miércoles, 7 de octubre de 2015

Familias de la literatura (II): Estados Unidos, Colombia y Portugal

Estados Unidos:

Al este del Edén, John Steinbeck (Tusquets, 2004)
Traducción: Vicente de Artadi

Estados Unidos engrandece su corta historia celebrando pequeñas gestas, nacimientos de personajes de tercera y defendiendo con un honor casi aristocrático sus apellidos. La familia, institución que revive en las celebraciones de los dos últimos meses del año, defiende la pureza de su sangre. Irlandesa, judía o afroamericana. Los matrimonios mixtos fueron –y todavía a veces son- vistos como el peor de los insultos hacia unos antepasados que inventaron apresuradamente para adornar sus árboles genealógicos.


En Al este del Edén John Steinbeck regresa a su California natal, a Salinas, pueblo en el que los negros, los hispanos y los blancos luchaban por salir de la pobreza con igual ahínco. El lector sigue de cerca, durante más de setecientas páginas, el destino de tres generaciones de dos familias. Steinbeck incide en el peso de la sangre, en cómo los errores y pecados de los mayores condicionan el futuro de los más jóvenes.

Construye una historia absorbente e imparte una vez más una lección de historia de Estados Unidos, recordando la miseria, los sueños rotos, el hambre y la relación entre la inmoralidad y los dólares fáciles. Aunque para Steinbeck Al este del Edén era su mejor libro, no alcanza la profundidad y la perfección de obras como Las uvas de la ira. Utiliza ecos bíblicos y autobiográficos para potenciar su crueldad y convierte a una mujer impura en una singular satanás.


Steinbeck, lejos de tener la calidad de Faulkner, construyó una novela imperfecta pero que conseguía mantener en vilo a todo tipo de lectores, que se preguntaban por el destino de los Trask y los Hamilton con ese afán chismoso de un país que siempre desconfía del origen y el éxito del vecino.

Elia Kazan vio en todos esos ingredientes el potencial de una película taquillera, de un gran drama. Al final, como Steinbeck, pensó que estas historias de amor, venganza y muerte son las que emocionaban a las masas. Tom Joad estaba destinado a recorrer otro camino.


Colombia:

Cien años de soledad, Gabriel García Márquez
Edición conmemorativa RAE, Alfaguara, 2007
Debolsillo, 2013


El error de Carlos Barral al negarse a publicar Cien años de soledad es comparable al rechazo de Gide y Ollendorf a En busca del tiempo perdido.

La novela icónica de García Márquez, que sigue el paso de seis generaciones de la familia Buendía, arranca con uno de los mejores comienzos de la literatura del pasado siglo. En ella hay lugar para las referencias bíblicas, al igual que en Al este del Edén, para la magia y creencias de los primeros pobladores de Macondo, para los desbordantes paisajes de un país del que este autor fue el mejor embajador. Los Buendía son fieles descendientes de otros personajes de sus novelas anteriores, como si toda su obra pasada fuera un mero prólogo de este libro que le daría el Nobel.

Experimentando con las coordenadas geográficas e históricas existentes García Márquez creó Macondo, un espacio en que tanto las tradiciones como su desbordante imaginación encontraron su sitio. El destino de los Buendía estará por siempre ligado al de ese lugar mágico, creando una unión indisoluble.


Su evolución desde un pueblo arcaico y primitivo hasta la consagración como aldea desarrollada, “donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto”. Enfermedades, matanzas, guerras, ambiciones, la historia de la ficticia Macondo es la misma que la de la real Colombia.

Los Buendía viven dos existencias paralelas: la pública, siempre escrutados por los ojos de los que los odian, veneran o envidian, y la íntima. Cada día, hasta su inevitable final “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”


Portugal:

Los Maia, Eça de Queirós (Pre-Textos, 2001)
Traducción: Jorge Gimeno


Si no han leído todavía Los Maia, háganlo ya mismo. Pocas veces uno encuentra en la vida lectora una novela de estas características.

Eça de Queirós acompaña a los Maia durante tres generaciones y en este lapso de tiempo no solo se ve el declive de una familia sino también el de una forma de vida. Se radiografían las costumbres de una clase social, su diletantismo, sus logros, su caída, su esnobismo, su relación ambivalente con la cultura. Una clase que se aferra al siglo XIX antes de que la modernidad acabe con todos sus derechos y beneficios.

Después de terminar su lectura queda en el recuerdo otra Lisboa, alejada de la eterna influencia de Pessoa. Queda también Sintra y sus palacios. En sus páginas hay saudade y pasiones prohibidas, que dieron pie a duras críticas.


Comparado con Balzac, con Flaubert o con Zola en Los Maia Eça de Queirós escribe su mejor prosa. Un despliegue estilístico durante casi mil páginas que contribuye a dar aún más brillo a Portugal y los miembros de esta familia. Su subtítulo, Episodios de la vida romántica, alude a una moda que había sobrepasado ya el ámbito de la cultura para influir en distintas capas sociales. Eça de Queirós anticipándose a su desaparición satirizó ese romanticismo imperante.

Los personajes secundarios contribuyen a redondearla. En ellos el autor da muestras de nuevo de su sentido del humor e ironía. Sería interminable enumerar cada una de las virtudes de Los Maia, de la que puede afirmarse sin rubor alguno que es la mejor novela de la historia de la literatura portuguesa.  

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