R: Los orígenes de Celya se remontan al año 1995 más o menos. Un
grupo de gente que estábamos en Salamanca organizamos el Centro de Estudios Literarios y de Arte Castilla León y de ahí el acrónimo Celya. Al principio se creó
como asociación cultural y con el tiempo nos dimos cuenta de que para temas
fiscales y demás era necesario crear la editorial. Con la editorial, como
ocurre con cualquier proveedor que busca vender sus productos, lo que
intentamos es que todo salga convenientemente barato. Así,
entramos con acciones en una imprenta, también en una distribuidora...
Nos hemos metido en todos los planes comerciales que ha habido en Castilla León
(exportaciones, ayudas a la edición, ayudas a páginas web…). Todo eso nos ha
ido dando una cierta velocidad a la hora de trabajar, ya que controlamos todos
los procesos relacionados con la edición, salvo la distribución a nivel
nacional, que se realiza por distribuidores regionales. Además procuramos estar en contacto con medios
de comunicación, agencias de noticias, con agentes literarios o con revistas
literarias. Pero hay que tener en cuenta que hoy conviven muchas editoriales.
Nosotros arrancamos en la narrativa y poesía de autores jóvenes, como las
bodegas que arrancan con un vino joven. A veces nos llegan productos
interesantes (yo los llamo productos, que son libros, pero no dejan de ser
productos que hay que vender) y eso es una gran ayuda para la editorial. En
estos momentos tenemos unos 350 títulos en nuestro fondo. Pero también hacemos
libros para otras editoriales y entidades. Llevamos a cabo la fotomecánica, el montaje y la maquetación
siguiendo sus directrices. Y eso es más o menos lo que es Celya.
P: Hemos visto en vuestra página web que hay una sección llamada
gente Celya. ¿Qué es gente Celya?
R: Desde hace 12 años estuvimos haciendo a través de la asociación
cultural una serie de actividades orientadas a ciertas zonas desfavorecidas. Así, en
Salamanca trabajábamos mucho en la zona de la frontera y después también con Portugal.
En Portugal es muy caro hacer libros, y esa es una buena forma de poder llevarlos
hasta allí y darlos a conocer. A través de uno de los socios de Zamora, Jesús
Losada, comenzamos a crear las universidades de verano, que eran encuentros en
los que llevábamos a músicos, autores, artistas en general, para llevar a cabo
actividades, que no eran estrictamente editoriales, sino actividades varias.
Con ellas, eso sí, te podías poner en contacto con mucha gente que se ponía a
su vez en contacto con nosotros y con nuestras publicaciones. Han sido 10 años
organizando actividades culturales. Muchas de ellas se hacían en verano,
coincidiendo con las fiestas de los pueblos. Así, por ejemplo, en Tábara,
provincia de Zamora, organizamos junto con su ayuntamiento una actividad que se
llamó «Literatura y estrellas» en la que conseguimos a un profesor que organizó
una visita para ir a ver estrellas a una zona con muy poca contaminación
lumínica, donde se presentaron 400 personas. Así aprovechamos estas actividades
para presentar nuestra editorial a los visitantes. Muchos de ellos se apuntan
después en una lista y nos proponen nuevas actividades, y además se interesan
por nuestras colecciones. Gente Celya, al final, vienen a ser un conjunto de
afectos y conocidos en torno a la editorial, con los que se mantiene contacto.
Nosotros, como editorial les hacemos ofertas o, en función de su perfil
cultural, les decimos qué libros les pueden interesar, o incluso si se trata de
ayuntamientos que participan con nosotros en las actividades les donamos libros
que tenemos como excedentes y así abastecemos sus bibliotecas. Es una labor
cívica, social, cultural, de conocimiento, de viajes…
P: Centrándonos ahora en las publicaciones de vuestra editorial,
¿cuáles son las diferencias entre las distintas colecciones que ofrece Celya?
