viernes, 2 de enero de 2015

Entrevista: Regina López, una traductora con una magnífica sensibilidad literaria

Conocimos a Regina López por azar, a través de un post que colgamos en el blog en el que varios libreros recomendaban algunas novedades y entonces caímos en la cuenta de que la traductora de tres de esas recomendaciones era la misma, lo que nos llevó a pensar que alguien estaba ejerciendo un monopolio en la traducción. Además, como estábamos tras la pista de algún traductor interesante al que entrevistar, la ocasión se presentó pintiparada. Aunque Regina vive en Málaga, se acercó a Madrid para presentar su última traducción, El peatón de París, de Léon-Paul Fargue, y nos dedicó parte de su tiempo para charlar sobre su trabajo, sobre la tarea de los traductores literarios y sobre su proyecto Las cuatro de Syldavia. Desde aquí le agradecemos su disposición y su cercanía. Esperamos que esta entrevista sirva, no solo para dar a conocer a Regina y su gran trabajo como traductora, sino para reivindicar la figura del traductor literario, al que muchas veces se da de lado y al que nunca se trata como se merece.


P: ¿Cómo llegó Regina López Muñoz a dedicarse a la traducción?

R: Siempre fui una niña muy lectora. Prefería estar en casa que salir a la calle a jugar. Siempre me gustó leer y poco a poco, conforme fui creciendo, descubrí que las lenguas me gustaban, que no se me daban mal, y vi que podía hacer de ello una profesión. Me matriculé en Traducción con la idea de dedicarme a la traducción literaria, pero en la Universidad de Málaga, que es donde estudié, me dejé disuadir por profesores que solían asegurar que la literaria era una rama muy vocacional y que era muy difícil vivir de ello. Así es que cuando terminé la carrera, un poco perdida, probé suerte con varias cosas, pero al cabo de un par de años descubrí que había un máster de traducción literaria en la propia Universidad de Málaga, con un programa muy atractivo y completo, coordinado por Vicente Fernández, que ha sido dos veces Premio Nacional de traducción. Decidí matricularme, y aquí estamos…


P: ¿Ser traductor es algo vocacional o es más bien una salida que uno le ve al conocimiento exhaustivo de un idioma?

R: Tener un conocimiento exhaustivo de un idioma es importante, pero en la traducción editorial es mucho más importante que haya una sensibilidad literaria, o, como poco, que exista un interés real por la literatura; no que seas escritor o poeta, pero sí que sepas apreciar las virtudes y los defectos de un texto, más que el hecho de que puedas ser bilingüe en un idioma concreto. Las carencias que tengas en el conocimiento de una lengua siempre se pueden salvar, porque hoy día tenemos a nuestro alcance muchísimos recursos. Pero, sí, te tiene que gustar la literatura porque desde luego no es la rama de la traducción con la que más dinero vas a ganar. 


P: ¿Qué particularidades de cada uno de los idiomas que traduces dirías que son las más complicadas de traer al español?

R: Cada lengua tiene sus particularidades. Ahora bien, cuando llevo mucho tiempo trabajando en traducciones del inglés y me llega una del francés suspiro aliviada porque mi primera lengua en la universidad fue el francés y le tengo una querencia especial; pero también me ocurre al contrario, por aquello de cambiar y no estar todo el tiempo dedicándome a la misma lengua. En cuanto a las particularidades que presenta cada una, encuentro que el inglés, por ejemplo, incide mucho en los verbos de movimiento, y hay que trabajar más algunas cosas al trasladarlas al castellano, como las descripciones. Con el francés eso no ocurre tanto porque la sintaxis es más parecida a la del español, y lo mismo pasa con el italiano. Además, al francés le veo una mayor musicalidad que al inglés, por lo que soy capaz de detectar antes el ritmo de una narración en francés o en italiano que de una en inglés, aunque eso obviamente puede deberse a mi formación.


P: ¿Cómo abordas una traducción? ¿Lees primero el libro completo para hacerte una idea del estilo y de las dificultades que puede plantear el libro o te lanzas como una posesa a traducir página a página sin prestar atención al resto?

