lunes, 16 de marzo de 2015

Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson: ficción para crear la realidad

Una de las virtudes de la literatura: alcanzar la verdad partiendo desde la ficción. Una paradoja que, sin embargo, funciona. Si se combinan bien los elementos de la escritura, estos desembocan en esa sensación casi extática que supone alcanzar una sensación de realidad allí donde solo hay unos personajes que llegan a nosotros a través de símbolos. Y es que si tuviésemos que describir de algún modo la obra de la que hablamos hoy, Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, sería a través de su capacidad para acercarnos no solo a la realidad de las dos primeras décadas de una zona rural de los Estados Unidos, sino para mostrarnos a una serie de personajes que caminan por el libro como podrían pasearse hoy día por las zonas rurales de cualquier país.

La obra consta de 22 relatos que están construidos a modo de «ciclo de relatos», es decir, que aunque sean piezas separadas, aparecen personajes aquí y allá que saltan de unos relatos a otros y conforman una suerte de novela donde George Willard, el periodista del pueblo, podría ser el protagonista de una bildungsroman que se asienta en una estructura un tanto anómala. En esos relatos nos encontraremos con el sacerdote, la maestra, el raro, el bruto, la hija del banquero o el operador de telégrafos del pueblo. En resumen, con los habitantes de cualquier zona rural de los Estados Unidos, una de esas en las que la vida se desarrolla a otra velocidad, donde los días y las noches se suceden sin que la vida parezca perturbarse lo más mínimo. Sin embargo, a pesar de esa aparente estaticidad de los personajes, en todos los relatos hay un deseo de liberación, de huir de esa clase media del Medio Oeste americano y tornar la vida en una aventura más allá de las miserias cotidianas. Pero quizá este libro pueda resumirse en la frase que clausura uno de los relatos:
[...] trató de afrontar con dignidad la idea de que mucha gente debe vivir y morir sola.
Los relatos carecen de clímax, no hay una estructura clásica de cuento sino una narración en la que predomina la psicología de los personajes; en ellos inciden la soledad y los cambios que por entonces estaban teniendo lugar a nivel social en los Estados Unidos, con una masiva huida hacia las zonas urbanas, una industrialización a marchas aceleradas y la tímida apertura hacia un mayor protagonismo de la mujer en la sociedad. Son especialmente la soledad y la incomunicación los aspectos que más afectan a los personajes, y muchas de sus dudas, complejos y certezas son deudoras de su incapacidad para relacionarse con los demás.

El conjunto de relatos es extraordinario. Son, por lo general, breves ―no suelen pasar de las ocho páginas―, y rebosan naturalidad. A esta naturalidad ayuda la sencillez de la escritura de Anderson, que no por ello ―o quizá por ello― resulta precisa. Además consigue que a pesar de que nos encontremos con relatos amargos y duros, las narraciones tengan un encanto que es difícil de igualar. Hay escenas que perdurarán entre nosotros, como los paseos de Willard con distintas muchachas por el bosque, la mujer corriendo desnuda en la noche, la borrachera del joven que quiere saber lo que es sufrir…

Este libro de Anderson recibió la influencia, hasta cierto punto, de Edgar Lee Masters pero, a su vez, Anderson influyó a muchos de los que después han sido las vacas sagradas de la literatura estadounidense como Steinbeck, Faulkner o el más reciente Carver. Esa influencia se da tanto a nivel temático, del que hay una larga tradición en los Estados Unidos, como en lo estilístico. Por eso resulta sorprendente y algo bochornoso en lo que toca a la crítica ver cómo se ensalzan libros recientes (por cierto, no muy ensalzables) que remiten a lo rural, cuando desde hace décadas hemos tenido unos ejemplos maravillosos que llegaban del otro lado del charco. Cosas del chovinismo y de una crítica que anda de capa caída, suponemos.

Por tanto, si queréis haceros con una buena colección de relatos, escritos con maestría y con una dosis de realidad (sin, creo, aspirar al realismo) que supera a la realidad misma, haceos con Winesburg, Ohio. Es apuesta segura.



Título: Winesburg, Ohio
Autor: Sherwood Anderson
Traducción: Natalia Moret
Editorial: Eterna Cadencia
Páginas: 252 
Precio: 19 eur





Hay también una edición anterior de 2010 publicada por Acantilado con traducción de Miguel Temprano García.

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