viernes, 20 de febrero de 2015

Oliver Sacks: se nos van la pluma y el bisturí

Son curiosos los libros. Nos permiten sentirnos tan cercanos al autor que lo vemos como un amigo íntimo. Si además ese autor nos ha influido de forma positiva en alguna decisión que hemos tomado a lo largo de nuestra vida, entonces no solo lo sentimos cercano, sino que además lo admiramos. Por eso, el que esto escribe, está en deuda con Oliver Sacks. Descubrí sus libros cuando comenzaba la carrera de Biología, y estos tuvieron una gran influencia en mi decisión de dedicarme durante unos cuantos años a las neurociencias. Ayer supimos que Sacks padece cáncer terminal.

Oliver Sacks nació en Inglaterra en 1933, estudió Medicina en Oxford y se dedicó a la neurología, sobre todo en Estados Unidos, país donde reside desde 1965. Ha escrito numerosos libros sobre su experiencia médica, al estilo de los estupendos libros médicos de hace un siglo, en los que se detallaban casos clínicos, a menudo extraños, y se aportaban pequeñas ideas acerca de cómo tratarlos. El que haya leído alguno de sus libros sabrá a qué nos referimos. La principal virtud de esas narraciones, sobre todo desde un punto de vista divulgativo, es que Sacks no quiere pasar por experto, y por tanto no se detiene tanto en los detalles científicos del caso, sino que suele adentrarse más en la percepción subjetiva de la enfermedad por parte del paciente. Uno no debe olvidar que el cerebro es el órgano que procesa nuestras percepciones, sentimientos y emociones, por lo cual, la percepción subjetiva del paciente debe ser fundamental para todo neurólogo que se precie.

Si tuviese que recomendar un libro de Oliver Sacks, ese sería Un antropólogo en Marte, porque es en el que creo que mejor exhibe sus capacidades como escritor y como neurólogo. Es el libro que le gustaría escribir a cualquier médico. Solo alguno, como Ramachandran, se ha acercado a ese nivel (Fantasmas en el cerebro es un libro de lectura obligatoria y muy borgeano, por cierto), pero Sacks es inigualable. En ese libro nos las vemos, nada más empezar a leer, con un pintor ciego al color, con dos hermanos gemelos autistas que son capaces de calcular números primos de cifras descomunales o con un cirujano que padece síndrome de Tourette (una enfermedad neurodegenerativa que provoca, entre otros síntomas, movimientos descontrolados). En todos estos casos, para Sacks lo importante no es tanto conocer el origen de la alteración como ofrecer pautas a sus pacientes para compensar esas alteraciones y, lo más importante, aceptarlas como parte de su cotidianidad.



Es fácil empatizar con sus pacientes y con el propio Sacks debido a su talento como escritor. Estas mismas sensaciones que se tienen al leer Un antropólogo en Marte se repiten al hacerlo con El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, en el que hay también varios casos que a aquel que no conozca muy bien los vericuetos del cerebro le abrirán los ojos y probablemente le harán desear leer más sobre ese órgano que nos hace ser como somos.

También Sacks es un apasionado de la química y El tío Tungsteno es una especie de biografía a partir de la química que no tiene desperdicio. Aunque es un muy buen libro, para mí uno de sus mejores libros, hace falta que te apasione la química para disfrutarlo plenamente. Otra de sus grandes pasiones es la música, y así lo demuestra en Musicofilia, libro en el que no solo muestra su amor por ese arte, que Sacks cree superior a cualquier otro, sino que también nos ayuda a comprender mejor el funcionamiento del cerebro gracias a algunos casos relacionados con la audición y la percepción de la música.

No podemos dejar de mencionar Despertares, su libro más conocido,  sobre todo debido a la película protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams. En él Sacks cuenta cómo administró una sustancia, la L-DOPA (un precursor de la dopamina, que se usa para tratar el Parkinson) a unos pacientes que se encontraban en estado de coma desde hacía varios años y cómo estos despertaron durante algunos días, con todo lo que ello supuso desde un punto de vista emocional para los pacientes y sus familias, y también desde un punto de vista médico. Es posiblemente su relato más emotivo.

