Libros que dejan poso, que se mantienen activos en nuestro
interior durante un largo tiempo y cuyas ideas regresan una y otra vez para
plantearnos nuevas preguntas y, tal vez, descubrir respuestas que aún no
habíamos siquiera atisbado. Cada lector mantiene varios de esos libros en la
memoria y, además, hay libros que consiguen eso mismo con casi todos los
lectores que pasan por sus páginas. Uno de ellos es El coleccionista, de John Fowles.
Repasemos de forma sucinta la trama de la novela. Está
dividida en tres partes. En la primera conocemos a uno de los dos protagonistas
de la novela, Frederick, un joven que ha vivido toda su vida con su tía, y al que
le toca la lotería. El tipo, que narra en primera persona, se encapricha de una
niña bien universitaria y, con el premio de la lotería, compra una casa,
acondiciona una pequeña cripta que había en el sótano de la casa, secuestra a
la chica y la encierra en el escondrijo. En la segunda parte, escrita en forma
de diario, es la chica, Miranda, la que nos cuenta cómo es su cautiverio. Nos
dice, claro, que la ha secuestrado un loco de atar, pero poco a poco resulta
que la chica no nos cae bien, descubrimos que no es tan lista como aparenta y
que sus ideales dejan mucho que desear. En la tercera parte reaparece el tipo
loco, pero esa parte dejaremos que la descubra el lector por su cuenta.
Esta novela, que Fowles publicó en 1963, presenta virtudes
muy destacadas, y también algún desacierto. Entre sus virtudes están la lograda
psicología de los personajes y el dominio que Fowles demuestra al manejar las
dos voces de sus protagonistas, muy diferentes entre sí, y situados en los márgenes
opuestos del mismo espectro. La virtud principal del libro es su poso
filosófico. Y su principal defecto estriba en que en la segunda parte hay una
cierta caída del ritmo, sobre todo porque la novela se vuelve un tanto repetitiva en algunos
momentos. Por otro lado, Fowles trata de establecer un cierto paralelismo con
La tempestad de Shakespeare, que no parece del todo logrado, aunque le sirve
para que Miranda decida llamar Calibán a Frederick debido a esa obsesión que
siente por ella. Sin embargo, no por eso deja de ser un libro que uno puede leer
casi del tirón, como cualquier thriller
al uso.
Vamos allá con lo importante de El coleccionista, el enfrentamiento, no físico, ni siquiera
psicológico, entre Frederick y Miranda. En la primera parte de la obra todo nos
lleva a la idea de que hay un maníaco sexual que ha secuestrado a una chica y
que nos vamos a encontrar con violaciones, gritos, sangre y demás clichés
a los que nos tiene acostumbrados Hollywood. Pero, ah, qué brisa suave y fresca
recibe uno cuando comienza leer la segunda parte y se da cuenta de que Miranda, a la que comenzamos
compadeciendo (la pobre está secuestrada por un loco, pero loco loco, y es una
amante del arte y de la belleza del mundo) resulta que es una chica altiva, de
un idealismo que roza la ignorancia, y que desmerece a los que no están a su
altura intelectual. Ella cree estar entre los Elegidos, aquellos que hacen que
el mundo progrese, frente a los que se aprovechan de esos logros sin aportar
nada a la sociedad:
No puedo soportar a la gente estúpida como Calibán con todo su enorme peso muerto de nimiedad, egoísmo y tacañería. Y los elegidos tienen que cargar, encima, con todo su peso. Los médicos, los profesores y los artistas… no es que no existan los traidores entre ellos, pero todo lo que hay de esperanza se lo debemos a ellos.
Porque yo soy una de ellos.
[…] ¿Por qué todas las personas buenas y creativas han de ser martirizadas por la enorme y viscosa mediocridad que las rodea?
Por tanto, y de ahí lo interesante de la novela, la lucha
que se establece entre Frederick y Miranda no es psicológica o física (Miranda
descubrirá que, de hecho, Frederick no alberga reales deseos sexuales sobre
ella), sino una lucha de clases, pero no en un sentido marxista, sino en un
sentido, y aquí está la clave, heracliniano. Heráclito defendía la existencia
en la sociedad de dos clases, la de los Elegidos, la élite
intelectual, aquellos que hacían que aquella progresase y mantuviese una
estructura estable, y la formada por el resto, aquellos que se dedicaban a los
trabajos menos creativos, los que poseían una reducida instrucción. Fowles
plantea esa dicotomía y añade una clase más, la de las Nuevas Personas, esa
clase media que presenta aspiraciones culturales pero en las que todo se queda
en simple fachada. En este sentido, la novela es alegórica desde el principio hasta
el fin y el lector, partiendo con esta hoja de ruta, puede plantearse decenas
de interpretaciones diferentes para cada hecho que se narra en la novela.
El coleccionistas tiene muchos más puntos fuertes que
débiles y, sin llegar a ser una obra maestra, es capaz de inducir a la
reflexión y de hacernos pasar unas buenas horas pensando en qué va a ser de Frederick
y Miranda. Un buen libro.
Autor: John Fowles
Traductor: Andrés Barba
Editorial: Sexto piso
Páginas: 292
Precio: 21 eur (rústica)
Fotografía de John Fowles por Tom Zico: http://www.zito.com/back-12.html
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