R: Generación del Vértice, que es la más amplia, nació en 1990. Es
un conjunto de poetas que ya sabíamos que iban a estar a un lado del siglo y al
otro, es decir, había un vértice por medio, pero el nombre también vino de una
Generación del Vértice que surgió del postfranquismo. Esta colección es de poesía,
exclusivamente poesía. Y llevamos unos 125 títulos de esta colección. Pero
entonces uno de nuestros autores nos comentó que estaba pensando en escribir
narrativa. Y así nació la colección Lunaria. Luego, la colección Aedo surgió
cuando comenzábamos en el mundo de la poesía y de hecho la pusimos en marcha
cuando todavía éramos asociación cultural. Nos propusimos tratar de mezclar a
autores consagrados con autores inéditos nuestros. Y allí estaban Leopoldo Luis,
Gonzalo Rojas, Pepe Hierro, es decir, clásicos contemporáneos de la poesía, y
luego teníamos a los jóvenes, que luego han dado el salto a los premios
literarios y de ahí a la publicación con otras editoriales. Había unos catorce
o quince libros en la colección, que llevaban un texto manuscrito del autor. De
hecho la selección la hacía el propio autor.
Después, la colección Albero, un batiburrillo de libros de ensayo, novela, textos descatalogados, etc. Son libros
un poco descatalogados pero en los que buscamos al menos que mantengan nuestro
diseño. También hemos hecho comics con una asociación de Cataluña, que primero
fueron asociación y ahora ya se han convertido en editorial. También montamos
otra editorial que se llamaba Abbat, con la que publicábamos facsímiles. Eran
libros de edición limitada, por ejemplo hicimos una edición del Cantar del Mío Cid, que llevaba una
serie de láminas de uno de los mejores pintores de Castilla León y que hoy aún
se ve por ahí a un precio de unos 600 euros.
P: En un mundo en el que hoy día se apuesta sobre todo por la
narrativa y las lecturas fáciles, ¿por qué Celya apostó por la poesía?
R: Quizá porque Celya era un colectivo que nació en ese ámbito. Nos
empezamos a reunir en el Ateneo de Salamanca, donde venía gente de Bellas
Artes, chavales que estudiaban Filología, algún profesor de universidad… De
hecho arrancamos sin dinero. Simplemente teníamos ideas y nos dijimos: vamos a
hacerlo. Así empezamos por lo más pobre, digamos, libros de poesía, que son 56
páginas y no hace falta mucho más. Pero cuando nació la colección de narrativa,
que fue con relatos cortos, luego ya pasamos a la novela. Al final empezamos a
movernos más rápidamente y a buscar posibilidades en otros nichos de mercado.
En Tábara organizamos el Premio de Poesía León Felipe. Surgió también el premio
de narrativa El Mago Merlín, aunque este duró solo dos años. Pero también hemos
hecho libros técnicos, ensayos, etc.
P: ¿Cómo diseñáis vuestras colecciones?
R: Bueno, la pregunta tiene dos sentidos. Por un lado, el del
continente, y por otro el de los contenidos. En cuanto al continente, al tener
las colecciones establecidas, no te puedes salir de ellas. Cuando creamos el
concepto editorial, diferentes diseñadores fueron los que diseñaron el logotipo,
las tarjetas, etc. y esas colecciones siguen tal cual se crearon hace 20 años.
Sí que modificamos algunas cuestiones de diseño con el tiempo. Por ejemplo, nos
dimos cuenta de que las páginas de las colecciones de poesía quedaban muy frías, por lo que les añadimos algunos elementos adicionales; y también teníamos
especial cuidado en las páginas de créditos, en las que siempre hay que
intentar que no falte nadie. Hay que tener además mucho ojo con todo lo que
implica la maquetación de contenidos: los márgenes, interlineados, los pies de
foto, la solapa, incluso el colofón.
En cuanto al contenido, ya es que
venga, que tenga, que convenga, y que se venda. ¿Quién dice que un autor se
vaya a vender? Recuerdo a un estudioso de Castilla León que decía que había
autores malos malos, malos buenos, buenos malos, y buenos buenos. Los buenos
buenos son Borges, y punto. Los malos
malos son esos autores que quieren publicar un libro sea este como sea. A lo
mejor llega un chico joven de 18 años que quiere publicar un poemario, y se le
da la oportunidad de publicarlo. Y luego te encuentras con que ese
chaval es capaz de vender 1200 ejemplares. A ti el contenido puede que no te
guste mucho, pero ha vendido 1200 ejemplares. Luego están los malos buenos, que
son aquellos que son malos pero que son capaces de cambiar algo en su forma de
escribir para tratar de mejorar. Y en esta categoría entran la mayoría de
escritores que se ven por ahí. En España hay unos 175000 poetas. Pues calcula
que unos 17380 poetas son malos buenos. Y por último, los buenos malos son
aquellos que han ganado algún premio, que son conocidos en sus provincias, que
escriben reseñas en diferentes medios… Nosotros tenemos a alguno de esos
autores. Por ejemplo, el caso de Belén Reyes, que es una chica a la que nunca
harán una reseña, y sin embargo ha vendido con alguno de sus títulos casi 5000
ejemplares. Eso sí, la llaman porque era amiga de Gloria Fuertes, la llaman
grupos feministas, pero vende porque llega. No es poesía académica, pero vende.
