¿Qué tuvieron los años 60 para que
se desplegase esa inusual tendencia al experimentalismo en la literatura?
Seguramente tuvieron mucha culpa las vanguardias históricas, que si bien no
fueron capaces de crear obras maestras a partir de sus propuestas rupturistas,
sí que fueron dejando un poso que fue consolidándose hasta estallar en los años
60.
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Edición estadounidense de Composición nº 1, publicada por Visual Editions. |
En el segundo lustro de los 50 había comenzado ya esta corriente
experimental con los beat en los
Estados Unidos, que alcanzó Europa, más concretamente Francia (aunque con
algunas influencias en otros escritores que vivían en países cercanos), en los
60. Y cuando decimos Francia, nos referimos a los escritores que vivían en
Francia, tanto franceses como latinoamericanos. Todos venían de Joyce, claro,
y de Virginia Woolf, y tenían algo de dadaístas, otros se fijaban en Faulkner o
incluían elementos inventados por los surrealistas. Y por eso, ahí andaba el
grupo OuLipo, con Queneau, Perec y Calvino a la cabeza, los autores desparejos
de la nouveau roman, y los que conformaron
el tan publicitado boom
latinoamericano, así como algún que otro outsider
que nunca se adhirió a ninguna de estas tendencias (pienso en Manuel Puig o en
Luis Martín-Santos). Una de esas especies solitarias fue Marc Saporta, que
trató de entrar en OuLipo mediante la novela que nos ocupa hoy, Composición nº 1 pero no lo consiguió, y
aunque se le ha relacionado con la nouveau
roman (esa especie de saco donde entraron muchos otros autores sin
demasiado en común) tampoco parece que encajase a la perfección en dicho
movimiento.
Hace poco reseñábamos por aquí Los desafortunados, de B.S. Johnson, un
libro compuesto a partir de pliegos no cosidos que plantea una lectura no
lineal del texto y que parte de un ejercicio lector azaroso, pues recomienda disponer
aleatoriamente esos pliegos para que cada lectura sea diferente. Los desafortunados se publicó en 1969 y decíamos de
él que ese aparente experimentalismo no era tal porque su voz era excesivamente
similar a las de Joyce y Beckett (muy lograda, eso sí) y su principal
«innovación», esa lectura no lineal, ya se había ensayado antes. Y fue
precisamente Marc Saporta el que lo había hecho años antes, en 1962, cuando
publicó esta Composición nº 1 en la
que todas las páginas son entes independientes y pueden disponerse como a uno
le dé la real gana. Barajar las páginas, subvertir la lectura mediante el azar,
si es que eso es posible. En el 64, Max Aub propondría su propia versión del
experimento con su Juego de cartas.
En Composición nº 1 se alternan varias historias en las que
varias mujeres son en apariencia las protagonistas, si bien, en realidad, el protagonista real de la obra es un hombre del que no conocemos el nombre ni es descrito, pero su presencia siempre es ubicua. No son tanto relatos como
escenas y en ellas asistimos a las tribulaciones de Dagmar acerca de la mujer y
del amor (y, por ende, del desamor), a la violación de la jovencísima Helga, al genio y, al
mismo tiempo, la enfermedad mental de Marianne, a un accidente de coche o a la
búsqueda de unos maquis, y todo ello con el telón de fondo de la ocupación nazi
de Francia.
Es habitual que en la literatura
que propone nuevas formas de enfocar la lectura se dejen señuelos y pistas que
informen al lector de la forma en que la obra fue concebida, es una marca del
experimentalismo. Y Composición nº 1
no iba a ser menos:
Al contrario de lo abstracto, es una monstruosa deformación, una tortura de la sensibilidad. Cada toque vive por sí mismo, contra los demás, y eso compone un mundo que gira alrededor de su eje, preso en una red, en lazos de estrellas fugaces.
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Edición italiana de Composición nº 1, publicada por Lerici editori |
La excesiva limitación que impone la estructura a la obra es su mayor punto débil, ya que en conjunto parece algo deslavazada. pero es lo que sucede cuando se opta por una opción radical de escritura. Este punto de partida, aunque menos agresivo, le jugó también una mala pasada a B.S. Johnson en Los desafortunados, ya que tuvo que recurrir a una amnesia inicial poco verosímil del narrador para poder estructurar los recuerdos que lo componen y adecuar así forma y fondo.
Por contra veremos que cada página
de Composición nº 1 está escrita con un cuidado exquisito y tratando de que en
cierto modo sea autoconclusiva. En ese aspecto, la experiencia lectora se
enriquece e invita a seguir página tras página sin cesar.
Nos gusta hablar de la edición del
libro cuando este incorpora alguna peculiaridad, y esta es evidente que las
posee. La caja, dura y elegante que contiene las páginas, y las composiciones con
letras del reverso de las páginas hacen que la factura visual del libro sea
excelente. Una lástima, sin embargo, que haya un número de erratas superior al
que sería deseable (es especialmente extraño que haya muchas de ellas que sean
de concordancias de género o de número, no sabemos si como consecuencia de la
traducción).
Todos los lectores a los que les
interese la innovación literaria y que se sientan, por tanto, abiertos a nuevas
formas de narrar, deberían leer este libro. No caeremos en el tópico del lector
activo (el lector debe serlo siempre, si no es mero espectador) ni en la
experiencia de lectura individualizada (esta lo es siempre, por definición,
incluso aunque el orden de las páginas permanezca inalterable). Disfrutadla,
sin más, y después la comentamos.
Autor: Marc Saporta
Traductor: Jules Alqzr
Editorial: Capitán Swing
Páginas: 344
Precio: 26 eur
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