viernes, 9 de octubre de 2015

Entrevista: Ariana Harwicz, la aparición del lenguaje

Hace unos años un amigo (hoy periodista) nos comentaba que el primer consejo que les dieron al entrar a cursar los estudios de periodismo fue: «Hay que meter el micrófono allá donde haya una posible noticia». Hace unas semanas nos vino a la cabeza esa afirmación cuando estábamos delante de Ariana Harwicz, quien tuvo el atrevimiento de pasar cerca de nosotros, y allá que fuimos con nuestras herramientas de tortura: una ristra de preguntas, nuestra cámara y nuestras grabadoras. Por supuesto, somos unos verdugos educados, y siempre pedimos el permiso conveniente a las personas a las que torturamos, se podría decir que somos unos antipaparazzis. Aun así, queridos autor/a, editor/a, traductor/a, ilustrador/a... andaos con ojo si pasáis cerca de nosotros porque corréis el riesgo de formar parte de la próxima entrevista. Pero ahora, por el momento, disfrutemos con las respuestas que nos dejó Ariana Harwicz en su paso por Madrid durante la presentación de La débil mental con la que charlamos del origen de su escritura y de sus afinidades con escritores argentinos de su misma generación, entre otras cosas.  

P: Tanto en Matate, amor como en La débil mental el estilo es algo que llama mucho la atención, ¿ese estilo es natural o es algo que has hallado con el tiempo?

R: Lo primero que aparece es el lenguaje. Sin esa lengua no hay nada, no es algo que pueda hacer y después, pulirlo y transformarlo. Creo que mi identidad está ahí, primero en el lenguaje, y luego ya nacen los textos y los personajes, y eso que llaman estilo. Por eso me gusta esa frase que dice que una puede narrar lo que quiera, pero no escribir lo que quiera.


P: En la trama de ambas novelas los personajes pivotan alrededor de la familia, ¿fue ese para ti un punto de partida?

R: Cuando yo estudiaba guion cinematográfico nos decían que dejásemos los mensajes para los carteros. No hay ninguna idea de hablar de la familia, de las disfuncionalidades o la atracción latente entre padres e hijos, no hay nada de eso. De hecho, creo que sería un fracaso escribir desde ahí. Lo que aparece es una visión encarnada en el lenguaje y a partir de ahí voy escribiendo la novela. Lo que suelo hacer es sentarme y escribirlo todo casi de un mismo aliento. Pero sobre la temática, nunca me planteo previamente escribir sobre un tema concreto.


P: La débil mental no es un libro fácil, es decir, necesita participación por parte del lector, ¿la escritura resultó igual de dificultosa?

R: No fue sencilla. Nunca es sencillo porque siempre procuro despojar el texto de todo aquello que le sobra, por ejemplo, en las descripciones tengo casi la pulsión de eliminar lo más posible hasta que queda una imagen casi elíptica, pero que se pueda completar. Lo más difícil no es escribir un libro, sino procurarse el estado de ánimo, el estado mental, la atmósfera, entrar en la zona de escritura. Creo que nunca habría podido escribir La débil mental tranquila en un bar.


P: ¿El proceso de escritura de las dos novelas fue similar?

R: Creo que la única diferencia es que Matate, amor la escribí sin pensar en que estaba escribiendo un libro, sin pensar remotamente que podría ser publicado. Siempre tiraba todos mis manuscritos, pero llevé el de Matate, amor a una escritora que se llama Alicia Dujovne Ortiz, que vive en el campo, como yo, pero más incivilizada aún porque vive rodeada de ganado; le llevé unas treinta páginas y me dijo: «Acá hay una novela». Casi le beso los pies (risas), porque en mí no había una conciencia en absoluto de poder hacer literatura. Con la La débil mental sí había más conciencia de que podía ser un libro publicable, pero aun así el proceso es el mismo, encerrarse y escribir.


P: Lo que se ve también en La débil mental es que no existe una autocensura, no sé si te gusta corregir mucho el texto o eres una autora a la que le gusta el texto tal como sale y lo retoca poco…

R: Lo que hago es que escribo durante el día y por la noche corrijo, hasta que el editor me dice que ya no puedo cambiar ni una coma más porque están trabajando en la publicación del texto; pero durante el resto del tiempo es un continuo pulir la palabra.


P: Hay partes de la novela que me recuerdan a la antipoesía que existe en Plop, de Rafael Pinero, ¿es algo premeditado?