R: Depende del libro y del traductor. Hay quien no lee antes la obra porque le estimula ir leyendo el texto a medida que va trabajando, sobre todo en el caso de una novela negra o en aquellos libros en los que la trama tiene mucho peso. Yo no he traducido novela negra hasta ahora, pero creo que me gustaría saber de antemano qué es lo que pasa, y cómo sucede. De hecho, salvo en contadas excepciones, que han venido condicionadas por la escasez de tiempo, me gusta leer con calma lo que voy a traducir, otros textos del autor, y reflexionar sobre los retos que me propone la obra antes de abordarla. Aunque tampoco es que eso te solucione la vida, porque aunque puedes localizar las dificultades que te va a plantear el texto, es sobre la marcha, cuando ya estás trabajando en él, cuando toca solucionarlos. 

Normalmente finalizo una primera versión de la traducción, vuelvo atrás y trabajo una segunda versión en la que voy solventando cuestiones que se habían quedado pendientes, y luego hago otra lectura para terminar de pulir. Lo ideal es dejar que pase algo de tiempo entre una fase y otra, para «recuperar» la frescura como lectora de mi propio texto; pero es difícil, a veces no hay tiempo, y otras estás demasiado metida en el texto como para verlo «desde fuera». Entre tanto, a lo largo de todo el proceso, la lavadora está siempre puesta, no dejo de pensar en el texto, ¡a veces hasta sueño con los problemas por resolver! De hecho, creo que alguna vez he soñado con la solución a alguno de esos problemas, pero después la he olvidado (risas).


P: Cuál es hasta el momento el libro que dirías que más te ha costado traducir (no por su extensión, sino por su complejidad) y por qué?

R: Bueno, los textos largos también tienen su dificultad en cuanto a que requieren un compromiso de tiempo muy extenso y hay que organizarse bien. Pero una de las más complicadas ha sido desde luego El peatón de París, de Léon-Paul Fargue, que ha llegado hace poquito a las librerías y que fue una propuesta mía a Errata naturae. El libro estuvo un tiempo en el cajón, hasta que por fin los editores decidieron que había que sacarlo. Y de momento está teniendo muy buena acogida. Estuve todo el verano trabajando en la traducción y es una obra que presenta bastante dificultades a varios niveles. El autor retrata la vida en el París de entereguerras y la obra está compuesta a partir de una miscelánea de textos que describen diferentes zonas de París y sus gentes. Fargue tenía una capacidad descomunal para evocar esos ambientes, y a la hora de caracterizar ciertos personajes de la época tuve que recurrir a palabras más castizas o incluso tuve que crear neologismos a partir de palabras inventadas por él en francés. También hace referencia continuamente a ciertos autores, como Balzac, Charles-Louis Philippe, Pierre Lemaître… Hubo un importante trabajo de documentación y «ambientación». De hecho, la edición en castellano incluye al final un pequeño glosario con los personajes y lugares más destacados de la obra, para dar algo más de información al lector.
Un problema adicional, al margen de la traducción, fue que hacía muchísimo calor en Málaga y a ratos me daba por pensar que aquél era un libro para traducir en otra estación. Pero, en fin… 


P: ¿Qué consideras mejor, una traducción literal, aunque se pierda cierto sentido del original, o una traducción más libre en la que trate de mostrarse esa idea que si se tradujese de forma literal se perdería?

R: Esto también depende del texto. Es el texto el que te habla y en cada caso has de saber qué decisión tomar. Para mí el principio fundamental es la fidelidad. Yo no puedo privar al lector de algo que estuviese en el original ni aportar algo de mi cosecha, porque eso sería traicionar al autor y a la obra, por eso hay que ajustarse siempre al texto. Pero hay muchas formas de fidelidad…


P: ¿Cuáles crees que son las claves de una buena traducción?

