Diez libros que hablan sobre los libros
No solo nos basta con leer libros. También nos gusta saber
cómo se gestaron esos libros o cuáles están relacionados con aquellos
que nos gustan. Y no solo eso. También nos gusta saber cómo colocan otros los
libros en sus casas, cómo los leen y cómo los interpretan, o
cuáles son los fallos más garrafales que se han cometido al imprimir libros.
Sobre muchas de esas cuestiones tratan los libros que os proponemos, por si os
interesa saber otros aspectos de los libros que tienen que ver más con su factura y con cómo nos enfrentamos a ellos, que con la mera trama en sí.
Una historia de la lectura y La biblioteca de noche, de Alberto Manguel (Alianza, 1998 y 2007). En una Historia de la lectura, el escritor argentino repasa las distintas formas en las que los lectores nos hemos enfrentado a la lectura de los libros. Desde la lectura en voz alta de los inicios, que pasó a hacerse en silencio y de forma más meditada con la alfabetización de la población, hasta el libro de bolsillo, que permitía llevar la lectura a cualquier sitio, o el soporte digital, que nos permite la lectura en pantallas de cualquier tamaño. También habla de los lectores que roban los libros que leen o de lecturas que fueron prohibidas. En La biblioteca de noche, Manguel nos muestra algunas de las bibliotecas más famosas de mundo, su origen y su diseño, e incluso vemos su propia biblioteca, que construyó en un pueblecito de Francia.
Tocar los libros, de Jesús Marchamalo (Fórcola, 2008). Posiblemente
Marchamalo sea la estrella en esta lista. Me decido por Tocar los libros porque
en 70 páginas es capaz de transmitir el amor por los libros como poca gente.
Habla de la posesión de libros, de las formas de ordenarlos, de esa extraña querencia
de ellos por unirse a otros y colonizar las casas, de escritores que poseían
miles volúmenes (algunos los tienen hasta en la bañera), de libros antiguos y
nuevos, o de la imposibilidad de deshacerse de ellos. También son muy interesantes Donde se guardan los
libros (Siruela, 2011), donde describe las bibliotecas personales de varios escritores
de lengua hispana entre los que están Vargas Llosa, Pérez Reverte o Javier Marías.
Vituperio (y algún elogio) de la errata, de José Esteban (Renacimiento, 2002). Se trata de una curiosa y enorme colección de ese mal de los editores y los autores que son las erratas y que, sin embargo, en algunos casos llegan a ser un acierto. En el libro descubrimos a autores que casi enfermaban al encontrar erratas en sus libros, como es el caso de Juan Ramón Jiménez. Y, para no extendernos más, dejemos aquí como muestra una errata que le cayó al pobre poeta Garciasol en la que donde debía leerse «y Mariuca se duerme y yo me voy de puntillas» se leía «y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas». ¿No os pica ya la curiosidad?
Bibliotecas llenas de fantasmas, de Jacques Bonnet (Anagrama, 2010). Se trata de un libro para coleccionistas de libros, o para aquellos a los que les gustaría
tener una biblioteca gigantesca, digamos de unos 20.000 volúmenes, como la de
Bonnet. De hecho, la cita de Charles Nodier que abre el libro es una
declaración en toda regla: «Después del placer de poseer libros, poca cosa hay
más dulce que hablar de ellos». Bonnet, en un ensayo que termina siendo una
autobiografía, condimentada con decenas de anécdotas de otros bibliómanos,
explica las diferentes formas de clasificar los libros, qué ha sido capaz de
hacer para conseguir ciertos volúmenes o cómo condiciona la vida de una persona
la posesión de libros, como las dimensiones de su casa. Libro no apto para lectores digitales que odien el
polvo y el olor de los libros viejos.
Los oficios del libro, VV.AA. (Libros de la Ballena, 2011). Un libro original, que no es un ensayo, sino una recopilación de relatos de escritores tanto españoles como latinamericanos entre los que están Juan Villoro, Rodrigo Fresán, Elvira Navarro, Héctor Abad o Fernando Iwasaki, y que gira en torno a los oficios relacionados con el libro: desde el autor hasta el editor, pasando por el librero, el impresor… Algunos de los relatos son magníficos, como el de Fresán, que confiesa que cuando era un adolescente robaba libros de forma compulsiva y que incluso se retaba con un amigo para ver quién era capaz de robar más libros en menos tiempo, o un relato muy borgiano de Rafael Reig en el que tiene sus más y sus menos con Borges.
