Madrid,
16 de febrero de 2015
Queridos amigos y amigas:
Ya nadie envía, y, por tanto, ya nadie recibe cartas postales. Si hay
alguien que lo haga le recomendamos no decirlo si no quiere que lo etiqueten de bicho raro. Las cartas han dejado paso al correo electrónico, el famoso
email. Pero como nosotros estamos siempre a la última, hemos decidido recuperar
tres libros epistolares. Os preguntaréis por qué estos tres y no otros, si hay
decenas, cientos de libros de ese género. La elección responde a dos
criterios: en primer lugar, al gusto, que, como es obvio, es subjetivo, y en
segundo lugar, a que cada uno de estos
libros se sirve de las cartas para un lograr objetivos diferentes, aunque sean involuntarios. El primero de ellos,
construir una novela, el segundo, asemejarse a un guion (de hecho hay una película
basada en él que no está nada mal), y el tercero tal vez sea el que más se
acerque a un estilo epistolar convencional.
84, Charing Cross Road, de Helene Hanff (Anagrama, 2002). Para qué
negarlo, este libro es una de nuestras debilidades. ¿Por qué? Porque habla de
la devoción por los libros. En él se recogen las cartas que la autora
intercambió con el personal de la librería londinense Marks and Co. Durante la lectura se aprecia el amor de Helene por
los libros usados, porque no solo sirven de encuentro con los autores, sino con
los lectores que pasaron por sus páginas, e intercambiar con ellos pareceres a través de
las notas y subrayados, de las tarjetas de visita o las estampitas utilizadas
como marcapáginas. Pero no solo hay que quedarse con el amor por los libros de
Helene Hanff, sino con el estilo amable y desenfadado de sus cartas. La mayoría
de ellas se las dirigió a Frank Doel, quien se encargó de sus pedidos durante todos
aquellos años y es con él con quien Helene paga sus decepciones por ediciones
infames de libros que había estado esperando con ansiedad e impaciencia:
Querido Relámpago: Me aturde usted enviándome a semejante velocidad vertiginosa el Leigh Hunt y la Vulgata. Probablemente no se da usted cuenta de que apenas hace poco más de dos años que se los pedí. Si sigue usted a ese ritmo va a sufrir un ataque cardíaco.
Pronto, no
solo será Frank Doel quien se cartea con Helena Hanff, también lo harán el
resto de los trabajadores de la librería, unas cartas en las que intercambian
planes de futuro, recetas de cocina o las cuestiones del día a día tras la
Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra padecía una escasez preocupante de
alimentos.
Cartas desde un viaje
imaginario, de Lea Goldberg (Pre-Textos, 2006).
Quién no ha sufrido en alguna ocasión un desamor (¿vuelves a ser ese bicho
raro?), uno de esos que hace cuestionarnos tantas cosas, incluso nuestra propia
personalidad. Y quién no ha escrito ―o imaginado― esas cartas
en las que le gustaría decir tantas cosas a esa persona que causa nuestra
desdicha. Eso es más o menos lo que hace Rut, la protagonista y alter ego de la autora: a partir de
algunas situaciones concretas Rut escribe cartas, a veces ambientadas en
lugares reales, pero siempre en el transcurso de viajes imaginarios, donde le
cuenta a El, o Emmanuelino, el hombre que no corresponde a su amor, esos
asuntos pendientes que existen entre ellos.
Pero el libro no solo nos introduce en una atmósfera de amor y
melancolía, donde el lirismo que exhibe la autora, más conocida por su faceta
de poeta, nos generará en ocasiones un nudo en la garganta, sino que a través
de las cartas nos describirá esas ciudades en las que ella se imagina ―como
Bruselas o Brujas―, nos hablará de las relaciones existentes en el Berlín nazi —pues
no hay que olvidar que la autora es de tradición judía, que las cartas están
escritas a mediados de los años treinta, y publicadas en 1937—, y los
pensamientos acerca de la literatura, el tiempo o el propio amor.
Noche de escupir cerveza
y maldiciones, de Charles Bukowski y Sheri
Martinelli (La Poesía, señor Hidalgo, 2007). No vamos a defender a Bukowski de
la fama que tiene de borracho y mujeriego, pero el hombre tenía su corazoncito
y fue un tipo más culto de lo que la gente cree, porque no hay que olvidar que
debido al aburrimiento que le producía el instituto y el aislamiento que sufrió
debido a un grave caso de acné que le convirtió casi en un excluido, Bukowski
no solo leyó a los clásicos, sino también a sus contemporáneos, y es recordado
también, entre otras cosas, por haber «redescubierto» a John Fante.
Sheri Martinelli es sobre todo conocida por haber sido la musa y
amante del poeta estadounidense Ezra Pound, pero también fue pintora, escritora,
crítica literaria y editora. De hecho, las cartas que contiene este libro se
iniciaron cuando a Bukowski le rechazaron un poema que había enviado a A&P
Reviews, donde Martinelli se atrevía a darle consejos sobre escritura. Ahí
comenzó, en 1960, un intercambio de cartas en las que los dos se quitaron las
máscaras y hablaron con sinceridad de arte, cultura, política y sus propios
anhelos. Este intercambio concluyó en 1967 cuando Bukowski escribió una carta a
Martinelli diciendo algo acerca de Pound que no tendría que haber dicho.
Sin nada más que añadir, salvo desearos buenas lecturas, se despide con un afectuoso saludo,
Libros, Instrucciones de Uso
P.D.: esperamos vuestros comentarios sobre vuestros libros epistolares favoritos.
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