domingo, 27 de abril de 2014

Ángeles fósiles, de Alan Moore: Una reivindicación del arte como escenario de la magia

Si por algo se conoce a Alan Moore es por sus extraordinarios cómics y, quien no los conoce, seguro que ha visto alguna de las adaptaciones que se han hecho para el cine de varios ellos (Watchmen, V de Vendetta, From Hell, La liga de los hombres extraordinarios…). Yo, que he sido un fan incondicional de sus cómics, tenía especial cariño por uno de ellos, que no era tan seguido entre sus admiradores como algunos otros que por aquel entonces escribía al mismo tiempo (el tipo guionizaba cuatro series a la vez en el sello ABC Comics): el cómic en cuestión se titulaba Promethea, trataba sobre una superheroína cuya existencia solo tenía sentido en el mundo del cómic y que iba descubriendo los secretos de la magia poco a poco. Nunca llegué a saber cómo terminaba porque mi abuela tiró un día a la basura todos esos cómics («si eran solo tebeos», me dijo, y fue la única vez que tuve impulsos homicidas, pero una abuela es una abuela y se la quiere igual, aunque tire una obra maestra a la basura), y después nunca reuní ni el tiempo ni el dinero suficientes como para recuperar la serie. Y todo este prólogo para comenzar con la reseña de Ángeles fósiles, un texto breve de Alan Moore que se ha lanzado a publicar La Felguera, una editorial de la que somos seguidores incondicionales.

La idea principal de Ángeles fósiles se resume en la frase: la magia es arte y el arte es magia. Este libro es algo así como un manifiesto sobre magia y arte, en el que insta a aquellos que practican el ocultismo a abrir los ojos hacia el arte, a que aprecien las capacidades mágicas de este, que consigue muchos de los objetivos que ha perseguido siempre la magia sin tener que recurrir a hechizos pasados de moda ni a varitas mágicas o conejos que salen de chisteras. Aunque el texto es breve, está muy bien estructurado. Comienza con un repaso histórico de la magia, desde sus orígenes, en los que eran los chamanes de las pequeñas tribus que se congregaban en torno a cuevas para invocar la caza o la lluvia, hasta los grandes ocultistas como John Dee en el siglo XVI o Crowley, ya en el siglo XX, que poseían muchas de las características que Alan Moore considera que debe exhibir un verdadero mago.

Alan Moore rechaza la magia actual, que dice que es pura farsa, grupos de gente que se disfraza para pasar el rato, anclados en rituales del pasado y que intentan competir con la ciencia por la posesión de la verdad. En esto Moore es claro: la magia no puede medirse con la ciencia, pues no puede encontrar acomodo en su método. La ciencia trabaja con variables mensurables, mientras que la magia trabaja en el mundo de lo subjetivo, el de la conciencia, el de la capacidad para comprender el mundo desde un óptica puramente personal. Tampoco puede ser la magia una forma de religión, afirma el autor, pues es justamente lo opuesto. Mientras que considera la religión como una suerte de fascismo cósmico (pues las religiones suelen contener esa idea intrínseca de que la unión hace la fuerza), la magia es una búsqueda personal (y, por tanto, muy cercana a la anarquía, que es la idea política que Alan Moore ha defendido siempre).

Por tanto, el único camino por seguir que le queda a la magia es el del arte, que permite al mago (al artista) seguir un camino personal de expresión y comprensión del mundo y, al mismo tiempo, tratar de comunicárselo a los demás. El acto mágico tiene lugar cuando el artista conecta con el público y, entonces, todo aquello que el mago soñó alguna vez con conseguir mediante trucos (dinero, fama, mujeres) resulta que es capaz de alcanzarlo mediante el arte. Ahora bien, ¿dónde está el arte? Alan Moore responde más bien dónde no está el arte. No está en las ideas de la New Age, ni en las sectas conspiranoicas, ni en las reuniones de masones, sino que está en cualquier sitio que nosotros queramos y está, sobre todo, dentro de nosotros mismos.


Hay muchas ideas más en Ángeles fósiles, pero es mejor que las descubráis durante la lectura, como el humor que salpica cada página y que hace que las, a veces complicadas y frecuentes referencias que aparecen en el texto, se hagan más llevaderas. Pero hablemos un poco de la edición del libro, pues tiene muchas virtudes. En primer lugar, es de agradecer una tapa dura, en estos tiempos en los que parece que está prohibido usarlas, a no ser que estemos ante libros de coleccionista. En segundo lugar, son de agradecer estos libros repletos de imágenes y con maquetaciones complejas. El prólogo de Servando Rocha, además, sirve de excelente introducción, y constituye una gran ayuda al lector para comprender algunas de las ideas que expone Alan Moore. El prólogo recoge esas ideas y las resume en siete puntos que no voy a desvelar aquí, pero que están muy bien desarrollados, con el estilo habitual al que Servando Rocha nos tiene acostumbrados y con muchas ilustraciones y fotografías que se asemejan mucho al estilo de Alan Moore. Y, por último, no queremos olvidarnos del colofón del libro (quien no sepa lo que es un colofón puede saberlo aquí), que es una parte importante en todas las creaciones de La Felguera porque siempre incluye alguna frase que tiene que ver con el contenido del libro pero, al mismo tiempo, con las ideas de sus editores. El colofón de Ángeles fósiles es colosal.

Por tanto, estamos ante un libro no solo para incondicionales de Alan Moore, sino también ante una reivindicación del arte y de su capacidad mágica para conseguir que un creador que expresa sus ideas acerca del mundo sea capaz de conectar con nosotros y modificar nuestra percepción de la realidad. De algún modo el creador consigue remover algo que había en nuestro interior y que no sabíamos que andaba por allí, que estaba agazapado y como a la espera de que alguien lo desvelase. Esa es, posiblemente la gran magia del arte.



Título: Ángeles fósiles
Autor: Alan Moore
Editorial: La Felguera
Páginas: 168
Precio: 22 eur (cartoné)





   

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