Cómo hablar de los libros que no se han leído, de Pierre
Bayard (Anagrama, 2011). ¿Quién no ha afirmado
alguna vez haber leído un libro que en realidad no ha abierto jamás? De ahí
parte este curioso ensayo de Bayard, que es consciente de que uno no puede leer
todo lo que quiere y que por tanto ha de buscar subterfugios para que no lo
pillen en un renuncio cuando está hablando de un libro famosísimo de esos de
lectura o-bli-ga-to-ri-a. Para mi gusto el libro comienza muy bien, de forma
original, pero después el interés se reduce un poco. No hay nunca una
reivindicación de la lectura, sino de la astucia, de ahí que el libro no llegue
a convencerme del todo. Aun así, no hay que negarle lo ingenioso de sus argumentos.
Gracias por no leer, de Dubravna Ugresic (La Fábrica, 2004). Este libro es de los más citados cuando se habla de la situación de la industria editorial. Está compuesto por varios ensayos de la autora croata en los que ataca a las editoriales que no tienen ningún afecto por el libro y ven en él un producto comercial más y no un vehículo para la cultura. Critica también el escaso valor que le conceden las editoriales a los lectores, y la poca relación que se establece entre autores y lectores. Por último, dada su condición de escritora croata, habla también de la posición de los escritores exiliados y de aquellos que se quedan en su país viviendo cómodamente de las subvenciones estatales. Un libro que no cuenta ninguna novedad a los que sabemos algo de esto, pero que lo hace con una fuerza y una clarividencia envidiables.
El escritor en su paraíso, de Ángel Esteban (Periférica, 2014). Si los escritores sueñan con un paraíso, ese tiene seguramente forma de biblioteca. Así era en el caso de Borges que, de hecho, llegó a dirigir la Biblioteca Nacional de Argentina siendo ya ciego, como su antecesor, Paul Groussac. El libro recoge la relación de algunos autores con las bibliotecas en las que trabajaron. Así, mientras que Proust o Musil, no ejercieron en realidad como bibliotecarios y más bien les desagradaba la tarea, otros como Arias Montano, Leandro Fernández de Moratín o Eugenio d´Ors se dedicaron a su trabajo con dedicación y dejaron una huella imborrable en las bibliotecas que dirigieron. Hay casos más particulares, como el de Perec, que diseñó métodos nuevos de clasificación, o el de Gloria Fuertes, que creó bibliotecas itinerantes para acercar los libros a los niños.
La biblioteca de los libros perdidos, de Alexander Pechmann (Edhasa, 2011). En él el autor nos habla de libros que no llegaron a ser libros. Fueron manuscritos pero nunca fueron publicados. Nos cuenta que se perdieron las obras de juventud de Hemingway (se las dejó en un taxi), algunos cuadernos de memorias de Thomas Mann (que él mismo se encargó de entregar al fuego), una colección de biografías de científicos de Mary Shelley o una Antología negra de Blaise Cendrars que recogía gran cantidad de relatos orales de África y América. Es una buena forma de descubrir libros que no llegaron a ver la luz y posibles obras maestras que el azar o la obsesión nos birlaron a los lectores.
Como una novela, de Daniel Pennac (Anagrama, 1993). Este es uno de los
mejores de la lista. Sin llegar a decir nada extremadamente original, Pennac
hace un elogio de la lectura y de su enseñanza que conmueven.
Aboga por enseñar literatura con la lectura de textos, algo que es muy
razonable, pero no sé si muy práctico, dadas las horas de que se dispone para
hacerlo en el sistema educativo actual. Aun así, la intención es lo que
cuenta. Lo mejor del libro, y también lo más citado de él, es un muy honesto decálogo
del lector del que suscribo una por una todas las premisas, sobre todo la de
abandonar toda lectura que no nos satisfaga. Para mí, un libro de lectura obligatoria.
Libros prácticamente imprescindibles para los amantes de la lectura.
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