R: Sobre todo, que la traducción sea fiel, y que no distingas al traductor, que no se vea la mano que ejecuta el truco. Pero es complicado, porque está muy extendida la creencia de que la traducción tiene que fluir. Y a veces no tiene por qué ser así. A veces un determinado texto puede pedir precisamente que la narración no fluya porque era lo que buscaba el autor. 


P: Dice Javier Calvo que él no cree mucho en la idea del traductor como autor, sino más bien en que el traductor aprende una serie de herramientas que le ayudan a salir de atolladeros y ya está, que no hay tanto de creación en el sentido de autoría. ¿Qué opinas acerca de esto?

R: No pretendo enmendarle la plana a Javier Calvo, desde luego, pero sí tengo claro que el traductor es autor, lo dice la ley de propiedad intelectual. Yo no aplico el I.V.A. a mis traducciones porque son susceptibles de generar derechos de autor. Es verdad que estás armado de una serie de herramientas a las que recurres prácticamente todo el tiempo, y yo no llevo muchos años dedicándome a la traducción, pero no creo que algún día llegue a poner el piloto automático mientras traduzco. Sí notas que algunos procesos los vas interiorizando y en cierto modo mecanizando; pero, a pesar de eso, estás llevando a cabo una labor creativa en la que puedes escribir una frase de siete formas diferentes pero eliges solo una, y ahí está tu huella, lo quieras no.


P: ¿Qué traductores te gustan especialmente?

R: Admiro a muchos, claro. Aunque, más que de traductores, te hablaría de editoriales que cuidan sus traducciones: Contraseña, errata naturae, Lumen, Alba, Acantilado…


P: Aunque tu experiencia, como dices, todavía no sea amplia, ¿qué le recomendarías a alguien que quiere dedicarse a la traducción? ¿Qué pasos debería seguir?

R: Obviamente lo primero que debe tener es la formación adecuada: estudiar Traducción o alguna Filología, hacer un posgrado… También debe ser un buen lector. Y tener paciencia, porque al principio es muy costoso; hay muchas editoriales, sí, pero también muchos traductores, y los editores reciben demasiados correos cada día. Por eso es conveniente llamar la atención de un modo diferente; si solo envías tu currículum de traductor novel no será raro que no se fijen en ti. Es mejor elaborar una propuesta de traducción, fundamentarla bien y adjuntar una muestra de traducción de cuatro o cinco páginas (impecable). Y, sobre todo, es importante moverse, ir a presentaciones, a la Feria del Libro, y estar siempre al tanto de las novedades editoriales. Hay que visitar la librería como quien va al mercado. Tienes que ver qué se cuece, qué se publica, si ha salido una editorial nueva, qué catálogo tiene. Porque eso te ayudará también a atinar en el envío de propuestas. Por ejemplo, si pretendes que una editorial se interese por un libro de un autor emparentado con los beats, de poco serviría mandar la propuesta a Valdemar.


P: Pregunto a sabiendas de la respuesta que me vas a dar, ¿estáis bien pagados los traductores?

R: NO, y escribe esto en mayúsculas (risas). En el poco tiempo que llevo ya he podido ver que las tarifas están muy paradas e incluso hay editoriales que están aprovechando la coyuntura para bajar aún más. Esto es vergonzoso, porque es un trabajo que ya de por sí no está bien pagado. Y luego ves que en países como Francia los traductores cobran el doble que aquí, por lo que algo falla. Por eso decía que tiene que haber algo de vocación en este trabajo. Pero, indudablemente, debemos luchar por que las cosas cambien a mejor.


P: ¿Qué reclamarías a las editoriales como traductora, ahora que tienes un micrófono donde hacerlo?

R: Para empezar, que haya un compromiso laboral mínimo, es decir, un contrato en el que se contemplen aspectos como el tiempo de cesión de la traducción, la tarifa, el compromiso de poner el nombre del traductor en un lugar destacado… Que no se aprovechen de las circunstancias (la crisis, la condición de principiante de un traductor). En general, un poquito de respeto, que diría Aretha Franklin.


P: ¿Qué editoriales dirías que tratan especialmente bien a los traductores?