Otro ejemplo es Santos Jiménez, un hombre que es albañil y que ha vendido unos
7000 ejemplares. Otro fue el libro de la Quinta del 63, que eran autores del año 63 y más menos uno. Hice la selección yo mismo y muchos de ellos son
los que ahora pintan algo en el mundo literario. Esa selección se creó con un
criterio de calidad muy estricto.
P: Pasando ya a hablar del mundo de la edición en general, ¿cómo ve
el mundo editorial hoy en día?
R: En Castilla-La Mancha se han
creado muchas bibliotecas públicas y privadas. Castilla-La Mancha tiene unas
600, Andalucía 800, Cataluña tiene 750. Pero se lee muy poco. Hay varias etapas de lectura. Una etapa de
infancia. Si no saltas a la etapa de la adolescencia ya no se suele retomar la
lectura. Si saltas, a lo mejor la retomas a los 17-18 años. Hay universitarios
que únicamente leen los libros obligatorios de texto. A nivel de datos, el año
pasado cerraron el 21 % de las librerías en España. En Francia por ejemplo
tienen la dificultad de Amazon, que ahora empieza a verse también aquí. Además, del precio del libro en torno al 60% se
va entre la distribución y el librero, de modo que tú te tienes que pelear un
poco con el autor para tratar de cubrir gastos. Es una cuestión de porcentajes
y de números. Pero el problema principal es que se lee muy poco. Ahora, ¿de qué
sirve que nos regalen un cacharrito con 5000 libros dentro si luego esa persona lee dos libros al año?
P: ¿Cree que ha cambiado el papel del editor en los últimos años?
R: El de editor es un oficio, no una profesión. Es un oficio en el
que te tiene que gustar leer mucho, te tiene que gustar viajar, que te guste
conocer… En mi caso, esto es lo que sustenta Celya. Ahora, ¿ha cambiado el oficio? Las nuevas tecnologías
lo que están haciendo es inhibir al lector. Lo audiovisual te lo cuenta todo,
también la música o los blogs, pero los libros no, con los libros tienes que
hacer un esfuerzo. Pero eso no impide que cada uno pueda encontrar su nicho.
Por ejemplo, en la época de la radio, apareció la televisión y al final cada
uno encontró su espacio. En la época de las nuevas tecnologías el libro ha de
encontrar su lugar. El otro día el director del New York Times decía que hace
unos años la gente iba con calesas y caballos y que hoy se ha perdido ese formato
generalista de ir con calesa y caballos, pero los caballos siguen existiendo. A
lo mejor ahora es más sectario, y posiblemente no se ha perdido el gusto por montar a
caballo, o al menos hay cierta gente que no lo ha perdido. Con la llegada de lo
digital quizá no se lee como antes y no eres dueño de los contenidos, pero
puedes leer de otra manera. El oficio de editor se mueve ahora en ese fenómeno.
Por eso, para mí, dar una charla en un colegio puede ser más enriquecedor que
vender 20 libros, porque a lo mejor estoy creando lectores. Las charlas que yo
doy en los colegios comienzan con cómo hacer un libro desde el formato de cómo
romper un libro. Les llevo libros para que los rompan y vayamos viendo sus
partes. Algunos de los niños se declaran insumisos, otros dicen OK, otros se lo
pasan estupendamente y otros hacen pajaritas de papel o barcos con las páginas.
Pero no nos olvidemos de que la esencia del oficio del editor sigue siendo la
misma: hay que vender libros. Aun así, el de editor es un oficio de mucho regusto,
que te da muchos placeres, muy onanista quizá, pero sí es cierto que es un
divertimento agradecido, y no deja de ser un oficio para intentar llegar a fin
de mes.