R: No sé si es así, pero lo que me interesa de esto es cuando dicen que en el libro hay una mezcla de lenguaje procaz, sincero y coloquial, y un lenguaje más poético. Ese cruce, esa mezcla, no sé si soy consciente de estar haciéndolo, pero si con algo identifico o quiero identificar mi escritura es con ese contrapunto. No me interesan el lenguaje netamente coloquial o netamente poético, lo que me interesa mucho más es  trabajar en esa mezcla de registros.


P: Otra cosa que llama la atención en tu obra es la estructura fragmentada y la discontinuidad temporal de estos fragmentos

R: En realidad esa es la linealidad de esos personajes, así viven; están desayunando y de repente tienen veinte años menos, se produce en una de ellas un flashback y vuelve a la niñez, o un pensamiento futuro. Esa es la temporalidad de los personajes, esa es la lógica de sus vidas.


P: ¿Vuelves a leer tus libros una vez publicados?

R: No. Lo que sí hago, y me gusta, es releer fragmentos en las presentaciones o eventos de los libros.


P: En los últimos años parece que se está dando bastante voz a algunas escritoras sobre todo latinoamericanas, como a ti, a Selva Almada, Samantha Schweblin,… ¿Crees que ahora se está dando más voz a las escritoras que antiguamente o continúa siendo igual de complicado que antes publicar para una escritora?

R: Creo que eso podría ser una trampa. Lo que observo cuando voy a Buenos Aires o vengo aquí a España es que es innegable que hay algo así como un boom de escritura latinoamericana, y sobre todo, de las mujeres. Eso es algo positivo y no hay que desmerecer este momento, pero por otro lado creo que es una trampa porque puede posibilitar que al grito de soy latinoamericana, mujer y tengo afinidades feministas,  que entonces me publiquen. Lo único que tiene que importar es el texto, lo otro son añadidos. Lo importante es el texto, el texto, el texto. Si después, el hecho de que viva en el campo pueda ser interesante porque aporte un cierto exotismo, o que soy medio judía y vivo pseudoexiliada, mejor, pero eso es para aportar notas de color. Repito, lo importante es el texto.


P: ¿Crees que hay afinidades entre los autores argentinos jóvenes?

R: No creo que haya afinidades a primera vista, quizás sí lo hay en cuanto a la temática, a lo que gravita por ahí; pero no creo que exista una afinidad en el estilo o la voz. Ahora trato de conocer lo máximo posible de mis colegas, porque no se puede olvidar que están viviendo este momento literario y esta realidad contigo y que, lo quieras o no, recibes influencias.




P: ¿Cómo ha sido tu trato con los editores con los que has trabajado? ¿Crees que son necesarios?

R: Mi experiencia empezó hace muy poco, tres años tan solo, con la publicación de Matate, amor en Argentina (Paradiso) y en España (Lengua de Trapo). Hasta un segundo antes de enviar el manuscrito no conocía a ninguna persona del mundo literario, pero mi experiencia fue muy buena. Y luego llegué a Mardulce, lo que casi una cuestión del destino, porque la gente me decía «vos tenías que estar en Mardulce». Creo que el editor es más que un mal necesario. Es importante porque si no el escritor estaría más solo de lo que ya está. Yo vivo aislada en Francia pero el editor me acompaña de alguna forma en el proceso de creación. Por supuesto, siempre hablo de un editor que cree en sus autores. Hace unos días me advertía alguien acerca de la importancia de lo grande que sea un editor, de su alcance, de la tirada media… Esas son cuestiones técnicas que no me interesan. Lo que me preocupa es saber si el editor con el que voy a publicar arriesga o no arriesga, ya que esos son para mí los dos tipos de editores que existen, del mismo modo que hay escritores que arriesgan e intentan hacer de su libro una revolución, y los que no arriesgan, haciendo de su libro un oficio. Y lo que me gusta tanto de Mardulce es que es una editorial que arriesga.


P: ¿Qué escritores dirías que te han marcado de algún modo y qué libros recomendarías de algunos de ellos?

R: No sé decir quién marcó mi escritura, no puedo decir que haya una influencia directa en cómo escribo pero sí en cómo concibo el acto de escribir, el arte. Para eso algunos de los obsesionados que me acompañan: Flaubert, Nietzsche, Wilde, Balzac, Lou Andreas Salomé, Séraphine de Senlis, Aloïse Corbaz, Ingrid Haebler, Glenn Gould entre cientos de otros.


P: ¿Cuáles son tus planes futuros?

R: Se publica Precoz en noviembre en Argentina, y después queda volver y escribir.

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