Opacadas por el éxito de alguna de sus mejores alumnas, como
Lorrie Moore o Lydia Davis, o por el peso de la herencia de las grandes damas
sureñas, otras magníficas escritoras de relatos esperan el reconocimiento que
les corresponde o que nuevos lectores las descubran.
Considerada como uno de los secretos mejor guardados del relato en
Estados Unidos, Lucia Berlin es
reverenciada por autoras como Lydia Davis. Berlin comparte ciertas coordenadas
con otras de sus contemporáneas, como Grace Paley, pero incorpora una
singularidad que la hace especialmente atractiva. Berlin pasó gran parte su
infancia en Chile y nunca olvidó el castellano ni la cultura latinoamericana.
Incorporó a sus cuentos muchos personajes de origen hispano y a diferencia de
otros escritores nunca cayó en clichés o en burlas. Su estilo minimalista,
limpio y agudo recuerda de manera tangencial a Carver. Maestra del relato
mínimo, al igual que su «discípula» Davis, radiografía la sociedad
estadounidense con una irresistible mezcla de humor y melancolía. Es especialmente
recomendable la recopilación Manual for Cleaning Women.
Cynthia Ozick ha logrado una mayor visibilidad en los últimos meses gracias a
la recuperación de la novela Los papeles
de Puttermesser, inédita hasta ahora en castellano. Tal vez esto haya
servido de revulsivo para que Lumen decida publicar próximamente un volumen con
sus cuentos completos. Admirada por Alice Munro o David Foster Wallace, Ozick ha
sido catalogada como autora judeo-estadounidense junto a figuras como Isaac
Bashevis Singer, Philip Roth, Bernard Malamud o Saul Bellow, aunque ella
siempre ha afirmado que su mayor influencia literaria es Henry James. Pocos han
escrito con tanta hondura sobre los traumas de la inmigración y sobre las consecuencias
del Holocausto. Su relato El chal es
uno de los textos más demoledores y estilísticamente perfectos que existen
sobre las cicatrices de los que sobrevivieron.

Bárbara Pérez de Espinosa Barrio
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