
Ahora bien, ¿qué es la autoedición? Pues consiste
básicamente en que es el autor quien financia la edición y publicación de su
obra. Y esto puede hacerse de dos formas. O bien busca él mismo correctores,
maquetistas, diseñadores de cubiertas e imprenta donde imprimir los libros o
bien publica su obra a través de una de las plataformas que ofrecen hoy día sus
servicios en Intenet, como Bubok, Lulu o Celya. Entre estas plataformas,
algunas ofrecen la impresión del número de ejemplares que el autor desee, como
son las ya citadas, y otras ofrecen únicamente la disponibilidad del libro en
formato electrónico, con la posibilidad, eso sí, de ponerlo a la venta. Entre
estas últimas están Amazon o Casa del Libro.
¿Cuál de las anteriores es la mejor opción para alguien que
quiera autoeditarse un libro? No existe una respuesta única. Posiblemente la
mejor opción, para quien tenga tiempo y muchas ganas de sacar un producto bien
acabado sea la primera opción, es decir, yo me guiso y yo me como, como Juan
Palomo. El problema está en el dinero que uno quiera invertir en la publicación
de su libro. Es aquí donde nos daremos cuenta de lo caro que sale publicar un
libro, sobre todo si se quiere hacer bien. La mayoría de los autores noveles
piensan que publicar un libro consiste en imprimir el libro, es decir, tener en
las manos un conjunto de pliegos de papel cosidos (o pegados) a unas cubiertas,
con un texto impreso. Pero eso no es un libro. Lo más importante del libro es
precisamente el texto, y ahí es donde fallan la mayoría de libros autoeditados
porque en muchas ocasiones nos encontramos con textos de baja calidad,
ilegibles, con abundantes faltas de ortografía y errores léxicos y gramaticales
por doquier. Casi todos los textos necesitan corrección, y ese es un paso que
muchos autores desconocen y que incluso desdeñan, pero que puede hacer mejorar
un texto de forma espectacular. Otro aspecto que no suele cuidarse es el de las
cubiertas, cuyo diseño suele ser por lo general bastante deficiente (ay, esa
Comic Sans qué daño ha hecho en las cubiertas). Y, por último, las
maquetaciones de los textos suelen ser también desastrosas. No se tienen en
cuenta algunos conceptos básicos como el tipo de composición que se va a
utilizar para el texto, dónde colocar el folio (número de página), qué hacer
con los caminos en el texto o con la partición de palabras. Para eso es
necesario conocer las reglas básicas de la composición de textos, y la mayoría
de autores noveles las desconoce.
Eso no es un defecto si el autor toma la iniciativa de
confiar en profesionales que sí saben de ello y le pueden aconsejar, para que
su libro pueda convertirse en un producto final bien acabado. El interés del
texto ya es harina de otro costal y en la que no nos meteremos porque las
editoriales de renombre también publican de vez en cuando textos de dudoso
interés.
En el siguiente post se tratarán asuntos como la impresión, distribución o el crowdfunding.
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