lunes, 13 de julio de 2015

Entrevista: Gallo Nero, un catálogo con vínculos sutiles

Al pasar los ojos sobre las mesas de novedades de una librería hay presencias de editoriales que nos resultan ya familiares, incluso aunque nunca le hayamos hincado el diente a ninguno de sus libros. Pero un buen día uno se anima, coge uno de los libros de esa editorial con un aire un tanto vintage y con títulos que tienden a hacernos pensar en el periodismo bien hecho, el de verdad, y también en grandes escritores y en una férrea vocación de agitación social, y es entonces cuando nos llevamos un Gallo Nero a casa, lo disfrutamos y a partir de ahí comenzamos a explorar su catálogo y a seleccionar poco a poco las interesantes obras que publican. 

Como no solo queremos conocer los libros de esta editorial, sino además saber qué hay detrás de ella, cómo se originó y hacia dónde se dirige, entrevistamos a Donatella Ianuzzi, fundadora y editora de Gallo Nero, a quien agradecemos su predisposición y amabilidad.

P: ¿Cómo surgió Gallo Nero?

R: Había cursado un máster en edición y venía de tener experiencia en otras editoriales. Después de tres años me vi con fuerzas para emprender algo por mí misma. Por entonces ya habían salido varias editoriales pequeñas interesantes como Cabaret Voltaire o Minúscula y que estaban teniendo bastante prensa. En realidad no fue un planteamiento muy racional pero sí que fue de algún modo un movimiento natural de cierta gente que estábamos por entonces trabajando para otras editoriales y que teníamos nuestras propias inquietudes editoriales. De hecho, cuando empecé con Gallo Nero, el trabajo más duro, que es el reconocimiento de las editoriales independientes por parte de las librerías ya estaba hecho gracias a esas otras editoriales que se habían ido creando unos años antes. Las librerías ayudaron mucho a estas editoriales y hay que estarles agradecidos por ello porque sin esa acogida hubiese sido difícil salir adelante.


P: ¿Qué colecciones tenéis ahora mismo?

R: Gallo Nero surgió con la idea de tener tres líneas. Primero, una línea fuerte de narrativa de la que sacamos unos ocho o nueve títulos al año, aunque esa línea se ha pervertido un poco porque también he incluido textos de no-ficción; después otra línea de tamaño pequeño, que es un tipo de libro que tiene más tradición en Italia y en la que he incluido textos periodísticos o de ficción; y por último, nuestra línea de novela gráfica, y en la que como primera publicación sacamos El caso Pasolini, la crónica en viñetas de las últimas horas del poeta italiano. De esta última tenía como idea original sacar uno o dos títulos al año, y han entrado títulos del underground americano, pero en otoño vuelvo con el manga... Esta última es una colección de tentaciones, es decir, tiene que gustarme mucho para publicarlo.


P: Se aprecia, y es muy claro cuando uno se detiene un poco a mirar tu catálogo, la querencia que muestras por la literatura del siglo xx.

R: En realidad esto es lo único que puedo contestar cuando me preguntan por mi línea editorial porque no me creo eso de la coherencia del catálogo. Esa coherencia no la dan los libros, la tienes que construir tú sobre ellos y con el tiempo. Es algo difícil de definir y que solo se va viendo a medida que se construye el catálogo. De hecho, la mayoría de los buenos catálogos no tienen una línea evidente. Lo sencillo es decir: solo voy a publicar rusos. O: solo norteamericanos de los años 60. Pero mi idea es mucho más generalista, más que nada porque yo, como lectora, soy así. Hay géneros que no leo porque no me gustan pero sí que publico muchos géneros diferentes. Por otro lado, aunque mi catálogo responde al siglo xx, porque no soy una lectora de novedades, lo que publico siempre tiene grandes referencias en el presente. No es por desconfianza de lo nuevo, sino por esa sensación que tiene todo lector de que la lectura de la literatura ya publicada es inabarcable.


P: ¿Qué libros te han dado alguna alegría más o menos inesperada?

