Al pasar los ojos sobre las mesas de novedades de una librería hay presencias de editoriales que nos resultan ya familiares, incluso aunque nunca le hayamos hincado el diente a ninguno de sus libros. Pero un buen día uno se anima, coge uno de los libros de esa editorial con un aire un tanto vintage y con títulos que tienden a hacernos pensar en el periodismo bien hecho, el de verdad, y también en grandes escritores y en una férrea vocación de agitación social, y es entonces cuando nos llevamos un Gallo Nero a casa, lo disfrutamos y a partir de ahí comenzamos a explorar su catálogo y a seleccionar poco a poco las interesantes obras que publican.
Como no solo queremos conocer los libros de esta editorial, sino además saber qué hay detrás de ella, cómo se originó y hacia dónde se dirige, entrevistamos a Donatella Ianuzzi, fundadora y editora de Gallo Nero, a quien agradecemos su predisposición y amabilidad.
Como no solo queremos conocer los libros de esta editorial, sino además saber qué hay detrás de ella, cómo se originó y hacia dónde se dirige, entrevistamos a Donatella Ianuzzi, fundadora y editora de Gallo Nero, a quien agradecemos su predisposición y amabilidad.
P:
¿Cómo surgió Gallo Nero?
R:
Había cursado un máster en edición y venía de tener experiencia en otras
editoriales. Después de tres años me vi con fuerzas para emprender algo por mí
misma. Por entonces ya habían salido varias editoriales pequeñas interesantes
como Cabaret Voltaire o Minúscula y que estaban teniendo bastante prensa. En
realidad no fue un planteamiento muy racional pero sí que fue de algún modo un
movimiento natural de cierta gente que estábamos por entonces trabajando para otras editoriales y que
teníamos nuestras propias inquietudes editoriales. De hecho, cuando empecé con
Gallo Nero, el trabajo más duro, que es el reconocimiento de las editoriales
independientes por parte de las librerías ya estaba hecho gracias a esas otras
editoriales que se habían ido creando unos años antes. Las librerías ayudaron
mucho a estas editoriales y hay que estarles agradecidos por ello porque sin
esa acogida hubiese sido difícil salir adelante.
P: ¿Qué
colecciones tenéis ahora mismo?
R: Gallo Nero surgió con la idea de tener tres líneas. Primero, una
línea fuerte de narrativa de la que sacamos unos ocho o nueve títulos al año,
aunque esa línea se ha pervertido un poco porque también he incluido textos de
no-ficción; después otra línea de tamaño pequeño, que es un
tipo de libro que tiene más tradición en Italia y en la que he incluido textos
periodísticos o de ficción; y por último, nuestra línea de novela gráfica, y en
la que como primera publicación sacamos El caso Pasolini, la crónica en viñetas de las últimas horas del poeta italiano. De
esta última tenía como idea original sacar uno o dos títulos al año, y han
entrado títulos del underground americano,
pero en otoño vuelvo con el manga... Esta última es una colección de
tentaciones, es decir, tiene que gustarme mucho para publicarlo.
P:
Se aprecia, y es muy claro cuando uno se detiene un poco a mirar tu catálogo,
la querencia que muestras por la literatura del siglo xx.
R: En
realidad esto es lo único que puedo contestar cuando me preguntan por mi línea
editorial porque no me creo eso de la coherencia del catálogo. Esa coherencia
no la dan los libros, la tienes que construir tú sobre ellos y con el tiempo.
Es algo difícil de definir y que solo se va viendo a medida que se construye el
catálogo. De hecho, la mayoría de los buenos catálogos no tienen una línea
evidente. Lo sencillo es decir: solo voy a publicar rusos. O: solo
norteamericanos de los años 60. Pero mi idea es mucho más generalista, más que
nada porque yo, como lectora, soy así. Hay géneros que no leo porque no me
gustan pero sí que publico muchos géneros diferentes. Por otro lado, aunque mi
catálogo responde al siglo xx, porque no soy una lectora de novedades, lo que publico siempre tiene grandes referencias en el presente. No es
por desconfianza de lo nuevo, sino por esa sensación que tiene todo lector de
que la lectura de la literatura ya publicada es inabarcable.
P:
¿Qué libros te han dado alguna alegría más o menos inesperada?
R: Hubo un librito de Pullitzer, Sobre el periodismo, que
apela a los valores de un oficio últimamente muy maltratado. Que este texto haya funcionado muy bien —de hecho se recomienda
en muchas facultades de Periodismo— fue una alegría porque la idea de publicar
ese texto, y otros que han venido después era la de reivindicar la profesión
del periodismo y su valor social. Este
libro viene a decirnos que el problema no es tanto de los periodistas que se
están formando, sino que en ese camino algo ocurre y es entonces cuando todo se
pervierte. Y posiblemente la causa de esa perversión esté en el sistema.