Pero Sacks no solo ha sido un referente para el que esto escribe. Lo ha sido también para otros escritores. Hace unos meses la editorial La uña rota publicó un librito titulado Ebrio de enfermedad, de Anatole Broyard, en el que el autor, un crítico muy reputado y gran escritor, describe sus sensaciones a partir del momento en el que descubre que va a morirse, precisamente de un cáncer terminal. Broyard describe la relación que establece con sus médicos, que es mucho más fría de lo que a él le gustaría. Dice que su médico ideal sería Oliver Sacks. Lo admiraba y lo ponía de ejemplo a la hora de narrar una experiencia cercana a la muerte, como la que describe Sacks en Con una sola pierna. Y, para corresponderle, Sacks escribió el prólogo a Ebrio de enfermedad, que lejos de ser un libro quejicoso y autocompasivo es una exaltación de la vida. Dice Sacks en ese prólogo, que nunca ha leído nada más directo ni más franco en relación con la enfermedad, y lleva razón, porque el libro de Broyard describe minuciosamente sus estados de ánimo y sus rutinas como enfermo, algo a lo que Sacks siempre ha prestado mucha atención en sus relatos. Escribe Broyard:

Durante toda la vida, uno piensa que ha de contener como sea su locura, pero cuando está enfermo puede darle salida incluso en sus colores más chillones.   
   
Pues eso mismo le deseamos a nuestro querido Oliver Sacks, que disfrute lo que le queda. Dice en la despedida que publicó ayer: «Ha sido un privilegio haber sido un ser sintiente y un animal pensante en un planeta precioso». Él lo ha hecho aún más precioso gracias a sus libros y a la labor con sus pacientes. Salvemos al menos lo que nos quedará de él, sus maravillosos libros y una enorme sonrisa al leer sus páginas. 

2 comentarios:

  1. Gracias por esta estupenda revisión a la obra de Oliver Sacks, a sus aportaciones a tantos de nosotros. Descubrí al neurólogo justamente con su obra "Un antropólogo en Marte" por recomendación de un amigo, a la que siguió "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", y más adelante "El tío Tungsteno". Entre medias, volví a comprar y regalar estos mismos títulos, para mí referentes de una literatura que nos desentraña muchos misterios de la mente humana, aunque nos devuelva muchos otros interrogantes. También regalé "Veo una voz", que tengo pendiente de leer, y empecé "Alucinaciones" que aún tengo por terminar. También me encontré con "La isla de los ciegos al color" (http://www.anagrama-ed.es/titulo/A_232), que me pareció fascinante pues aúna su labor científica sobre los individuos para adentrarse en el terreno de lo colectivo, de la antropología, una pregunta que siempre me ha parecido presente en el resto de su obra. ¿Qué es la "normalidad"? ¿Qué ocurriría si la mayoría de la gente estuvieran modelados por una suerte de autismo o cualquier otra de las características que consideramos disfunciones, y cómo serían las relaciones con sus semejantes? ¿Acaso las personas con síndrome de Tourette no parecen disponer de un pensamiento más acelerado al nuestro y no podrían considerarnos, si fuéramos minoría, afectados de alguna disminución?

    Pero ahora es tiempo para resaltar el temple de este científico que tanto nos aporta, y que en su declaración de enfermedad terminal, sigue dándonos ejemplo de gran generosidad y lucidez. Gracias por vuestra aportación, muy en línea con la del célebre doctor.

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  2. Gracias. Lo hemos tenido como un referente durante mucho tiempo y nos apena que se nos vaya. Estamos de acuerdo contigo en que no es solo su labor científica la que interesa de sus libros, sino esa vertiente más antropológica y cargada siempre de filosofía que tienen sus libros. Es uno de esos autores que creemos que debería leer más gente para mirar a la medicina con otros ojos.

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