viernes, 21 de marzo de 2014

Nada es verdad, todo está permitido: una historia paralela del siglo XX de Servando Rocha

Hay dos verdades: la que nos cuentan y la que descubrimos por nosotros mismos. La primera es la sencilla, la del tipo que se sienta tranquilamente y espera a que llegue el tren, la del que durante cuatro años se refugia en su casa de los golpes y la injusticia y, al acabar el período, vuelve sonriente al colegio electoral con su papeleta en la mano, para ver si todo mejora. La segunda es la del tipo que se deja el alma en la búsqueda de la verdad, el que la persigue con las tripas y los dientes, y quizá nunca la alcance ―la verdad es inasible―, pero eso no devalúa el esfuerzo por hallar esa verdad y por tratar de mostrársela al mundo.

Servando Rocha es uno de esos tipos que no se queda sentado ante las verdades que le cuentan, sino que sale a buscarlas y después nos las ofrece en forma de excelentes ensayos. Ya hablamos en otro sitio de La facción caníbal, uno de los mejores ensayos de los últimos años. Y hace un par de meses ha presentado Nada es verdad, todo está permitido, que no es solo el título del libro, sino una insobornable declaración de intenciones.

Burroughs es el predicador de las putas y los yonquis, él mismo un yonqui que ve cómo el mundo se derrumba, un outsider verdadero, quizá de uno de los pocos que lo ha sido. Ve que Cobain ya está muerto antes de morir, lo mismo que vio en Hemingway. En una fotografía de 1977 aparece con un rifle, haciendo blanco sobre las Torres Gemelas: otro presentimiento. Burroughs fue uno de esos personajes a los que todos los famosillos de turno querían arrimarse para parecer más cool, cuando muchos de ellos no entenderían nunca quién fue William Burroughs y qué supuso para la cultura norteamericana.
   
Como protagonista de segundo orden aparece en el libro Kurt Cobain, uno de los pocos artistas que sí entendió a Burroguhs, porque mucho de lo que él sentía ya lo había visto reflejado en los libros de aquel. Después vinieron casi en tromba el éxito de Nirvana, sus problemas con las drogas y el suicidio. Cobain supo representar a una generación como hacía tiempo que no ocurría, como lo habían hecho los grupos punk antes de él. Pero antes de morir, Cobain pudo conocer a Burroughs, su héroe, y pasar algunas horas junto a él. En torno a ese encuentro en la casa de Burroughs gira Nada es verdad, todo está permitido. Por él desfilan personajes de toda catadura, generalmente seres subterráneos, a los que el tiempo ha devuelto en parte su estrella, y a los que Servando desempolva y los sitúa en el lugar que corresponde, el de los elegidos. El libro es una de las múltiples historias paralelas del siglo XX que pueden contarse. Se descubren vínculos secretos en cada página, en un alarde documentalista que abruma (la sección final de notas es alucinante). 


Si el libro tiene una virtud es que es capaz de generar interés por temas que uno nunca hubiese transitado. Por ejemplo, nuestro interés por Nirvana antes de leer el libro era, en cifras redondas, para echarlo a rodar. Y sin embargo, a medida que ha avanzado la lectura nos hemos descubierto escuchando de nuevo los discos de ese grupo que nunca nos gustó y recordando sus vídeos musicales, cuya génesis y desarrollo Servando describe con todo detalle. Solo cuando los libros consiguen abrirte caminos que nunca te hubieses imaginado que recorrerías, es cuando merecen la pena. Este Nada es verdad, todo está permitido, es uno de esos libros. Y podríamos hablar de Leadbelly, de la secta de los Asesinos, del ladrón Jack Black, de Courtney Love, de Joan Vollmer y de muchos otros que pasaron por las vidas de Burroguhs y Kurt Cobain, pero es mejor leer el libro y dejarlos correr por las páginas, librarlos del olvido y aprender, sobre todo aprender.      


Título: Nada es verdad, todo está permitido
Autor: Servando Rocha
Editorial: Alpha Decay
Páginas: 376
Precio: 20 eur (rústica)

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