La historia de la literatura es
larga y sinuosa y en la cuneta es donde solemos encontrar a los autores que más
han contribuido a su evolución. Los nombres podrían desbordar el blog, por lo
que nos abstendremos de citar listas monstruosas. Entre los surrealistas
franceses, por ejemplo, hay cuatro autores que no aparecen en el grupo de
cabecera y que, sin embargo, contribuyeron quizá más que ellos a constituir el
grupo y a desarrollar un cierto espíritu propio de la época. Esos cuatro autores
fueron Arthur Cravan, Jacques Rigaut, Julien Torma y, del que nos ocupamos hoy,
Jacques Vaché.

La editorial El Nadir ha
publicado recientemente Parad la guerra o me pego un
tiro, un librito el que se incluyen tres relatos que Vaché escribió para Le Canard Sauvage, la revista que él
mismo confeccionó junto a su amigo Sarment, donde se aprecia su ansia de ser
insolente, y una insobornable crítica de la hipocresía burguesa. El cierre de
«Gilles» un cuento sobre un mayordomo, deja claras sus ideas:
Es una verdadera lástima que Gilles haya nacido con delantal y un chaleco de rayas negras y amarillas. Era medianamente inteligente, muy egoísta, aún más hipócrita: habría sido un buen burgués.
Lo que sigue a esos relatos son
las cartas que Breton seleccionó y que incluyó en un libro titulado Cartas desde la guerra. Son estas las
que más nos informan acerca de la personalidad y las ideas del autor francés.
Era capaz de extraer humor incluso en situaciones desesperadas, como la suya,
en el frente de la Primera Guerra Mundial, ayudando como intérprete a los
ingleses. Mantenía siempre una pose de dandy,
que se exacerbaba en algunas de las cartas que envió a Jeanne. Este fragmento
es de los más famosos de Vaché, y no nos resistimos a a traerlo aquí:
Luego, por la tarde, un tanque en excelente estado de salud ha venido a tomar el té con nosotros y dado media vuelta con toda clase de ruidos y cloqueos infernales, aplastando con calma las alambradas de espino y trepando con soltura los taludes. No podía dar crédito a mis ojos, había visto marchar tanques, pero nunca sueltos en su entorno natural.
Las ideas de Vaché y su forma de
estar en el mundo estaban muy influidas por el teatro de Alfred Jarry, el
vanguardista que se adelantó a las vanguardias. Sus cartas están repletas de
referencias al autor de teatro e incluso él mismo se atreve a crear un término
de clara influencia jarryeana, que es el UMOR. Hay dos cartas especialmente
interesantes de Vaché a Breton en las que desnuda sus ideas ante él y trata de
explicarle su idea sobre el UMOR:
Creo que es una sensación. Iba a decir un SENTIDO, de la inutilidad teatral (y sin alegría) de todo.
Además, se permite analizar una
obra de Breton a partir de su idea de que el arte no debe tener pretensiones de
arte, sino que su artisticidad» debe surgir como algo connatural a la obra:
Lo querría seco, sin literatura y sobre todo sin pretensiones de ARTE. Así pues no nos gusta el ARTE ni los artistas (abajo Apollinaire […] Sin embargo, puesto que es inevitable soltar algo de ácido o viejo lirismo, que al menos sea sincopado, ya que las locomotoras van rápido.
Así, se entiende bien la apreciación
que Breton hace de él en la introducción a algunas de sus cartas que
aparecieron en la famosa Antología del
humor negro:
A la deserción centrífuga en tiempo de guerra, que nunca perderá para él algo de descolorido, Vaché propone otra forma de insumisión que podría llamarse la deserción hacia el interior de uno mismo.
Es un placer encontrarse con estos
pocos textos de Vaché, que constituyen de un modo aún difuso el germen de lo
que sería después el surrealismo y las consecuencias irreversibles que este tendría
sobre el arte.
Título: Parad la guerra o me pego un tiro
Autor: Jacques Vaché
Traducción: René Parra
Editorial: El Nadir
Páginas: 128
Precio: 14 eur (rústica)
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