Nuevo mes y nuevas recomendaciones. Esta vez, de la mano de tres estupendas traductoras, Regina López, Laura Naranjo y Julia Osuna, a las que todos seguro conocéis por alguna de sus traducciones, y si no buscad algunas de sus obras traducidas: os sorprenderéis.
¿Y por qué tres traductoras? Por un lado, porque queríamos mostrar que los traductores, esas hormiguitas que se pelean a diario con textos que a otros nos resultan indescifrables, los traen a nuestra lengua y nos permiten disfrutar de ellos, necesitan una sensibilidad lectora especial para captar todos esos matices de la lengua que después a nosotros, los lectores, nos pasan desapercibidos pero inciden de forma decisiva en nuestra lectura. Y por otro lado, porque las mujeres forman el gran batallón del mundo de los libros. Aunque muchas de las editoriales están dirigidas por hombres, son las mujeres las que conforman el tejido del mundo de la edición, por eso nos alegra que en esta ocasión sean ellas las que recomienden. A nosotros solo nos queda seguir sus estupendas recomendaciones.
Regina López Muñoz
Los esclavos de la soledad, de Patrick Hamilton. Traducción de Vicente Campos (Galaxia Gutenberg, 2008).
Una novela que retrata como ninguna la miseria —en todos los sentidos— a la que se vieron abocados los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial. En el microcosmos de una casa de huéspedes de la periferia de Londres se entremezclan todos los ingredientes de las peores pesadillas: mezquindad, incertidumbre, atrabilis, y, sobre todo, desesperación.
¿Y por qué tres traductoras? Por un lado, porque queríamos mostrar que los traductores, esas hormiguitas que se pelean a diario con textos que a otros nos resultan indescifrables, los traen a nuestra lengua y nos permiten disfrutar de ellos, necesitan una sensibilidad lectora especial para captar todos esos matices de la lengua que después a nosotros, los lectores, nos pasan desapercibidos pero inciden de forma decisiva en nuestra lectura. Y por otro lado, porque las mujeres forman el gran batallón del mundo de los libros. Aunque muchas de las editoriales están dirigidas por hombres, son las mujeres las que conforman el tejido del mundo de la edición, por eso nos alegra que en esta ocasión sean ellas las que recomienden. A nosotros solo nos queda seguir sus estupendas recomendaciones.
Regina López Muñoz
Los esclavos de la soledad, de Patrick Hamilton. Traducción de Vicente Campos (Galaxia Gutenberg, 2008).
Una novela que retrata como ninguna la miseria —en todos los sentidos— a la que se vieron abocados los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial. En el microcosmos de una casa de huéspedes de la periferia de Londres se entremezclan todos los ingredientes de las peores pesadillas: mezquindad, incertidumbre, atrabilis, y, sobre todo, desesperación.
Los pájaros, de Albertine y Germano Zullo. Traducción de Elena del Amo (Libros del Zorro Rojo, 2012).
Una pequeña joya, imprescindible, un libro para niños sólo en apariencia. No se puede explicar, hay que sumergirse en las ilustraciones de Albertine y las sencillas palabras de Zullo.
Una pequeña joya, imprescindible, un libro para niños sólo en apariencia. No se puede explicar, hay que sumergirse en las ilustraciones de Albertine y las sencillas palabras de Zullo.
Bahía de San Búho, de Simon Hanselmann. Traducción de C. Sánchez, A. Tudelilla y A. Gª Marcos (Fulgencio Pimentel, 2014).
El cómic más «destroyer» que se pueda uno echar a la cara. En este segundo volumen de las andanzas de la bruja Megg, el gato Mogg y el búho Búho, la mayoría de las historietas sitúan a los protagonistas más allá de las cuatro paredes de su piso inmundo, e incluso hay un fabuloso flashback en el que se nos explica cómo se conocieron y el porqué de sus arbitrarios pero sólidos vínculos.
Laura Naranjo Gutiérrez
Mi Marruecos, de Abdelá Taia. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez (Cabaret Voltaire, 2009).
El cómic más «destroyer» que se pueda uno echar a la cara. En este segundo volumen de las andanzas de la bruja Megg, el gato Mogg y el búho Búho, la mayoría de las historietas sitúan a los protagonistas más allá de las cuatro paredes de su piso inmundo, e incluso hay un fabuloso flashback en el que se nos explica cómo se conocieron y el porqué de sus arbitrarios pero sólidos vínculos.
Laura Naranjo Gutiérrez
Mi Marruecos, de Abdelá Taia. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez (Cabaret Voltaire, 2009).
Una suerte
de novela autobiográfica sobre el Marruecos íntimo y profundo, el de un joven
que rememora desde París los años de su niñez y adolescencia y nos hace partícipes,
como si mirásemos a través del ojo de una cerradura, de los secretos y la magia
de un país excepcional, ajeno a los tópicos que a menudo se le atribuyen,
contagiándonos esa mirada lírica y nostálgica.
El deseo de ser inútil, de Hugo Pratt. Traducción de Gabriel García Santos (Confluencias, 2012).
Este libro reúne una serie de conversaciones con Hugo
Pratt donde el dibujante narra la historia de su vida y nos desvela parte de su
universo interior, sus creencias, sus inquietudes artísticas y literarias, sus
orígenes, sus mujeres… Un viaje fascinante por la historia del siglo xx de la mano de Corto Maltés, aderezado
con multitud de fotografías e ilustraciones a color. Una joya.
El hombre sin rostro, de Juan Manuel Ruiz (Salto de Página, 2014).
Una novela
fresca y divertida al estilo de la Adèle Blanc-Sec de Tardi con tintes
humorísticos que recuerdan a Mortadelo y Filemón. Aventuras, misterio, ciencias
naturales y asesinatos en el Madrid de 1908. Personajes inolvidables, ambientación
excelente y una prosa elegante y trabajada.
Julia Osuna
Un
obús cayendo despedaza, de Andrés Ehrenhaus (Malpaso, 2014)
Relatos frescos de un observador de momentos cotidianos que
los torna en insólitos utilizando a su antojo la plastilina de la lengua. Pulso
gamberro y bufonesco, mejor siempre reír que llorar ante el absurdo. Porque en
algún momento el mercado nos privó del género del relato, para sonreírse a
gusto como un arbusto bajo estos primeros soles primaverales.
El
traductor, de Salvador Benesdra (Eterna Cadencia, 2012).
Cosa seria y experiencia demente meterse en los intersticios
cerebrales de este personaje, atenazado por todo lo atenazador de este mundo, y,
en particular, de la existencia del traductor y las responsabilidades que
conlleva su tarea. Un descenso, cuesta abajo y sin frenos, a un infierno
personal, más abismal si cabe por ser la cabeza del propio caído la que
alimenta su fuego. Para cuando se está dispuesto a dejarse arrastrar sin
paracaídas a una novela que se retuerce con vida propia en la mesilla de noche
y no te deja en paz hasta que la terminas.
Emigrantes, de Shaun Tan (Barbara Fiore Editora, 2011).
Un cuento mudo que enmudece a cualquiera. Plano tras plano,
entre un story-board preciosista y una
película con textura de pergamino, acompañamos al emigrado y vivimos con él la
incomunicación y el descubrimiento de lo ajeno. El escenario, un mundo entre el
realismo mágico y la distopía con aires de realismo social, nos atrapa y nos
fascina, y es imposible llegar al final sin la sensación de haber estado allí
dentro. Lectura o visionado, táchese lo que proceda, en cualquier caso, un
libro hermoso hasta decir basta.
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