miércoles, 11 de febrero de 2015

El coleccionista de John Fowles: los Elegidos frente a las Personas Nuevas

Libros que dejan poso, que se mantienen activos en nuestro interior durante un largo tiempo y cuyas ideas regresan una y otra vez para plantearnos nuevas preguntas y, tal vez, descubrir respuestas que aún no habíamos siquiera atisbado. Cada lector mantiene varios de esos libros en la memoria y, además, hay libros que consiguen eso mismo con casi todos los lectores que pasan por sus páginas. Uno de ellos es El coleccionista, de John Fowles.

Repasemos de forma sucinta la trama de la novela. Está dividida en tres partes. En la primera conocemos a uno de los dos protagonistas de la novela, Frederick, un joven que ha vivido toda su vida con su tía, y al que le toca la lotería. El tipo, que narra en primera persona, se encapricha de una niña bien universitaria y, con el premio de la lotería, compra una casa, acondiciona una pequeña cripta que había en el sótano de la casa, secuestra a la chica y la encierra en el escondrijo. En la segunda parte, escrita en forma de diario, es la chica, Miranda, la que nos cuenta cómo es su cautiverio. Nos dice, claro, que la ha secuestrado un loco de atar, pero poco a poco resulta que la chica no nos cae bien, descubrimos que no es tan lista como aparenta y que sus ideales dejan mucho que desear. En la tercera parte reaparece el tipo loco, pero esa parte dejaremos que la descubra el lector por su cuenta.

Esta novela, que Fowles publicó en 1963, presenta virtudes muy destacadas, y también algún desacierto. Entre sus virtudes están la lograda psicología de los personajes y el dominio que Fowles demuestra al manejar las dos voces de sus protagonistas, muy diferentes entre sí, y situados en los márgenes opuestos del mismo espectro. La virtud principal del libro es su poso filosófico. Y su principal defecto estriba en que en la segunda parte hay una cierta caída del ritmo, sobre todo porque la novela se vuelve un tanto repetitiva en algunos momentos. Por otro lado, Fowles trata de establecer un cierto paralelismo con La tempestad de Shakespeare, que no parece del todo logrado, aunque le sirve para que Miranda decida llamar Calibán a Frederick debido a esa obsesión que siente por ella. Sin embargo, no por eso deja de ser un libro que uno puede leer casi del tirón, como cualquier thriller al uso.

Vamos allá con lo importante de El coleccionista, el enfrentamiento, no físico, ni siquiera psicológico, entre Frederick y Miranda. En la primera parte de la obra todo nos lleva a la idea de que hay un maníaco sexual que ha secuestrado a una chica y que nos vamos a encontrar con violaciones, gritos, sangre y demás clichés a los que nos tiene acostumbrados Hollywood. Pero, ah, qué brisa suave y fresca recibe uno cuando comienza leer la segunda parte y se da cuenta de que Miranda, a la que comenzamos compadeciendo (la pobre está secuestrada por un loco, pero loco loco, y es una amante del arte y de la belleza del mundo) resulta que es una chica altiva, de un idealismo que roza la ignorancia, y que desmerece a los que no están a su altura intelectual. Ella cree estar entre los Elegidos, aquellos que hacen que el mundo progrese, frente a los que se aprovechan de esos logros sin aportar nada a la sociedad:

No puedo soportar a la gente estúpida como Calibán con todo su enorme peso muerto de nimiedad, egoísmo y tacañería. Y los elegidos tienen que cargar, encima, con todo su peso. Los médicos, los profesores y los artistas… no es que no existan los traidores entre ellos, pero todo lo que hay de esperanza se lo debemos a ellos.
Porque yo soy una de ellos.
[…] ¿Por qué todas las personas buenas y creativas han de ser martirizadas por la enorme y viscosa mediocridad que las rodea?

Por tanto, y de ahí lo interesante de la novela, la lucha que se establece entre Frederick y Miranda no es psicológica o física (Miranda descubrirá que, de hecho, Frederick no alberga reales deseos sexuales sobre ella), sino una lucha de clases, pero no en un sentido marxista, sino en un sentido, y aquí está la clave, heracliniano. Heráclito defendía la existencia en la sociedad de dos clases, la de los Elegidos, la élite intelectual, aquellos que hacían que aquella progresase y mantuviese una estructura estable, y la formada por el resto, aquellos que se dedicaban a los trabajos menos creativos, los que poseían una reducida instrucción. Fowles plantea esa dicotomía y añade una clase más, la de las Nuevas Personas, esa clase media que presenta aspiraciones culturales pero en las que todo se queda en simple fachada. En este sentido, la novela es alegórica desde el principio hasta el fin y el lector, partiendo con esta hoja de ruta, puede plantearse decenas de interpretaciones diferentes para cada hecho que se narra en la novela.

El coleccionistas tiene muchos más puntos fuertes que débiles y, sin llegar a ser una obra maestra, es capaz de inducir a la reflexión y de hacernos pasar unas buenas horas pensando en qué va a ser de Frederick y Miranda. Un buen libro.


Título: El coleccionista
Autor: John Fowles
Traductor: Andrés Barba
Editorial: Sexto piso
Páginas: 292
Precio: 21 eur (rústica)







Fotografía de John Fowles por Tom Zico: http://www.zito.com/back-12.html

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