P: Pero en realidad, quizá la lucha no esté tanto entre el libro de
papel y el libro electrónico sino entre el libro y la inmediatez de lo
audiovisual…
R: El año pasado solo el 15 % fueron libros editados en formato
electrónico. Sin embargo, se habla exclusivamente del libro electrónico, ¿por
qué? Porque las grandes empresas tienen muchos fondos, los tienen maquetados, y
aunque estén descatalogados los pueden sacar en este formato. Pero
efectivamente, es como comentáis, es un asunto de inmediatez. ¿Quién se va a
parar un rato a leer, salvo los que van en el transporte público, que en lugar
de estar dos horas mirando el paisaje cogen un libro y lo leen? Pero qué duda
cabe: lo visual está mucho más presente. E incluso lo estamos viendo con los
vídeos: hay estudios que demuestran que un vídeo cuando dura más de un minuto y
medio ya pierde el interés. En realidad… se lee poco, pero dentro de lo poco
que se lee, hay gente que lee mucho. Por ejemplo, un abogado está leyendo todos
los días, un médico, un técnico, un periodista, un filólogo. A lo mejor el gran
sustrato social no lee, y así nos va. Por ejemplo, ahora ves el 15-M. Yo me
pasaba por allí de vez en cuando y ves que están rescatando todas las frases de
Mayo del 68. ¿Por qué? Porque les falta una actitud crítica y están
redescubriendo ahora a Aristóteles. La sociedad nos ha acostumbrado a la inmediatez. La bonanza económica nos ha aletargado y el placer de leer no
existe si es una obligación. Si al chaval tú le pones a leer por obligación una
página todos los días, lo hará cuando deje de jugar al balón. Estamos hablando
en que hubo un momento en el que Góngora y Quevedo tenían rifirrafes y disputas
igual que las tienen hoy Messi y Cristiano Ronaldo, y la gente les seguía. Todo
eso se ha ido perdiendo hasta llegar a esta sociedad decadente en la que lo que
falta es cultura. Y volviendo al poder de las imágenes, yo aprendí a leer con
un libro de Bruguera en el que lo único que veías eran santos y texto. El texto
no lo leí nunca, pero los santos entraban muy bien. Por eso funcionan bien los
cómics. Nosotros hemos publicado un cómic sobre el Greco y hemos distribuido
1500 ejemplares. Pero hay otros problemas, como el hecho de que el único
programa sobre libros que hay en televisión sea «Página 2», que lo emiten los
domingos por la tarde y que ponen entrevistas muy sesudas con los autores, o incluso
los formatos de los suplementos culturales que son tochos que no se los lee
nadie. O, por ejemplo, la enseñanza de la poesía, que no ha cambiado y los
últimos autores que se enseñan son todavía los de la generación del 27, autores
de hace 100 años.
P: ¿Qué opinión tiene del crowdfounding
y de la autoedición?
R: Los libros tienen que salir. Hay un emisor, un código y un
receptor. Si el emisor está preparado y tiene un producto bueno, y si el crowdfounding dice que esa obra puede
llegar, ¿por qué no va a llegar? Nosotros tuvimos un ejemplo con un catálogo de
Bunbury que ofrecimos como un posible libro, y los fans comenzaron a
comprarlos y se publicó. En una de las páginas del libro estos fans que
colaboraron aparecían como «mecenas» de la edición.
P: Y ahorra irrumpe Amazon en el mercado de los libros en España.
¿Qué opinión les merece este gigante?
R: Amazon comenzó vendiendo otros productos y al final se ha
decantado por los libros porque tienen un formato económico muy interesante.
Amazon tiene dos formatos: el digital y el libro tradicional. Nosotros vendemos
libros tradicionales que directamente se los pasamos a nuestro distribuidor, ese
distribuidor lo introduce en su base de datos, y Amazon tiene un programa que
lo traduce, a nivel administrativo, a veinticinco idiomas, de modo que puedes
encontrar un libro nuestro en Helsinki, China o Polonia. Quizás esto al librero
le perjudica más, pero al editor le facilita la labor. Las cuentas salen para
todos excepto para los libreros. Pero al fin y al cabo es una librería virtual
que llega a todos los lados.
Celya
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