R:  Hubo un librito de Pullitzer, Sobre el periodismo, que apela a los valores de un oficio últimamente muy maltratado. Que este texto haya funcionado muy bien ­­—de hecho se recomienda en muchas facultades de Periodismo— fue una alegría porque la idea de publicar ese texto, y otros que han venido después era la de reivindicar la profesión del periodismo y su valor social.  Este libro viene a decirnos que el problema no es tanto de los periodistas que se están formando, sino que en ese camino algo ocurre y es entonces cuando todo se pervierte. Y posiblemente la causa de esa perversión esté en el sistema.


P: De hecho, quizás ese gusto por el siglo xx te venga del carácter intimista de la literatura propia de ese siglo...

R: Hoy parece que si no estás expuesto no llegas a ser nadie y, sin embargo, en el siglo xx parece que se disfrutaba más de ese espacio privado de la escritura (o la lectura), un acto donde nadie más podía entrar. Por eso quizá hoy día leer no está de moda, porque es un acto silencioso y solitario. ¿Quién aguanta hoy una hora seguida leyendo, cuando eso significa enfrentarse en cierto sentido contigo mismo? Creo que hay algo así como un bloqueo psicológico que impide a la gente enfrentarse consigo misma. Hoy, todas las actividades de ocio están diseñadas para no pensar, por lo que tratar de proponer una actividad que te suponga, por ejemplo, sufrir por el mundo, es algo que hoy día cuesta mucho aguantar y no parece que interese. Incluso no se aguanta físicamente y resulta en náusea.


P: Hay quizás una preocupación excesiva por alcanzar la felicidad y estamos olvidando que también hay un derecho a la tristeza, y que es algo a lo que hay que enfrentarse...  

R: Estoy de acuerdo. De hecho, todos los libros buenos son tristes. Hay una felicidad en el estar triste, es una experiencia que hay que afrontar e incluso disfrutar mientras se siente. Y, sin embargo, parece que es una palabra que se ha eliminado del diccionario. Hay que fijarse en que esos libros tristes tienen sus ventajas: no solo te dicen que quizás tú no estás tan mal, lo cual de partida ya es algo positivo, sino, lo más importante, te dicen que tú no estás solo en eso.


P: ¿Cuál es la relación que tienes con los traductores?

R: Mi lema es: si me gusta como escribe, repite. Por eso tengo un bloque duro de traductores con los que he trabajado durante varios años, y además voy buscando nuevas incorporaciones. Las traducciones, de por sí, sé que van a salir bien, pero me gustan los traductores que además escriben bien. De hecho, estos traductores no son solo traductores, son también lectores, y trato de hablar antes con ellos sobre el texto. Por eso, cuando encuentras a alguien que te entrega un buen texto y además en las fechas que se lo he pedido, tiene muchas posibilidades de volver a trabajar conmigo. Comencé a trabajar con Acett, la Asociación de traductores y eso me llevó a encontrar a muy buenos profesionales. Además luego ves que todos se conocen entre sí, de modo que cuando conoces a algunos ya conoces a todos. Son como una secta (risas). A varios les he dado esa oportunidad que tanto cuesta.


P: El formato de tus libros es algo extraño...

R: El formato es 14x19, y es verdad que aunque es un rectángulo parece casi un cuadrado. No sé de dónde saqué esas medidas para el formato y además no hace muy felices a los libreros porque te estropea la colocación de los libros en la mesa de novedades (risas). Creo que el formato lo saqué por azar de algún sitio. Posiblemente sea una proporción que hice a partir de otro.


P: Las cubiertas de tus libros nos gustan bastante. ¿Quién se encarga de diseñarlas?

R: Las selecciono yo misma. Cuando cierro un título, una de las primeras cosas en las que pienso es en la imagen que va a acompañar al texto. Suele ser una labor muy trabajosa porque suelo utilizar fotografías recortadas y a veces lleva muchísimo tiempo conseguir un buen recorte de, por ejemplo, una foto antigua en blanco y negro. Pero, por otro lado, encontrar una imagen que acompañe bien al texto que tengo entre manos me refuerza para seguir adelante con el libro y confiar más en él.


P: ¿De dónde sacas las ideas de los libros que vas a publicar?

