La literatura en lengua árabe no
es muy conocida entre los lectores en español. Salvo algunas honrosas
excepciones (Mahfuz, Gibran y Las mil y
una noches), apenas conocemos la amplia literatura que se ha generado en
esos países con los que tanto nos unen. Ya va siendo hora de que hagamos algo
por remediarlo e intentemos acercarnos a esas otras voces, siempre
escondidas tras la primacía de la literatura occidental (si es que eso existe)
y en la que pueden encontrarse joyas aún no traducidas a nuestra lengua. Hay
editoriales que están tratando de remediar esa carencia, como Ediciones del
Oriente y del Mediterráneo y, más recientemente, Turner, que ha iniciado una
línea de autores contemporáneos árabes. Hoy nos ocupamos de Ese olor, una obra del egipcio Sonallah Ibrahim, que
publica esta misma semana la editorial Libros de la Ballena.
Ibrahim escribió esta novela en
el año 1966, dos años después de salir de la cárcel, en la que estuvo encerrado por
motivos políticos. Durante el mandato de Nasser fue encarcelado junto a muchos
de sus compañeros comunistas en una prisión en medio del desierto. A su salida
de la cárcel, Ibrahim ya tenía clara su vocación literaria. Había escrito
algunas notas durante su estancia en la prisión y después escribió algunos
relatos cortos que con el tiempo dieron lugar a Ese olor.
En esta novela breve, el
protagonista, un hombre joven que acaba de salir de la cárcel, trata de
encontrar de nuevo su sitio en la ciudad, entre sus antiguos amigos, con su
familia, y busca reencontrarse también con sus antiguos amores y sus relaciones
frustradas. El protagonista carece de nombre, pues podría ser cualquiera de
nosotros. Recorre las calles de El Cairo sin destino, en trayectos laberínticos
que describe con una minuciosidad fotográfica similar a la de la Nouveau Roman,
no tanto por la precisión en los detalles de los objetos, sino por su mirada a
modo de cámara que registra todo lo que sucede de una forma absolutamente
objetiva, sin dar pie al sentimentalismo. Sin embargo, cuando el personaje se
encuentra con conocidos y amigos se disparan en él recuerdos de sucesos que
tuvieron lugar antes de su estancia en la cárcel, y es entonces cuando aflora
el sentimentalismo, que percibimos como añoranza de un pasado que ya no ha de
repetirse. Cada día el personaje debe estar en su casa al caer el sol, pues un
policía acude allí para hacerle firmar una cartilla que registra su presencia en la casa donde fuma y pasea sin cesar. El hombre ha salido de la
cárcel pero no se ha librado de ella, porque ahora su casa es la cárcel. La
ciudad entera es una celda. No hay motivos para la esperanza en la novela. Es
dura y sin concesiones. Apenas hay sonrisas o gestos de cariño. Todo ha
cambiado para el protagonista después de su experiencia en la prisión.
Hay que leer esta novela sin
parar, tomando aire al comienzo y dejándolo salir levemente durante la lectura.
La prosa de Ibrahim, a veces casi robótica, crea una suerte de hipnosis similar
a la de los budistas cuando repiten sus
mantras. A esto ayuda mucho el que las conversaciones que tienen lugar a lo largo de la novela estén compuestas sin líneas de diálogo y que se repita numerosas veces la palabra «dijo», un poco al estilo de Carver,
lo que crea un ritmo en la lectura que nos lleva en volandas de una línea a
otra. Por otro lado, su prosa desliza ideas que subyacen al texto principal,
como en estas líneas que siguen donde, sin decirlo, queda claro que el protagonista ha sido encarcelado por motivos políticos:
«El de la manta me dijo: ¿Por qué no duermes? Pero no tenía sitio para tumbarme. Prefiero sentarme así, contesté. Otro me preguntó: ¿Drogas? Dije: No. Dijo: ¿Robo? Dije: No. Dijo: ¿Asesinato? Dije: No. Dijo: ¿Soborno? Dije: No. Dijo: ¿Falsificación? Dije: No. El hombre se quedó callado y me miró de manera extraña».
Sonallah Ibrahim publicó Ese olor en 1966 pero las autoridades lo
secuestraron. Después el libro siguió un largo periplo de ediciones
clandestinas hasta que en 1986 se publicó por primera vez sin
censura. Ibrahim escribió entonces un prólogo en el que detallaba las
circunstancias que siguieron a la publicación de su obra. Ese mismo prólogo se
encuentra también como apéndice en la edición en español y ayuda a entender
mucho mejor la obra, por eso es recomendable leerlo después de esta, para poder
hacer una relectura con ciertas claves que el autor proporciona. Pero es mejor
hacer una primera lectura sin guía, a pelo, y dejar que su estilo llegue hasta
nosotros sin prejuicios. Es sorprendente para el lector occidental que alguien
que escribía en los 60 en Egipto utilizase las técnicas tan modernas de
escritura que incorpora esta obra, en la que se aprecian influencias
―declaradas por el propio Ibrahim― de Camus, Hemingway o Solzhenitsyn.
El libro ha sido traducido
directamente del árabe por Antonio Galán, que ha conseguido un tono excelente.
El prólogo del escritor (genial escritor, al que desde aquí recomendamos
también) Ramón Buenaventura, prepara al lector en tan solo tres páginas para
una experiencia desasosegante y sin tregua con un título que ya arroja una
pequeña luz sobre lo que encontrarán los lectores: «El fracaso de la libertad».
Es una novela cruda y pesimista.
Y, sin embargo, se disfruta. Disfrutadla.
Título: Ese olor
Autor: Sonallah Ibrahim
Traductor: Antonio Galán
Traductor: Antonio Galán
Editorial: Libros de la
Ballena
Páginas: 104
Precio: 11,5 eur (rústica)
Fotografía tomada de egyptianstreets.com
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