
Las erratas, por
muy cuidadosos que seamos, siempre aparecen. Hay quien llega a obsesionarse con
ellas, como Juan Ramón Jiménez, al que le encantaba decir que un día iba a
morir de una errata. Pues bien, para evitar que aparezcan o minimizar al menos
su aparición, las editoriales contratan a correctores profesionales que son,
como su nombre indica, expertos en encontrar errores y proponer las enmiendas
correspondientes.
Hoy nos ocuparemos
únicamente de la corrección ortotipográfica, que es la relacionada con lo que
solemos considerar erratas, que incluyen faltas de ortografía, letras cambiadas
de posición, signos de puntuación, uso de las comillas, de la cursiva, etc. La
corrección ortotipográfica también se ocupará de la maquetación de los textos,
es decir, de aquellos aspectos de la maqueta que puedan afectar a la
composición del libro, como son las líneas huérfanas y viudas (esas que quedan
aisladas de un párrafo, ya sea al principio o al final de una página), el
interlineado de un texto, la composición de los párrafos, los números de página
o el espacio entre caracteres. El corrector ha de tener mil ojos y corregir con
una atención absoluta. El corrector, por tanto, no lee por placer, lee para
encontrar errores, lo cual es mucho más difícil.
Ahora bien ¿cuándo
se realiza esta corrección? Si se dispone de un archivo informático con el
texto original y con el que se va a trabajar después para corregir el estilo,
primero se puede hacer una preedición, es decir, tratar de normalizar el texto
para eliminar de forma sencilla muchos de los errores que más habitualmente
aparecen, como el uso de comillas inglesas (“”) en lugar de las latinas («»),
los dobles espacios, los espacios antes de punto o de coma, etc. Así habremos
limpiado el texto sin necesidad de mucho esfuerzo, ya que este tipo de
correcciones se pueden realizar de forma sencilla mediante un procesador de
textos. Sin embargo, una vez que se ha corregido el estilo de ese texto se
pasará a maquetarlo y es ahí donde comienza la corrección de pruebas.
La corrección de
pruebas suele hacerse sobre papel y en ella se marcan los errores que se
encuentren mediante el uso de un sistema aceptado internacionalmente de marcas
de corrección. Las marcas de corrección son más antiguas incluso que la
imprenta. Ya las usaban los copistas medievales para corregir los manuscritos.
En el siglo XV se estableció el sistema de marcas, que apenas ha cambiado hasta
nuestros tiempos.
Lo que se hace es
colocar una llamada en la zona del texto donde se encuentre ese error y en uno
de los márgenes se vuelve a escribir esa marca y se escribe la corrección. Esas
correcciones pueden ser muy variadas: se puede eliminar texto, cambiar una sola
letra, unir dos párrafos, cambiar de orden dos palabras, eliminar una tilde… Tantos
cambios como se nos ocurran. Lo importante para el corrector es conocer bien
las marcas de corrección y, sobre todo, tener muy buen ojo para detectar
errores gramaticales, ortotipográficos y de maquetación.
En los últimos
años, con la llegada de los soportes digitales, se está generalizando la
corrección sobre pantalla. Esta es más complicada porque cansa más la vista y
normalmente hay más errores que se pasan por alto. Además, todavía no hay
buenas herramientas informáticas que permitan incorporar las marcas de
corrección de una forma sencilla. Alguna aplicación como Goodreader las ha
incorporado, pero no parece que su uso se haya generalizado en la corrección, y
se usan más los sistemas de notas y comentarios mediante el Acrobat Reader.
Por tanto, si
encontráis muchos errores en un libro, tened por seguro que no ha pasado por
una buena corrección ortotipográfica. Y si veis algún libro sin erratas, estad
seguros de que ese sí que ha pasado por una corrección, porque las erratas son
omnipresentes.
Como información
adicional, si queréis saber cómo son las marcas de corrección y cómo se
emplean, le podéis echar un vistazo aquí.
Imágenes tomadas de
Toyoutome y Addenda et Corrigenda. El
segundo es un magnífico blog de corrección.
Un artículo muy interesante! muchas gracias!
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