R:
Cuando voy a Italia, más o menos estudio qué se está publicando allí, especialmente en las editoriales que me gustan, y también lo hago con otras francesas o alemanas. Reviso los catálogos de esas editoriales, pero otras veces también se dan casualidades o descubro vínculos entre libros y unos me llevan a otros. Otra forma es seguir la crítica literaria, especialmente la italiana y la francesa. Esa crítica no es tan dependiente de la novedad y eso me permite descubrir verdaderas joyas.


P: Pasamos ahora a preguntas algo más genéricas. Una clásica: ¿cómo ves la situación actual de  la edición?

R: Estas fusiones que se han ido produciendo durante estos últimos años por parte de los dos grandes grupos editoriales son algo importante. Aún no hemos visto las consecuencias de esas fusiones, pero las veremos, y quienes más van a sufrir son los sellos pequeños independientes literarios. Los grandes grupos van a intentar llenar las mesas con todos sus títulos. Para nosotros y para los libreros va a ser una situación complicada porque frente a esos grandes grupos que te hacen una oferta en bloque con todos sus sellos y con una distribución directa que le proporciona un margen de ganancia más alto al librero, las editoriales pequeñas vamos a tenerlo muy difícil. Y, por eso, los libreros, incluso los más literarios, puede que se rindan a esas condiciones porque hay una crisis de lectores y ellos también tienen que sacar adelante sus negocios. Tampoco creo en las librerías que ofrecen solo editoriales independientes porque esa oferta es demasiado escasa desde mi punto de vista para la poca demanda que hay. A mí me da la sensación de que esas fusiones van a ser muy negativas. Los independientes tenemos que trabajar mucho con los libreros para que sigan confiando en nuestros proyectos porque económicamente no podemos competir con las condiciones que ofrecen las grandes. Con el precio tampoco podemos competir porque ellos imprimen 20.000 ejemplares y nosotros tenemos una tirada media de 2.000 ejemplares.


P: ¿Cómo crees entonces que responderán las librerías?

R: La cuestión es que también hay un problema con las librerías del que no se suele hablar. A mí el papel del librero evidentemente me parece fundamental para las editoriales, y mucho más para las pequeñas, pero también hay que decir que no todos los establecimientos que se dicen llamar librerías lo son. Muchas vivían exclusivamente del libro de texto asociado a productos de papelería. Este tipo de establecimiento debido a la falta de fondos públicos ha tenido que reconvertirse y la operación está siendo complicada para algunos. Por eso, creo que también existe una crisis en las librerías que va más allá de la crisis del mundo editorial.


P: Ahora viene nuestra pregunta clásica de edición-ficción que hacemos a todos los editores. Si tuvieses todo el dinero del mundo o si el dinero no fuese un impedimento para traerte a cualquier autor o autora a tu editorial. ¿Qué te gustaría publicar que ahora te es imposible?

R: Yo me decantaría por publicar una obra completa. Por ejemplo, la de Celine o la de Camus. Seguro que también a algún italiano, como a Buzzati, del que siempre he dicho que me gustaría publicarlo todo. A estos autores vuelvo siempre. Y otro sería Hemingway, al que hace tiempo que no leo, pero que también me gusta muchísimo.


P: ¿Qué planes futuros tienes para la editorial?

R: Para el año que viene me gustaría crecer, no en el sentido de publicar más títulos pero sí de desmarcarme en cierta manera de lo publicado hasta ahora y abrir otras vías. Por ejemplo, ando detrás de un autor japonés del que me gustaría publicar alguna cosa. Y luego, quizás algún autor en español, sobre todo latinoamericanos. Tengo a varios en mente a los que me gustaría rescatar: un colombiano, otro mexicano... Sobre todo me gustan los libros generacionales y hay por ahí varios rondando que si aguantan lo suficiente en mi cabeza me terminaré aventurando a publicarlos. De hecho, esa es la mejor parte de la edición, esa en la que se está rumiando y dándole vueltas al libro que se va a publicar.

P: En realidad, lo bueno es seguir teniendo ideas.

R: No solo es bueno sino vital. En mi caso es un pensamiento constante: voy a una exposición y soy capaz de montarme una colección a partir de ella. Lo mismo me sucede con los documentales. Por ejemplo, para el libro La coronación del Everest de Jan Morris me inspiré en un ciclo de cine que vi sobre montañismo. Empecé a documentarme sobre el tema y topé con ese libro que decidí publicar enseguida (risas).   

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