Somos mala gente, y si no lo sabíais ya, os lo desvelamos ahora. Nos gusta restregaros nuestras vacaciones por las narices
como gentuza que somos. Por eso, si el
año pasado ya os hablamos de algunas librerías de China y Singapur, esta vez nos dedicaremos a mostraros algunos rincones literarios que hemos encontrado
mucho más cerca, en Lisboa y las Azores.
Que Lisboa es una ciudad literaria
no es noticia. Nos ponemos cursis durante un momento –permitídnoslo– pero es
una ciudad repleta de poesía: sus edificios ruinosos, sus calles estrechas, el
acento lisboeta, los cafés magníficos y el Tajo iluminando el cielo de la
ciudad. Lo dicho, cada ladrillo que la compone es un verso.
Nada más llegar a Lisboa, te esperan en el aeropuerto algunos de sus máximos representantes literarios. Sirvan de muestra estas caricaturas de Pessoa y de Lobo Antunes del caricaturista Antònio.
En Lisboa se encuentra la librería
más antigua del mundo en activo, La Livraria Bertrand, en cuyo escaparate muestran orgullosamente la certificación de su récord
Guiness. La librería se encuentra en la famosa Rua Garrett, en el Chiado. Es enorme, con las obras organizadas por géneros y también con sección
infantil y de libros en otras lenguas.
Allí nos topamos con esta
colección de libros de viajes, o cuyos argumentos animan a viajar, que nos recuerda a esa
otra minicolección de clásicos que sacó Alianza hace ya cosa de un año. En cualquier caso, la colección es una
maravilla.
Justo frente a la librería Bertrand
podemos encontrar la librería Sá Da Costa, una de esas librerías de viejo –el aroma antiguo es intrínseco a ellas– en la que no podréis dejar de recorrer los estantes aunque
solo sea por el placer de contemplar esos libros antiguos y sacar alguno que
otro al azar para hojearlo con dedos ávidos.
También en el barrio de Alfama
podemos encontrar alguna librería, como esta, el Círculo das Letras, con la que nos topamos entre
tranvías y turistas.
Y vamos con la joya de la corona,
la que fue la visita obligada. Hace unos años se inauguró en Lisboa Lx Factory, un centro
alternativo, similar a los de otras ciudades como el Matadero Madrid o, algo más lejano, el 798 Art Zone de Pekín, donde pueden
encontrarse galerías de arte, tiendas de diseño y talleres de diseñadores, así
como alguna que otra librería. En el Lx Factory se encuentra la maravillosa Ler
Devagar, una de esas librerías que todo lector adicto debe visitar.
Nada más
entrar nos saluda una pared altísima repleta de libros. La librería cuenta
además con dos cafeterías y un ciclista que nos sobrevuela. Y, por si eso fuera
poco, y para que el encanto de la librería sea aún mayor, hay una enorme rotativa antigua en la librería y sobre ella puede visitarse una
exposición de pequeños artefactos mecánicos artísticos al estilo de los autómatas de los siglos XVIII y XIX que nos explicará Pietro, su creador, un hombre carismático que acompaña cada una de sus obras de una historia. Si vais, no dejéis
pasar la oportunidad de hablar con él. Es un hombre estupendo.

Como en este blog, además de
gentuza somos gente de ciencias, no podemos hacer otra cosa que recomendaros ir
al café Darwin, un restaurante (no muy económico, pero tampoco imposible de visitar)
donde puede uno sentirse como en una biblioteca científica del siglo xix. Está en el barrio de Belém.
Y, por último, la curiosidad del
viaje, que llegó en las Azores, en la isla de Sao Miguel, y más concretamente en su capital, Ponta Delgada, donde
las librerías no son abundantes pero nos topamos con esta iniciativa que nos
pareció genial, sobre todo porque además de fomentar la lectura es una forma de
conservar esas cabinas de teléfono que poco a poco están desapareciendo de las
ciudades y que tanto encanto tenían. Ha
sido la propia compañía de teléfonos la que ha convertido alguna de esas cabinas
en microbibliotecas, con sus recomendaciones de lectura (no esperábamos
encontrar a Rolin recomendado, y eso nos hizo muy felices). Una iniciativa que podría adoptarse en otros países: tomen nota las compañías telefónicas.
Aunque, claro, con estos paisajes, uno entiende por qué en San Miguel no hacen falta librerías...
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