R: Solo puedo hablar de lo que conozco, y creo que las editoriales pequeñas están haciendo un buen trabajo: se percibe verdadero amor a los libros, y detrás hay personas muy preparadas que son conscientes de la importancia no sólo de una buena traducción, sino de una buena corrección, maquetación, distribución, etc. 
Entre esas editoriales, se me vienen a la cabeza las del grupo Contexto, errata naturae, Nevsky, Alpha Decay, Blackie Books, Sajalín, Alba…


P: ¿Cómo ha sido hasta el momento tu relación con los editores? ¿Llevas bien las correcciones? ¿Te han sido útiles?

R: Mi experiencia es muy buena. El trato con los editores con los que trabajo es muy cercano y cordial, y puedo recurrir a ellos siempre que quiera. Con respecto a las correcciones, tampoco tengo queja. Para empezar, porque siempre me han llegado las correcciones para que les dé el visto bueno, cosa que, por desgracia, no siempre es así: hay traductores que entregan sus traducciones y no las vuelven a ver hasta que están ya en la librería. A mí eso todavía no me ha pasado, y cruzo los dedos. Y las correcciones han sido casi siempre atinadas. En cualquier caso, no me suelo cerrar en banda, y siempre y cuando los cambios me parezcan pertinentes, los acepto sin problemas.  Además, el corrector sí llega al texto con esa frescura de la que hablaba antes, y es muy posible que él te señale cosas que piensas: «jolín, pues claro», y que no habías detectado en su momento por haber estado demasiado metida en el texto.


P: Como lectora, cuáles son tus editoriales preferidas?

R: Leo muchos libros de Galaxia Gutenberg, Anagrama, también de Acantilado, que me parece una editorial formidable, no solo por las traducciones, sino como proyecto editorial, muy sólido. Siento debilidad por Libros del Zorro Rojo. Me gustan mucho también las propuestas de Libros del asteroide y otras más arriesgadas como Jekyll & Jill o La Felguera. En cómic me gusta mucho lo que saca Fulgencio Pimentel, una pequeña editorial de Logroño que publica cosas muy gamberras que sabes que, de no ser por ellos, no encontrarías en otros catálogos.


P: ¿A qué autores te gustaría traducir?

R: ¡A tantos…! La última vez que me lo preguntaron nombré a Léon-Paul Fargue y he acabado traduciéndolo, así que, por pedir: Georges Perec, Nuno Júdice, Florbela Espanca, Antoine Blondin, Philippe Soupault…


P: ¿Crees que los traductores están suficientemente valorados por los lectores?

R: Creo que cada vez más, por suerte, y, en mi opinión, en parte se debe a esa mayor visibilidad que se da al traductor, al menos por parte de las editoriales pequeñas y medianas. El nombre del traductor figura en la cubierta de los libros o en un lugar muy visible, participamos en presentaciones, mesas redondas… Esto hace que el lector cada vez tenga más presente la figura del traductor, y confío en que el lector medio sea capaz de distinguir una buena traducción de una mala, y que exija la buena. De todas formas, a veces pienso que quizá yo tenga una idea muy sesgada de este mundillo, y sé que aún hay mucha gente que no repara no ya en la figura del traductor, sino ni siquiera en la del editor, que es quien decide qué se publica y qué no.   


P: No podemos irnos sin hablar de Las Cuatro de Syldavia. ¿En qué consiste ese proyecto y quiénes formáis parte de él?

R: Somos cuatro traductoras del sector editorial: Julia Osuna, Esther Cruz, Laura Salas y yo. Las cuatro habíamos traducido ya algunos cómics (Julia la que más), y pensamos en unirnos principalmente porque veíamos que en el sector del cómic la importancia de la traducción estaba por debajo de la que suele tener en la traducción literaria. Así es que nos juntamos para formar una especie de alianza, por un lado para intentar hacernos más visibles y que juntas nos llegase más trabajo, pero también para reivindicar la figura de los traductores en el mundo del cómic y que se cumpliesen esos requisitos mínimos de los que hablábamos antes: que haya siempre un contrato, que se respeten unas tarifas mínimas… 