P: De
hecho, quizás ese gusto por el siglo xx
te venga del carácter intimista de la literatura propia de ese siglo...
R: Hoy
parece que si no estás expuesto no llegas a ser nadie y, sin embargo, en el
siglo xx parece que se disfrutaba más
de ese espacio privado de la escritura (o la lectura), un acto donde nadie más
podía entrar. Por eso quizá hoy día leer no está de moda, porque es un acto
silencioso y solitario. ¿Quién aguanta hoy una hora seguida leyendo, cuando eso
significa enfrentarse en cierto sentido contigo mismo? Creo que hay algo así
como un bloqueo psicológico que impide a la gente enfrentarse consigo misma.
Hoy, todas las actividades de ocio están diseñadas para no pensar, por lo que
tratar de proponer una actividad que te suponga, por ejemplo, sufrir por el
mundo, es algo que hoy día cuesta mucho aguantar y no parece que interese.
Incluso no se aguanta físicamente y resulta en náusea.
P:
Hay quizás una preocupación excesiva por alcanzar la felicidad y estamos
olvidando que también hay un derecho a la tristeza, y que es algo a lo que hay
que enfrentarse...
R:
Estoy de acuerdo. De hecho, todos los libros buenos son tristes. Hay una
felicidad en el estar triste, es una experiencia que hay que afrontar e incluso
disfrutar mientras se siente. Y, sin embargo, parece que es una palabra que se
ha eliminado del diccionario. Hay que fijarse en que esos libros tristes tienen
sus ventajas: no solo te dicen que quizás tú no estás tan mal, lo cual de
partida ya es algo positivo, sino, lo más importante, te dicen que tú no estás
solo en eso.
P: ¿Cuál
es la relación que tienes con los traductores?
R:
Mi lema es: si me gusta como escribe, repite. Por eso tengo un bloque duro de
traductores con los que he trabajado durante varios años, y además voy buscando
nuevas incorporaciones. Las traducciones, de por sí, sé que van a salir bien,
pero me gustan los traductores que además escriben bien. De hecho, estos
traductores no son solo traductores, son también lectores, y trato de hablar
antes con ellos sobre el texto. Por eso, cuando encuentras a alguien que te
entrega un buen texto y además en las fechas que se lo he pedido, tiene muchas
posibilidades de volver a trabajar conmigo. Comencé a trabajar con Acett, la
Asociación de traductores y eso me llevó a encontrar a muy buenos profesionales.
Además luego ves que todos se conocen entre sí, de modo que cuando conoces a
algunos ya conoces a todos. Son como una secta (risas). A varios les he dado esa oportunidad que tanto cuesta.
P: El
formato de tus libros es algo extraño...
R: El
formato es 14x19, y es verdad que aunque es un rectángulo parece casi un
cuadrado. No sé de dónde saqué esas medidas para el formato y además no hace
muy felices a los libreros porque te estropea la colocación de los libros en la
mesa de novedades (risas). Creo que el formato lo saqué por azar de algún
sitio. Posiblemente sea una proporción que hice a partir de otro.
P: Las cubiertas de tus libros nos gustan bastante. ¿Quién se encarga
de diseñarlas?
R: Las selecciono yo misma. Cuando cierro un título, una de las primeras cosas
en las que pienso es en la imagen que va a acompañar al texto. Suele ser una
labor muy trabajosa porque suelo utilizar fotografías recortadas y a veces
lleva muchísimo tiempo conseguir un buen recorte de, por ejemplo, una foto
antigua en blanco y negro. Pero, por otro lado, encontrar una imagen que
acompañe bien al texto que tengo entre manos me refuerza para seguir adelante
con el libro y confiar más en él.
P: ¿De
dónde sacas las ideas de los libros que vas a publicar?
R: Cuando voy a Italia, más o menos estudio qué se está publicando allí, especialmente en las editoriales que me gustan, y también lo hago con otras francesas o alemanas. Reviso los catálogos de esas editoriales, pero otras veces también se dan casualidades o descubro vínculos entre libros y unos me llevan a otros. Otra forma es seguir la crítica literaria, especialmente la italiana y la francesa. Esa crítica no es tan dependiente de la novedad y eso me permite descubrir verdaderas joyas.
