lunes, 15 de septiembre de 2014

Bioy Casares: humor, amor y literatura fantástica. Una reivindicación

No nos apasionan los aniversarios ―más bien los detestamos— pero tienen una virtud, la de resaltar la figura de personajes a los que, de otro modo, se tendría abandonados en un rincón de la memoria, la mayoría de las veces inmerecidamente. Ese, creemos, es el caso de Bioy Casares (15 de septiembre de 1914 – 8 de marzo de 1999), un autor al que, quién sabe por qué, el lector medio no suele aproximarse, tal vez más por desconocimiento que por la complejidad de su prosa.

A menudo, el que llega a Bioy Casares, lo hace tras haberse dado una vuelta por la obra de Borges. Fueron amigos íntimos, escribieron obras en colaboración y compendiaron antologías. Bioy Casares reunió un conjunto de anécdotas y datos de la vida de Borges, al modo de James Boswell, intentando no dejar una sola vivencia de su amigo sin registrar por escrito. Y este es quizá el problema por el que a Bioy Casares nunca se le ha tenido la consideración que merece: vivir a la sombra de Borges. De ahí que en el centenario de su nacimiento queramos rendirle homenaje repasando brevemente algunas de sus obras y animar a aquellos que no os hayáis perdido en sus relatos y novelas a que lo hagáis, pues su obra es, quizá después de la de Borges y Cortázar, la más importante de la literatura argentina del siglo XX.

La novela por excelencia de Bioy Casares es La invención de Morel, una novela breve en la que un hombre perseguido por motivos políticos llega a una isla aparentemente abandonada donde hace tiempo tuvieron lugar unos experimentos de un tal profesor Morel. Después el prófugo descubrirá que la isla no está deshabitada y vivirá una historia de amor. Bioy escribió la novela en 1940. Borges, en el prólogo la calificó de novela perfecta por su trama. Bioy siempre sospechó que ese halago desmesurado a su trama escondía los reparos de Borges sobre su estilo. Pero el estilo era perfecto para la novela, construida a modo de relato policial, con frases cortas y descriptivas, con una cadencia que va llevando al lector a imbuirse cada vez más en la novela hasta alcanzar la solución, que no se proporciona al final, como en las novelas policíacas al uso, sino más o menos a la mitad, y es entonces cuando se da paso a la historia de amor, que es el núcleo de la obra.

Poca gente conoce una obra de Bioy con ciertas similitudes a esta, que es Plan de evasión. Los personajes están en una prisión situada en una isla y las actitudes de los presos son a cada cual más extraña. La solución final del enigma es todo un hallazgo y a alguien como quien esto escribe, un apasionado de las neurociencias, esa solución le parece una maravilla. Muy recomendable, aunque no tan bien lograda como La invención de Morel.

Los cuentos que publicó Bioy son numerosísimos, por eso en lugar de analizarlos por volúmenes, quizá sea mejor recomendar unos cuantos. En su primer libro de relatos publicado, La trama celeste, aparecen tres de los que son sus mejores relatos, todos de corte fantástico. El primero, «En memoria de Paulina» es, nuestra opinión, uno de los mejores cuentos escritos. El tema: los celos. La trama, tejida con una maestría absoluta, nos lleva a un juego temporal que parece encajar a la perfección. Y hay un objeto en ese relato, un caballo de bronce, que nunca se olvida una vez que se ha leído el cuento ya que funciona como símbolo de una forma tan incontestable que uno no puede ya pensar en otra cosa que en esa figurita. En ese mismo volumen pueden encontrarse «La trama celeste» y «El perjurio de la nieve», de nuevo dos cuentos fantásticos en los que la solución al enigma viene dada a partir de juegos con el tiempo. Dos obras maestras del relato, sin duda, que no hay que perderse.

Pero Bioy no solo escribió historias fantásticas. También escribió numerosos relatos de amor (no en vano, de él siempre se ha dicho que fue un playboy) de los que no debemos olvidarnos. Algunos de ellos: «Historia romana», «Carta sobre Emilia» o «El don supremo». En estas historias casi siempre está presente el humor, un humor que conduce al escepticismo, aunque siempre, en última instancia, hay un ensalzamiento del amor o, quizá, más de su búsqueda.

Son muy interesantes también otras dos novelas: El sueño de los héroes, donde un hombre que gana una apuesta en el hipódromo decide repetir una fiesta que dio años atrás para tratar de alcanzar de nuevo un momento único que vivió en esa fiesta; y Dormir al sol, un relato en clave satírica, acerca de un hombre al que le devuelven de una clínica a su mujer, pero algo ha cambiado en ella, su alma ya no es la misma. No nos queremos olvidar tampoco de Diario de la guerra del cerdo, donde se establece una lucha feroz entre jóvenes y viejos y en el que hay una visión más bien pesimista de la sociedad argentina.

Las obras policíacas que Bioy escribió con Borges son una reivindicación de ese género que por entonces había caído en el olvido y se tenía entre los círculos literarios como un género menor. Borges y él ensalzaron su calidad literaria, reuniendo dos volúmenes de cuentos policíacos de diferentes épocas y escribiendo ellos mismos varios libros policíacos de relatos con un pseudónimo compuesto a partir de los apellidos de sus abuelos (Bustos Domecq) en los que Don Isidro Parodi, un tipo que está encerrado en la cárcel, resuelve casos de una dificultad asombrosa. No son de fácil lectura esos relatos, pero son maravillosos. Decían Borges y Bioy que disfrutaban tanto escribiéndolos que en muchas ocasiones tenían que dejar los papeles a un lado durante unos minutos hasta que cesaban las carcajadas que les sobrevenían al escribirlos.

Hay un volumen de Memorias de Bioy publicado por Tusquets que, creemos, merece la pena para conocer algunas de sus opiniones, siempre lúcidas y mordaces. Por mucho que él fuese humilde con su producción literaria, o precisamente por eso, se mostraba inclemente con otros escritores. Fue un gran lector, un lector exigente y al que, también como escritor, le interesaba la trama por encima de todo. Tanto es así que él afirmaba crear primero las tramas y después poblarlas de personajes. Fue siempre un amante de la literatura clásica y de los escritores anglosajones y no se mostraba interesado por esas novelas psicológicas que ya comenzaban a abundar por entonces.

Si queréis entrar a lo grande en Bioy Casares os recomendamos la antología mastodóntica que publicó Tusquets hace unos años (La invención y la trama) donde aparecen varias de sus novelas y muchos de sus relatos. Si solo estáis interesados en leer algún texto breve de él (deberíais hacerlo si no lo habéis hecho, insensatos) entonces lo mejor es empezar por La invención de Morel y por La trama celeste. Y desde ahí, paso firme hasta la adicción.

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