Llevamos un año y medio y no nos ha ido nada mal. De hecho, la respuesta nos ha sorprendido, porque la idea original, como decía, era abrir nuestro mercado y sin embargo lo que más nos ha llegado han sido propuestas para impartir talleres de traducción de cómic o dar charlas sobre el tema. Por ejemplo, el pasado mes de junio participamos en el primer curso de especialización en traducción de cómic, organizado por la Universidad de Málaga, donde Julia Osuna impartió un taller de traducción de cómic de inglés y yo otro de francés. Julia ya había impartido anteriormente otro taller en la universidad Pablo de Olavide de Sevilla; también nos invitaron a abrir el I Encuentro Argentino de Traducción Audiovisual, en Buenos Aires, y dentro de unos meses iremos a la universidad de Tours, en Francia.  


P: Por tanto, entiendo que sois voraces lectoras de cómic, ¿o no?

R: Bueno, también la necesidad hace que nos dirijamos a este género. Yo de pequeña leía los tebeos típicos: Asterix, Tintín, Mafalda… Después lo dejé, pero me reenganché a la llamada «novela gráfica» cuando empezaron a llegarme los primeros encargos, aunque ya antes había leído algunos de los ya clásicos, como Maus, los de Corto Maltés o Persépolis. En realidad, el cómic me gusta mucho y no lo leo por obligación. Pero sí, tengo bastantes en casa y una larga lista de pendientes, como ocurre con la literatura.


P: ¿Hay algún tipo de menosprecio por parte de los traductores literarios sobre las novelas gráficas? Es decir, ¿las consideran obras menores y por eso tienden a desdeñarlas como proyectos de traducción?

R: No lo creo, el traductor al fin y al cabo tiene que ganarse los garbanzos. Es más bien que las editoriales de cómics no volvían la mirada hacia los traductores literarios. Eso es precisamente lo que reivindicamos nosotras. Especialmente en el caso de la novela gráfica actual, que bebe tanto del lenguaje literario, tiene que haber un traductor que esté a la altura. Si hay un cómic que contenga referencias literarias o diferentes registros, cosa muy habitual, hace falta un traductor que sepa trasladar todo eso para que ese texto llegue al lector español de la mejor manera posible.


P: ¿A qué autores de cómic te gustaría traducir?

R: A Marion Fayolle, Simon Roussin, Katie Green, Daniel Clowes, Nicole Georges, Rebecca Kraatz…


P: ¿Cuáles son tus planes futuros?

R: De momento, seguir como hasta ahora. Todavía no me he quedado sin trabajo desde que empecé a traducir, y espero que siga siendo así. Además, tengo la suerte de que recibo encargos de libros que disfruto mucho, no solo como traductora sino también como lectora, aunque también es verdad que siempre intentas buscarle virtudes a los textos que te caen porque no te va a quedar más remedio que convivir con él al menos durante dos meses. Me gustaría seguir colaborando con las editoriales con las que lo he hecho hasta ahora, porque trabajo muy a gusto. También me gustaría trabajar con editoriales nuevas, pero esto es un camino de largo recorrido y me lo tomo con calma. Y me encantaría traducir literatura infantil; ir evolucionando en la profesión y poder moverme en distintos ámbitos y géneros e ir curtiéndome. De momento, no puedo quejarme.


Ilustración de Regina López por Sonia Pulido. Puede encontrarse en la siguiente dirección:
http://www.lascuatrodesyldavia.es/

3 comentarios:

  1. Me parece una entrevista interesante para para los traductores noveles que están iniciando su carrera y buscan alguna orientación en la profesión.

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  2. Esa era una de las ideas de la entrevista, además de que aquellos lectores que no reparan en la figura del traductor, puedan saber cómo es su trabajo. Y como Regina lo explicó tan bien ha salido una entrevista fenómena.

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  3. Bien por la entrevista, nos ayuda a conocer el enorme trabajo que hacen los traductores que en muchas ocasiones pasa desapercibido para los lectores

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