclusa de Natsume Soseki, el padre de la novela moderna japonesa.


Ucrania, Francia, Austria, Japón e Inglaterra:

La liebre con ojos de ámbar, Edmund de Waal (Acantilado, 2012)
Traducción: Marcelo Cohen

Edmund de Waal, ceramista de profesión, rescata su historia familiar gracias a unos pequeños netsukes ligados al pasado de los Ephrussi. Esta adinerada saga dio sus primeros pasos en la hipnótica Odessa desde donde el patriarca diseñó el destino de sus herederos en un mapa imaginario.

Estas pequeñas figuras, al mismo tiempo delicadas e indestructibles, que finalmente regresaron a Tokio junto al tío Iggie, son los mejores testigos del ocaso de los Ephrussi.


Edmund se reencontró con el tío Charlie, mecenas y erudito imprescindible de la vida cultural del París de finales del XIX. Pissarro, Renoir, Zola y el caso Dreyfus disfrutaron de las comodidades y riquezas de los salones de Charlie, quien más adelante recorrió, gracias a los recuerdos de Proust, el camino de Swann. Pero la envidia no se esconde para siempre y el antisemitismo quiso opacar la vida de los Ephrussi.

Por un giro del destino, los netsukes viajaron en su esplendida vitrina camino de la Viena de los Habsburgo. Se acabaron las tertulias y las reuniones sociales, y quienes ahora jugaban con ellos eran niños que un día, por valentía y obligación, recorrieron el mundo sin blasones ni mayordomos.

Musil y Joseph Roth, ya daban fe de la velada persecución que sufrían los judíos. Al palacio Ephrussi llegaban los reflejos dorados de los cuadros de Gustav Klimt, las sombras de los edificios de Adolf Loos y los gritos de escándalo que provocaban las obscenidades de Egon Schiele.

Entonces, la salvación para los netsukes llegó de la mano de quien menos esperaban. Y de nuevo Japón, como si de cerrar un círculo se tratara.

El tío Iggie 

De Waal con la meticulosidad de quien sabe que cualquier grieta esconde un secreto, con la templanza que tienen aquellos que pueden controlar sus dolores y miedos, escribió un extraordinario homenaje a un continente arrasado, a la memoria de sus antepasados, y al sentimentalismo que encierran los objetos.

Delicado artesano y digno sucesor, ha moldeado un clásico que, al igual que los netsukes, sobrevivirá al paso del tiempo.

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