domingo, 4 de enero de 2015

Parad la guerra o me pego un tiro. Jacques Vaché y el arte de vivir el arte

La historia de la literatura es larga y sinuosa y en la cuneta es donde solemos encontrar a los autores que más han contribuido a su evolución. Los nombres podrían desbordar el blog, por lo que nos abstendremos de citar listas monstruosas. Entre los surrealistas franceses, por ejemplo, hay cuatro autores que no aparecen en el grupo de cabecera y que, sin embargo, contribuyeron quizá más que ellos a constituir el grupo y a desarrollar un cierto espíritu propio de la época. Esos cuatro autores fueron Arthur Cravan, Jacques Rigaut, Julien Torma y, del que nos ocupamos hoy, Jacques Vaché.

André Breton, fundador del surrealismo y cabeza visible del movimiento para lo bueno y para lo malo, conoció a Vaché en 1915, cuando este convalecía de una herida de guerra y Breton era enfermero, junto a Fraenkel y a Jeanne Derrien, otra joven enfermera. La estrella de Vaché no se habría iluminado si no hubiese sido por los textos elegíacos que Breton le dedicó años más tarde. A ello se suma que la obra de Vaché es exigua ―podríamos decir, sin caer en una exageración, que fue inexistente (a diferencia de las de Radiguet o Rimbaud que sí llegaron a publicarse)―: una revista durante su época escolar y unas cuantas cartas que Breton publicó tras la muerte de su amigo, dirigidas a Jeanne, Fraenkel y al propio Breton. Por último, a su fama contribuye también su suicidio prematuro (murió a los veintiséis años de una sobredosis de opio), lo que siempre anima a crear esas expectativas que nos son tan comunes cuando nos encontramos con un autor de su proyección (¿Qué locuras hubiera sido capaz de hacer si hubiese vivido más? ¿Cuánto más podría haber cambiado la literatura? Literatura ficción, en suma). 

La editorial El Nadir ha publicado recientemente Parad la guerra o me pego un tiro, un librito el que se incluyen tres relatos que Vaché escribió para Le Canard Sauvage, la revista que él mismo confeccionó junto a su amigo Sarment, donde se aprecia su ansia de ser insolente, y una insobornable crítica de la hipocresía burguesa. El cierre de «Gilles» un cuento sobre un mayordomo, deja claras sus ideas:
Es una verdadera lástima que Gilles haya nacido con delantal y un chaleco de rayas negras y amarillas. Era medianamente inteligente, muy egoísta, aún más hipócrita: habría sido un buen burgués.  
Lo que sigue a esos relatos son las cartas que Breton seleccionó y que incluyó en un libro titulado Cartas desde la guerra. Son estas las que más nos informan acerca de la personalidad y las ideas del autor francés. Era capaz de extraer humor incluso en situaciones desesperadas, como la suya, en el frente de la Primera Guerra Mundial, ayudando como intérprete a los ingleses. Mantenía siempre una pose de dandy, que se exacerbaba en algunas de las cartas que envió a Jeanne. Este fragmento es de los más famosos de Vaché, y no nos resistimos a a traerlo aquí:
Luego, por la tarde, un tanque en excelente estado de salud ha venido a tomar el té con nosotros y dado media vuelta con toda clase de ruidos y cloqueos infernales, aplastando con calma las alambradas de espino y trepando con soltura los taludes. No podía dar crédito a mis ojos, había visto marchar tanques, pero nunca sueltos en su entorno natural.
Las ideas de Vaché y su forma de estar en el mundo estaban muy influidas por el teatro de Alfred Jarry, el vanguardista que se adelantó a las vanguardias. Sus cartas están repletas de referencias al autor de teatro e incluso él mismo se atreve a crear un término de clara influencia jarryeana, que es el UMOR. Hay dos cartas especialmente interesantes de Vaché a Breton en las que desnuda sus ideas ante él y trata de explicarle su idea sobre el UMOR:
Creo que es una sensación. Iba a decir un SENTIDO, de la inutilidad teatral (y sin alegría) de todo.
Además, se permite analizar una obra de Breton a partir de su idea de que el arte no debe tener pretensiones de arte, sino que su artisticidad» debe surgir como algo connatural a la obra:
Lo querría seco, sin literatura y sobre todo sin pretensiones de ARTE. Así pues no nos gusta el ARTE ni los artistas (abajo Apollinaire […] Sin embargo, puesto que es inevitable soltar algo de ácido o viejo lirismo, que al menos sea sincopado, ya que las locomotoras van rápido.
Así, se entiende bien la apreciación que Breton hace de él en la introducción a algunas de sus cartas que aparecieron en la famosa Antología del humor negro:  
A la deserción centrífuga en tiempo de guerra, que nunca perderá para él algo de descolorido, Vaché  propone otra forma de insumisión que podría llamarse la deserción hacia el interior de uno mismo.
Es un placer encontrarse con estos pocos textos de Vaché, que constituyen de un modo aún difuso el germen de lo que sería después el surrealismo y las consecuencias irreversibles que este tendría sobre el arte.


Título: Parad la guerra o me pego un tiro
Autor: Jacques Vaché
Traducción: René Parra
Editorial: El Nadir
Páginas: 128
Precio: 14 eur (rústica)

    

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