Pensando (el primer gran esfuerzo del 2015) qué podríamos hacer para comenzar el año, llegamos a la conclusión de que ya que nuestra pretensión es dedicar el blog a todos los componentes que forman parte del mundo del libro, podría ser buena idea ampliar la sección de las recomendaciones de los libreros, porque creemos que no solo los libreros nos pueden recomendar (y muy bien, por cierto) sino que también otros pueden hacerlo, por eso, al igual que hacemos con las entrevistas, intentaremos que cada mes recomienden libros distintos componentes del mundo del libro.
Hemos decidido comenzar con las recomendaciones del taller de escritura creativa de Billar de Letras. ¿Por qué? Porque creemos que, como presentes o futuros escritores, nos pueden desvelar alguno de sus libros de referencia.
Hemos decidido comenzar con las recomendaciones del taller de escritura creativa de Billar de Letras. ¿Por qué? Porque creemos que, como presentes o futuros escritores, nos pueden desvelar alguno de sus libros de referencia.
Ronaldo Menéndez (Escritor y fundador de Billar de Letras)
La promesa de Kamil Modracek, de Jiri Kratochvil (Impedimenta, 2013). Libro retador y estimulante para todo el que escribe. Oscila entre la polifonía y la multiperspectiva, una historia delirante que se va armando con la suma de sus planos y las voces de los más de diez narradores. A pesar de este compromiso con el «modelo para armar», la historia se entiende claramente, y consigue lo más simple y fundamental: emocionarnos. Una arriesgada apuesta de la experimentación narrativa, sin concesiones comerciales.
Maite Fernández (Traductora y alumna de Billar de Letras)
La edad de la inocencia, de Edith Wharton (Tusquets, 1995). Ambientada a finales del siglo XIX, cuenta la historia de un hombre enamorado de una mujer separada y la imposibilidad de dar rienda suelta al instinto a causa de unas convenciones paralizantes. Aunque pueda parecer un tema trasnochado, Edith Wharton se las ingenia para que su novela siga siendo interesante, porque aunque hoy las ataduras sean otras —la familia, el trabajo…— lo cierto es que seguimos conviviendo con la renuncia y con ese conflicto que tan bien describe Wharton entre lo que uno desea y lo que uno se ve obligado a hacer. Con una trama de perfil bajo, que discurre suavemente entre conversaciones de salón y otros encuentros más íntimos, lo cierto es que uno tiene la sensación de que no hay nada superfluo en la novela. Todo fluye de manera natural, casi irremediablemente, y eso es lo que consigue que la historia y su mundo nos convenzan.
Daniel Rogero (Alumno de Billar de Letras)
Cadáveres en la playa, de Ramiro Pinilla (Tusquets, 2014). Se trata de la última novela del detective Samuel Esparta. Ramiro Pinilla escribió en sus últimos años un homenaje a la novela negra, género que había practicado con seudónimo en sus inicios. Esta novela es el cierre de lo que podría ser su trilogía negra, compuesta por Sólo un muerto más, El cementerio vacío y la susodicha Cadáveres en la playa. Dentro de una trama negra que puede considerarse sencilla, por debajo hay crítica social, política (estamos en los estertores del franquismo) que en una especie de agarre mutuo hacen que crímenes de distinto calado que sucedieron en el pasado (posguerra) estén interrelacionados. Además, hay un juego con la «metaliteratura», en donde el narrador, que es el propio detective, al tiempo que investiga va escribiendo el libro que se publicará posteriormente, transmitiendo de manera literal todo lo que sucede.
Natalia Alonso (Alumna de Billar de Letras)
Agustín Márquez (Alumno de Billar de Letras y coautor de este blog)
Mi romance, de Gordon Lish (Periférica, 2014). Después de leer Perú (un libro con mayúsculas), Epígrafe dejó un mal sabor de boca, algo así como cuando uno come fiambre que está en los límites de ser comestible o indigesto. Así que, había que desempatar: Gordín Lish sí, o Gordon Lish no. Y llegó Mi romance: Gordon Lish decididamente sí. Mi romance es un libro personal y ¿autobiográfico?, que mantiene un brillo constante de principio a fin, en el que el autor estadounidense nos plantea una novela light a partir de un discurso (aquí reside uno de los méritos: consigue que un texto escrito nos parezca una conferencia oral) en donde cuenta asuntos personales y familiares, que es mejor leer y no desvelar. Al final Lish demuestra que no solo fue el gran editor de Carver, también un magnífico escritor.
Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (Salamandra, 2007). Un hermoso libro que aborda en sus relatos el exilio, el desarraigo, la dificultad de integración, las diferencias culturales, los lazos familiares en la distancia. Apoyado en personajes entre la India y Estados Unidos, lo que cuenta podría aplicarse a cualquier experiencia migratoria. La solidez del lenguaje y la eficacia de la traducción son otros puntos a destacar.
Natalia Alonso (Alumna de Billar de Letras)
Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata (Emece, 2002). Hay libros que no envejecen y que deberían ser obligatorios en las escuelas para entender otras culturas. Una historia sencilla se convierte, gracias a la maestría de su autor en el uso de los tiempos, los espacios y sobre todo a la construcción de unos personajes inolvidables, en algo preciosista, en una historia que cautiva desde la primera a la última página. Trata temas tan comunes como el amor, los celos, la traición, la venganza o el rencor pero nos los muestra como inevitables en el devenir de unos protagonistas que parecen abocados a perdurar en la memoria de quién los lee.
Es una novela que de vez en cuando releo para darme cuenta de lo que es literatura con mayúsculas. Por algo fue el primer japonés en obtener el Premio Nobel. Y como no podía ser de otra manera, siendo genio y japonés, Kawabata se suicidó. Seguramente no aguantaba el entumecimiento que provocan sus historias en el corazón.
Teresa Docio (Alumna de Billar de Letras)
El librero, de Régis de Sá Moreira (Demipage, 2013). Novela corta. Mezcla fantasía con realidad sin perder verosimilitud. El prólogo enlaza con el epílogo y cierra el circulo. El librero, vive con, para, y por los libros. El establecimiento está una ciudad de un país cualquiera. Librería y vida se funden. Habitación con estantes, mesa y silla, y cocina donde prepara sus tisanas y retira algunos libros. Solitario y solo, con diez hermanos que viven lejos, a los que envía cartas con páginas arrancadas de libros.
Dos elementos marcan el tictac de la novela, el onomatopéyico ruido de la puerta: «prumpiprumpiprump», entrada o salida de los clientes, y las infusiones que el librero bebe cuando se han ido.
La librería, permanece abierta ininterrumpidamente. Por ella transitan lo concreto y lo abstracto. Niños, el cartero, la florista, testigos de Jehová, la mujer hermosa, el Dalái Lama, la pregunta, la voz, y hasta el mismo Dios. Le gustan los fumadores, los tímidos y los que nunca han leído un libro. Le piden libros donde todo ocurra en un bosque, o cuya protagonista se llame Teresa. A un cliente maleducado le contesta con frases aprendidas en métodos de enseñanza de idiomas; su favorita es: «hay muchas cosas interesantes que aprender sobre los icebergs» Sueña con los ojos abiertos, y cuando lo hace sueña que lee. Odia la tercera hora después del mediodía, y, a veces, le invade la tristeza. Manda clientes al bar de enfrente, si le preguntan por psicología, crecimiento personal… Siente que alguien le quiere cuando lee un libro. No tiene basura, ha leído lo que hay en su interior.
«Llegó la noche… Sentado tras la mesa, pasaba las páginas de su libro interior… entonces, Dios se acercó al tocadiscos y puso música de Wolfgang Amadeus Mozart…»
Prosa sencilla y en ocasiones poética. Desde el primer momento, el librero, despierta curiosidad y simpatía.
El exterior (rústica) color blanco con esa tacita humeante, y su atractivo logo, y en sus páginas, letra grande como de fábula, con espacios vacíos para que el texto respire, y dé opción a que los lectores lo completen.
Agustín Márquez (Alumno de Billar de Letras y coautor de este blog)
Mi romance, de Gordon Lish (Periférica, 2014). Después de leer Perú (un libro con mayúsculas), Epígrafe dejó un mal sabor de boca, algo así como cuando uno come fiambre que está en los límites de ser comestible o indigesto. Así que, había que desempatar: Gordín Lish sí, o Gordon Lish no. Y llegó Mi romance: Gordon Lish decididamente sí. Mi romance es un libro personal y ¿autobiográfico?, que mantiene un brillo constante de principio a fin, en el que el autor estadounidense nos plantea una novela light a partir de un discurso (aquí reside uno de los méritos: consigue que un texto escrito nos parezca una conferencia oral) en donde cuenta asuntos personales y familiares, que es mejor leer y no desvelar. Al final Lish demuestra que no solo fue el gran editor de Carver, también un magnífico escritor.
Claudio Mazza (Alumno de Billar de Letras)
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