De Estados Unidos nos llegan cada año centenares de libros en
cuyas portadas se nos avisa de que se trata de best-sellers que han vendido unos cuantos miles de ejemplares por
todo el mundo. Entre ese aluvión de novedades estadounidenses siempre se cuelan
algunos libros, generalmente no editados por las editoriales grandes, que demuestran
por qué la literatura estadounidense debe tenerse en cuenta y por qué es posible
que sea de los pocos países donde aún se siguen escribiendo libros que puedan
tener algo de interés, donde la tradición literaria importa más bien poco e
intentan dedicarse a crear desde cero. Aunque no siempre lo consigan, es de
agradecer el esfuerzo por intentarlo. Uno de estos autores es George Saunders, que
junto con los autores de la llamada Generación X, removió el panorama literario
estadounidense (no fue tanto una revolución sino más bien una llamada de
atención), del que Alfabia publicó hace unos meses Diez de diciembre, y ahora vuelve a la carga con Pastoralia.
El volumen consta de seis relatos. El primero de ellos es «Pastoralia»,
que es una nouvelle (tiene
una longitud de 90 páginas) mientras que el resto de los relatos tienen una
longitud ya más próxima a lo que podemos considerar un relato propiamente dicho.
En todos ellos se advierten los temas y el estilo que ya pudimos apreciar en Diez de diciembre. De hecho, si me tengo
que quedar con alguno de los dos, me quedaría con Pastoralia porque los relatos me parecen más conseguidos y el
experimentalismo no se le va de las manos, como sí me parece que ocurre en
algunos de los relatos de Diez de
diciembre.
El relato «Pastoralia» es uno de los mejores del volumen. En
él se describe la vida, suponemos que en el futuro (aunque no sabemos si muy
cercano, lo cual da miedo), de un trabajador que vive en una especie de parque
temático donde se exhibe como si fuese un hombre de las cavernas, para lo cual
lleva a cabo pinturas rupestres (más bien hace que las realiza), despelleja
cabras y las asa, o simula capturar insectos para después comérselos. Pero en
George Saunders, la superficie, aunque es lo más original de su literatura, no
es lo más importante. La importancia reside en los conflictos que se desarrollan
y en la crítica social que planea siempre sobre sus relatos. «Pastoralia» no es
una excepción. Los directivos que gestionan el parque someten a sus
trabajadores a unas condiciones laborales miserables. Les hacen pagar por la recogida de sus desechos orgánicos y les limitan la comida. El
protagonista trabaja con una compañera en una cueva donde de vez en cuando asoman
la cabeza los visitantes, ante los que deben comportarse como auténticos
trogloditas. Por tanto no pueden hablar entre ellos y deben ceñirse al guion
prestablecido. Su compañera, sin embargo, es incapaz de hacerlo. Tiene un hijo
drogadicto que le causa muchos problemas, además bebe y es incapaz de llevar las
riendas de su vida, pero necesita el sueldo. También lo necesita el
protagonista, que tiene un hijo enfermo. Y hasta aquí puedo contar. El relato
es, para mí, redondo. Se suceden una serie de repeticiones de frases y
estructuras que ayudan mucho al ritmo y además deslizan de vez en cuando
algunas notas de humor en un relato cuyo tema no es, desde luego, para reírse.
Por ejemplo, cuando un abogado le escribe a la compañera del protagonista para
decirle que han condenado a prisión a su hijo:
A él se le veía bastante contento con el trato, después de unas cuantas emociones iniciales como pudieran ser un número dado de llantos, y me dio las gracias por haber trabajado tan duro, aunque no con esas palabras exactamente, ya que estaba, ya sabe, bastante disgustado. Aprovecho para expresarle, ya a nivel personal, lo mucho que lo siento, pero también hay que ver que desde un punto de vista más amplio, como pudiera ser el de la geología , diez años no es mucho tiempo, la verdad.
El núcleo de varios de los relatos son las relaciones de
familia, a menudo entre individuos de clase baja, vidas sobre las que Saunders parece poner el objetivo de un microscopio y las desmenuza con acidez y humor. Por ejemplo en «Winky»,
donde un hombre que vive con su hermana no sabe cómo decirle a esta que
abandone su casa. No tiene valor para hacerlo. En el fondo la odia, pero quizá
es un poco masoquista o se siente responsable de ella. En «Roblemar», muere una
tía muy querida por su familia. La familia es un desastre, con dos sobrinas
adolescentes ya con hijos pequeños y un sobrino que se gana la vida enseñando
su cuerpo en un restaurante mientras sirve los platos. La tía vuelve de la
muerte irreconocible y pondrá a cada uno de ellos en su sitio, pero quizá las
costumbres sean más fuertes que el miedo.
Uno de los mejores relatos del libro es sin duda «La
felicidad del peluquero», en el que también hay una relación materno-filial
obsesiva y un peluquero que por fin parece que va a encontrar a una mujer que
cumpla con sus expectativas. Pero un comentario de su madre hace que esas
expectativas se vayan diluyendo a medida que avanza el relato y que, por el
contrario, crezcan sus exigencias.
El último relato del libro «La cascada» me ha recordado, no
sé muy bien por qué, a «Diez de diciembre». Dos hombres piensan en sus vidas
respectivas y en los problemas que se les plantean. Mientras tanto, una niña
parece que va a ahogarse sin remisión ya que se dirige, en una barca, hacia una
cascada en la que seguro volcará. Solo al final descubrimos quién de los dos
hombres saltará para salvar a la niña. En un relato sobre el conformismo y la
hipocresía.
Este volumen de relatos es quizá mejor que Diez de diciembre porque creo que en él hay al menos dos que son magníficos
—redondos
diría yo—: «Pastoralia» y «La felicidad del peluquero». Solo por esos dos relatos
ya merece la pena su lectura.
Autor: George Saunders
Traductor: Ben Clark
Editorial: Alfabia
Páginas: 248
Precio: 16,90 eur. (rústica)
Fotos: arriba, George Saunders; abajo, Ben Clark.
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