R: Cuando voy a Italia, más o menos estudio qué se está publicando allí, especialmente en las editoriales que me gustan, y también lo hago con otras francesas o alemanas. Reviso los catálogos de esas editoriales, pero otras veces también se dan casualidades o descubro vínculos entre libros y unos me llevan a otros. Otra forma es seguir la crítica literaria, especialmente la italiana y la francesa. Esa crítica no es tan dependiente de la novedad y eso me permite descubrir verdaderas joyas.
P:
Pasamos ahora a preguntas algo más genéricas. Una clásica: ¿cómo ves la
situación actual de la edición?
R:
Estas fusiones que se han ido produciendo durante estos últimos años por parte
de los dos grandes grupos editoriales son algo importante. Aún no hemos visto
las consecuencias de esas fusiones, pero las veremos, y quienes más van a
sufrir son los sellos pequeños independientes literarios. Los grandes grupos
van a intentar llenar las mesas con todos sus títulos. Para nosotros y para los
libreros va a ser una situación complicada porque frente a esos grandes grupos
que te hacen una oferta en bloque con todos sus sellos y con una distribución
directa que le proporciona un margen de ganancia más alto al librero, las
editoriales pequeñas vamos a tenerlo muy difícil. Y,
por eso, los libreros, incluso los más literarios, puede que se rindan a esas
condiciones porque hay una crisis de lectores y ellos también tienen que sacar
adelante sus negocios. Tampoco creo en las librerías que ofrecen solo
editoriales independientes porque esa oferta es demasiado escasa desde mi punto
de vista para la poca demanda que hay. A mí me da la sensación de que esas
fusiones van a ser muy negativas. Los independientes tenemos que trabajar mucho
con los libreros para que sigan confiando en nuestros proyectos porque
económicamente no podemos competir con las condiciones que ofrecen las grandes. Con
el precio tampoco podemos competir porque ellos imprimen 20.000 ejemplares y nosotros tenemos una tirada media de 2.000 ejemplares.
P: ¿Cómo
crees entonces que responderán las librerías?
R:
La cuestión es que también hay un problema con las librerías del que no se
suele hablar. A mí el papel del librero evidentemente me parece fundamental
para las editoriales, y mucho más para las pequeñas, pero también hay que decir
que no todos los establecimientos que se dicen llamar librerías lo son. Muchas
vivían exclusivamente del libro de texto asociado a productos de papelería. Este tipo de establecimiento debido a la falta de fondos públicos ha tenido que reconvertirse y la operación está siendo complicada para algunos. Por eso, creo que
también existe una crisis en las librerías que va más allá de la crisis del
mundo editorial.
P: Ahora
viene nuestra pregunta clásica de edición-ficción que hacemos a todos los
editores. Si tuvieses todo el dinero del mundo o si el dinero no fuese un
impedimento para traerte a cualquier autor o autora a tu editorial. ¿Qué te
gustaría publicar que ahora te es imposible?
R:
Yo me decantaría por publicar una obra completa. Por ejemplo, la de Celine o la
de Camus. Seguro que también a algún italiano, como a Buzzati, del que siempre
he dicho que me gustaría publicarlo todo. A estos autores vuelvo siempre. Y
otro sería Hemingway, al que hace tiempo que no leo, pero que también me gusta
muchísimo.
P: ¿Qué
planes futuros tienes para la editorial?
R:
Para el año que viene me gustaría crecer, no en el sentido de publicar más
títulos pero sí de desmarcarme en cierta manera de lo publicado hasta ahora y
abrir otras vías. Por ejemplo, ando detrás de un autor japonés del que me
gustaría publicar alguna cosa. Y luego, quizás algún autor en español, sobre
todo latinoamericanos. Tengo a varios en mente a los que me gustaría rescatar:
un colombiano, otro mexicano... Sobre todo me gustan los libros generacionales
y hay por ahí varios rondando que si aguantan lo suficiente en mi
cabeza me terminaré aventurando a publicarlos. De hecho, esa es la mejor parte
de la edición, esa en la que se está rumiando y dándole vueltas al libro que se
va a publicar.
P:
En realidad, lo bueno es seguir teniendo ideas.
R: No solo es bueno sino vital. En mi caso es un
pensamiento constante: voy a una exposición y soy capaz de montarme una
colección a partir de ella. Lo mismo me sucede con los documentales. Por
ejemplo, para el libro La coronación del
Everest de Jan Morris me inspiré en un ciclo de cine que vi sobre montañismo.
Empecé a documentarme sobre el tema y topé con ese libro que decidí publicar
enseguida (risas).
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