
Podría decirse
que la elección del título tiene una serie de normas. En primer lugar, que al
autor le guste. Hay que tener presente que el título es el eslogan, aquello que define al libro y, por tanto, ha
de definir qué es lo más importante de él y qué quiere comunicar. Así, algunos
de ellos utilizarán únicamente el nombre del protagonista (Robinson Crusoe, Eugene Grandet, El tío Vania, El gran Gatsby) y
otros apelarán a alguna cuestión fundamental del libro, o incluso al tema
principal (La metamorfosis, ¿Por quién
doblan las campanas?) o algunos que combinarán ambas opciones (El hombre sin atributos).
El título no
tiene que ser demasiado explícito, debe mantener un cierto misterio que empuje
a su lectura; y, por supuesto, el título tiene que tener cierta relación con el
tema del libro, así como con el estilo del autor. Es el caso de Historia universal de la infamia, Esto no es
un libro o Historias de cronopios y
de famas.
El título tiene
que gustar al autor, pero, aunque a este no le guste admitirlo, también ha de
gustar al editor, pues no hay que olvidar que el título es aquello que motivará
la compra del libro. Lógicamente, no solo será el título lo que incite a la
compra, también la fama del autor, el marketing,
el contenido, la reseña en los medios, etc., pero el título es una pieza clave
para la venta del libro. Por eso, muchos títulos de libros han surgido de
editores, no de los escritores.
Cuando se debe
traducir el título de un libro a otro idioma, en ocasiones esto puede ocasionar
polémicas entre el editor y el autor, e incluso con los propios lectores. Por
poner un ejemplo, el título del libro Tokio
Blues de Haruki Murakami suscitó cierta polémica en el momento de su
publicación. Se trata de una traducción de la canción de los Beatles, Norwegian Wood, al japonés. Esta canción
tiene un papel importante dentro de la trama, sin embargo, el título español
quizá no sea acertado, ya que las palabras Tokio
blues no están representadas en el libro, salvo por la vaga sensación de
que podríamos estar ante un blues a
la japonesa, lo cual es ya quizá estirar
demasiado el asunto. ¿Es acertada esta modificación en el título, dejando Norwegian wood como subtítulo? ¿Hubiese
sido más correcto dejar en la edición española el título original, Norwegian wood, que tiene un referente
claro, sabiendo los problemas que nos ocasiona el inglés?
Otro caso conocido de traducción de
un título que no se ajusta al original, pero que en este caso tuvo éxito, es el
de la obra de Henry James The turn of the
screw. José Bianco, el primer traductor al español de la obra, tradujo casi
literalmente ese título (aunque cambió el tornillo del original por una tuerca)
hasta dar con Otra vuelta de tuerca, una
expresión que se usa hoy día de forma habitual. De hecho, según cuenta Augusto
Monterroso en La palabra
mágica, esa frase hecha en inglés no
tiene el mismo significado que le atribuimos nosotros en castellano, de modo
que el título más correcto de la obra tendría que haber sido La coacción (que hubiese sonado un poco «gangsteril»), o La conminación, que es lo que más o menos significa
esa expresión en inglés (forzar a alguien a hacer algo). Por suerte, José
Bianco se decidió por utilizar Otra
vuelta de tuerca, y acertó de lleno.
Estas son, por tanto, algunas reglas generales, y como con toda regla,
siempre hay excepciones, ya que existen libros con títulos insustanciales que
han tenido éxito (al menos de ventas) y libros con títulos interesantes cuyo interior
es un fiasco.
Por tanto, podría concluirse citando la conocida frase: «Nunca juzgues un
libro por su cubierta». Pero qué duda cabe que los prejuicios nos acechan.
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