A
lo largo de la historia de la literatura, a veces, entre sus renglones, se nos
aparece la figura de esos escritores excelentes que, para su desgracia,
tuvieron que competir en inferioridad de condiciones contra otro escritor más
aclamado: Casares y Borges, Marlowe y Shakespeare, Brenan y Woolf, Keats y Bysshe
Shelley, Dante y da Maiano, Lope de Rueda y el Siglo de Oro por entero, etc.
Un
caso muy representativo es el de Wilkie Collins y Charles Dickens, coetáneos y
amigos, aunque el primero siempre estuvo bajo la sombra del segundo, incapaz de
igualarle en producción, éxito y personalidad.
Wilkie
Collins (1824-1889), novelista y dramaturgo inglés fue un autor prolífico, considerado por
muchos como el creador de la novela policíaca, y el autor de aclamadas obras
como Armadale, La dama de blanco o La piedra
lunar, quizás su libro más conocido. Su estilo es perfecto, cadente,
minucioso, con un narrativa que raya el realismo mágico y el misterio de lo
cotidiano, muchas veces bajo el prisma de un suspense melodramático en
crescendo.
En
1851, Collins y Dickens se hicieron amigos, en un principio dada su mutua
afición por el teatro. Enseguida comenzaron a colaborar en el mundo editorial, fueron coautores de varias obras y tan estrecha fue su colaboración que Collins llegó a editar las de Dickens. Su amistad duró toda la vida, y hasta el hermano pequeño de Collins se casó con una de
las hijas de Dickens. Debido a su artritis crónica, Collins se convirtió en un asiduo consumidor de opio, lo que le provocaba ilusiones paranoicas (se creía
acompañado de un alter ego espectral) que, curiosamente, le reportaron su
mayor éxito como escritor, dado que escribió La piedra lunar bajo los efectos del láudano.
Pero
la sombra del genio es alargada: la filantropía de Dickens, su incansable
energía, su carisma y sus contactos eclipsaron la figura de Collins, quien se
tuvo que conformar con la medalla de plata. Además, el propio Dickens criticó
en varias ocasiones la obra de su amigo, y llego a sugerirle que no publicase La piedra lunar, al considerarlo un
libro muy inferior y sujeto a elucubraciones delirantes fruto del consumo de
opio, algo a lo que Dickens se oponía siempre con fiereza, y que siempre le
reprochó a su amigo.
Autor: Wilkie Collins
Traductor: José C. Valdés
Editorial: Belacqua
Páginas 655
Precio 9,45 eur (rústica)
Unos fueron eclipsados por la gloria de otros, como esel caso que citas; los más, simplemente ignorados y desconocidos, perdidos en el abismo del anonimato más injusto. Mientras, analfabetos de la política y de los programas basura, venden miles de ejemplares de unas memorias que, con toda seguridad, les han escrito otros ¿Hacen falta nombres?
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